La
absurda temporada política de EE. UU. se apresurará a su cierre con la elección
presidencial de noviembre. Es probable que las convenciones de ambos partidos
sean animadas.
Pero
estos espectáculos se quedarán cortos ante el boato que se espera el próximo
mes en el congreso del Partido Comunista en la República Popular Democrática de
Corea (RPDC). Por primera vez en 36 años, antes de que naciera el actual líder
Kim Jong Un, el Partido Coreano de los Trabajadores (PCT) se reunirá.
Todavía
no sabemos la fecha exacta en que se reunirán los delegados. Pero los
norcoreanos apenas acaban de finalizar una campaña de 70 días en preparación
para el gran evento. En la RPDC, las apariencias son todo.
Las
masas supuestamente marcharán como una detrás del “Joven Mariscal”. El régimen
dice que la campaña es para “defender la autoridad de la dirigencia” del PCT y
resistir a los “imperialistas de EE. UU.”.
Por
lo menos Kim Jong Un ha enfatizado el desarrollo económico; su padre, el “Líder
Querido” Kim Jong Il, impulsó una política de “los militares primero”.
La
pregunta de EE. UU. es “¿por qué el congreso?” Solo es el décimo séptimo en los
68 años de historia de la RPDC.
En
el último, el “Gran Líder” Kim Il Sung inauguró un sistema de comunismo
monárquico cuando anunció que su hijo lo sucedería. Los más de 3,000 delegados
también afirmaron la filosofía de Kim del “Juche”, o independencia.
En
los años posteriores, el partido pareció perder relevancia. Kim instituyó el
gobierno unipersonal. Después de que Kim Jong Il ascendió al poder, él cambió
el poder hacia los militares y lejos del PCT. Un congreso del partido hubiera
sido casi superfluo.
Sin
embargo, ya no más. Desde que Kim Jong Un asumió el poder después de la muerte
de su padre en diciembre de 2011, Kim hijo ha estado remodelando la estructura
de poder de Pyongyang. Él echó a la mayoría de los principales funcionarios
nombrados por y leales a su padre y eliminó despiadadamente cualquier desafío a
su poder. Aún más, Kim regresó la toma de decisiones al PCT.
El
congreso del partido restablecerá enfáticamente la autoridad del partido, con
Kim al timón. La reunión también consolidará el ascenso de la nueva generación
de funcionarios de Kim.
Aun
cuando él pareciera estar seguro de que no lo desafiarán, su promiscuo recurrir
a la ejecución sugiere que él siente más bien lo opuesto. De hecho, este mes su
régimen sufrió la vergüenza de una serie de defecciones.
Kim
podría usar el congreso para ratