La madrugada del 5 de agosto de 1962, un poco antes de amanecer, Ralph
Greenson, el psiquiatra de Marilyn Monroe, le llamó a la policía de Los Ángeles
para notificar que la actriz había muerto.
Jack Clemmons fue el policía al cargo, y el primero en llegar al lugar.
Encontró varias inconsistencias que le llamaron la atención: el escenario lucía
impoluto, las sábanas de la cama recién cambiadas, el cuerpo parecía que lo
habían movido, y tanto el médico como el ama de llaves, más nerviosos que lo
que la situación ameritaba, según la experiencia del agente.
Se ha dicho mucho sobre la vida y la muerte de Marilyn Monroe. Una de
tantas historias está consignada en el libro Las últimas sesiones con Marilyn,
de Michel Schneider, que recoge los 30 meses de psicoanálisis que la rubia
llevó con eldoctor Greenson, y cuyo diagnóstico ayuda a perseverar el mito de quien se
asegura fuera amante simultánea de John F. Kenedy y su hermano, Robert: “Sexualidad
insatisfecha, esquizofrenia, impulsividad”.
Al morir, el primero en la mira de las
indagaciones es el doctor de la occisa; Ralph Greenson había sido la última persona en verla
viva y fue la primera en encontrarla muerta. Profesor de psiquiatría en la
Universidad de California, considerado en ese tiempo como el psicoanalista de
las estrellas y él mismo como la estrella de los psicoanalistas de Hollywood.
Marilyn se sometió a psicoanálisis durante su breve vida
adulta. En 1960 inició con Greenson la que sería la última serie de las cuatro
terapias que comenzaron en Nueva York, en 1954, y prosiguieron con Anna, hija
de Sigmund Freud, en Londres, en 1956.
Greenson cree haber descubierto en ella indicios de esquizofrenia; una
infancia atroz, y –cierto o falso, se pregunta el médico– pero asegura haber
sufrido abusos sexuales. El psicoanalista está realmente convencido de que
tiene ante sí un psiquismo frágil que en cualquier instante puede hundirse. Descubre
antecedentes familiares psiquiátricos serios: padre desconocido; madre
esquizofrénica hospitalizada tras haber abandonado a Marilyn; una abuela que,
en un acceso de locura, intentó asfixiarla cuando era sólo un bebé; entradas y
salidas de diversos hogares de acogida y orfelinatos, donde, a veces, sufrió
abusos sexuales.
Las conclusiones del Equipo de
Prevención de Suicidios, responsables del sonado caso, esbozaron el típico
perfil de la candidata a matarse. Señalan en el informe que Marylin vivía con
miedos severos, con crisis y con depresiones frecuentes; que había expresado a
menudo su deseo de dejarlo todo, de abandonar su carrera e, incluso, de morir. Agregan
en el documento que en más de una ocasión, cuando estaba decepcionada o en fase
depresiva, “intentó suicidarse con sedantes. Pero cada vez que lo hizo, pidió
ayuda y la socorrieron”. Como la noche del 4 de agosto de 1962, con la diferencia
de que en esa ocasión nadie acudió.