En la reciente
columna, “Muchos estadounidenses siguen abrigando la fantasía de vivir en una
nación blanca”, puse en su sitio al columnista sindicalizado y crítico político,
Pat Buchanan. ¡Y vaya que algunos lectores me hicieron saber que no les gustó!
En el artículo,
fustigué a Buchanan por los comentarios que hizo durante su presentación en el
programa Morning Edition, de National
Public Radio, durante la cual se puso a hablar con nostalgia de una época en la
historia estadounidense cuando la cultura europea dominaba la vida
estadounidense, quejándose de que el país estaba “a… ¿qué?… 25 años de que
los estadounidenses de ascendencia europea sean una minoría en Estados Unidos”.
Me parece que
semejantes lamentaciones son racistas, y así lo dije. Escribí: “La nostalgia de
Buchanan por la versión hollywoodense de Estados Unidos a mediados del siglo XX
resuena con el resentimiento blanco de las realidades modernas”.
En buena medida,
no me molestan las respuestas furibundas de los lectores de mis columnas
semanales, ya que las atribuyo a las decisiones políticamente selectivas que
muchas personas hacen al consumir información y solicitar opiniones.
De vez en
cuando, lectores que se autoproclaman progresistas –tal vez porque frecuentan
el sitio Web, Center for American Progress (CAP), donde se publica mi columna-,
me contactan para hacerme saber que concuerdan con algo que he escrito. Y
ocasionalmente, cuestionan una opinión o señalan un error factual.
Con todo, jamás
había experimentado algo parecido a la reacción que provocó la columna sobre
Buchanan. Es más, ninguna columna de las que he escrito en los seis años que he
publicado “Race and Beyond” ha generado más reacciones por parte de los
lectores.
Fueron
mayormente negativas, y los lectores llenaron el correo electrónico de mi
oficina con correspondencia iracunda, hostil, ofensiva e insultante. Muy
contadas manifestaron un desacuerdo respetuoso, y una fracción vibraba con un
racismo desmedido. Por lo que pude adivinar a partir de los nombres y los
identificadores, todos los comentarios fueron escritos por hombres.
He aquí una
muestra de los insultos típicos:
Cierra tu puta boca sobre Pat y los estadounidenses
blancos… sin un hombre blanco en la presidencia, Estados Unidos está condenado
porque el hombre negro no puede gobernarse… mira lo que pasa en África… llena
de exuberantes tierras agrícolas, y gente muerta de hambre… ¿puedes ves el
problema en esa imagen?… pero supongo que también es culpa del hombre blanco!!!
Y:
Miserable idiota. Nosotros los blancos, sobre quienes estás
generalizando (mientras que hipócritamente nos acusas de ese mismo racismo), no
“añoramos” los viejos tiempos. Lo que queremos es igualdad de oportunidades y
éxito para todos los estadounidenses.
Sabemos que ciertos grupos, como el tuyo, no están
actuando como estadounidenses. Terrible ilegitimidad, crímenes horribles, uso
de drogas, enfermedades venéreas, tasas de abandono escolar, etcétera, etcétera,
todo eso es resultado de tu filosofía antiestadounidense.
Ellos no aman a mi país, siempre encuentran defectos
sin jamás reconocer nuestro “excepcionalismo” y nuestros logros. Ni siquiera piensan
que debemos tratar de ser lo mejor posible, cosa que, debido a nuestro sistema
de mercado libre (si es que todavía existe), nos daría mucho.
Ellos ven su grupo racial o étnico como una
muchedumbre de necesidades especiales sin jamás aceptar la responsabilidad de
su condición. Todo es culpa de esos “tipos blancos”.
No, no es así. Si alguna vez te crece el cerebro y
adoptas ideales estadounidenses de auto-dependencia, superando obstáculos en
vez de vivir a costas del esfuerzo ajeno, podrías tener el mismo éxito. Carajo,
cuando vas a escribir sobre el beneficio de los padres en el hogar.
Ah, lo olvidaba, no puedo criticar a esos “tipos
negros”, podría faltarles al respecto. Pobres bebés. Arropado en tu estrechez
mental mediática, dudo que estés de acuerdo conmigo. Es como dice la Biblia
sobre la gente como tú, prefieren la mentira antes que la verdad.
Pero si somos como tu grupo étnico (África), o los
otros (latinos, musulmanes), podemos ser tan disfuncionales, corruptos,
débiles, enfermos, y pobres como los países de donde vino “todo el montón” de
ustedes.
Si no te gustan los ideales estadounidenses, entonces
por qué no te largas en vez de destruirlos para los estadounidenses de verdad,
incluidos esos “tipos negros” o los latinos o los musulmanes que realmente
tratan de ser estadounidenses.
Es obvio que nunca te darás cuenta de lo que es ser un
reportero completamente improductivo, inútil y exageradamente pagado que no
tiene el sentido común para tratar de arreglar problemas en vez de culpar a los
demás. ¡¡¡Muérete!!!
Este, en cambio,
fue singularmente respetuoso para expresar su desacuerdo:
Pat Buchanan se limita a presentar hechos de la
historia de nuestro país. Y no se equivoca, señor. Si bien no hay una lengua
oficial en algunos países, un lenguaje común es lo que siempre ha mantenido
unido a un pueblo. El lenguaje común es un principio unificador de una
sociedad. Pat incluso pudo haber abundado en sus ejemplos de Estados Unidos
utilizando otros casos de la historia y el mundo.
Y también lo fue
este:
Escribió un buen artículo sobre Pat Buchanan. Habría
sido estupendo, de no ser por el título. El título te señala como racista. No
todos los blancos piensan como Pat B. Quienes comparten esa fantasía,
simplemente comparten esa fantasía.
No es una fantasía blanca, es la fantasía de ellos. Cuando
haces generalizaciones tan vastas sobre todos los blancos y los comparas con
Pat B, propagas el racismo. Una vez que los negros decidan dejar de usar el
argumento de la raza, los problemas de raza desaparecerán.
Comparto estos
fragmentos de mi correo electrónico, porque considero que confirman el
argumento original de mi columna. También creo que podría ser muy esclarecedor
e importante que los lectores frecuentes de mi columna vean lo que piensa la
gente fuera de sus círculos de confort.
No me molestan
las críticas, porque he tenido mucha experiencia escribiendo sobre raza en las
últimas tres décadas. Parte del trabajo de un columnista es absorber las críticas
y leer correos iracundos. Y también, desarrollar una coraza: los comentarios
vulgares deben resbalarte por la espalda y nunca tocar tu alma.
No obstante,
también quiero entender a la gente que lee lo que quiero decir, y luego se toma
la molestia de enviarme una respuesta. Por lo que puedo conjeturar, parece
haber dos razones interconectadas para la avalancha de emociones candentes
hacia esta columna.
Primera, como ha
ocurrido varias veces antes, los editores de Newsweek re-publicaron mi artículo en su sitio Web, y a su vez,
Yahoo subió brevemente la publicación en su página de inicio. El doble golpe de
publicación y re-publicación en más espacios mediáticos de corriente principal,
amplificó mi opinión sobre Buchanan más allá del sitio Web CAP, y me puso en
contacto con un público que, probablemente, no pasa mucho tiempo leyendo
opiniones progresistas.
Lo más seguro es
que nunca hubieran oído hablar de mí, y aprovecharan la ocasión para hacerme
saber cuánto les disgustó lo que dije.
La segunda razón
es, quizás, previsible para cualquiera que escribe sobre raza: los troles salen
de sus rincones ocultos y sombríos para escribir toda suerte de comentarios
desdeñables que no se atreven a decir en público o en presencia de personas
decentes. Y esto es particularmente cierto cuando los artículos en cuestión son
redactados por o sobre personas de color, y los lectores se sienten
personalmente ofendidos.
Tomemos el caso
de la reciente andanada de ataques contra la hija del presidente, por el
anuncio de sus planes universitarios; y si a esas vamos, los comentarios sobre casi
cualquier noticia relacionada con la administración del presidente Barack
Obama.
Y, por no
quedarse atrás, los racistas también suelen mostrarse especialmente activos con
sus comentarios en línea sobre delincuencia y deportes, temas sobre los cuales
es más probable encontrar artículos que hablen de personas negras.
Nada me complace
más que saber que alguien –un individuo desconocido y anónimo, en la vastedad
del ciberespacio- está lo bastante interesado en lo que escribo para ponerse en
contacto conmigo y compartir una opinión. Que estés de acuerdo o en desacuerdo
no tiene tanta importancia como el hecho de que te tomaste el tiempo para
revelarme un atisbo de tu personalidad. Eso lo tomo como un cumplido sobre mi
trabajo.
Para ser
completamente sincero, escribo con el único fin de compartir mis opiniones, y
me halaga saber qué piensa la gente de ellas. Si un día ya no puedo absorber
las críticas –sin importar cuán duras u ofensivas sean-, ese día dejaré de
escribir.
Sam Fulwood III es un miembro prominente del Centro
para el Progreso Estadounidense, y Director del Instituto de Liderazgo CAP.
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Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration with Newsweek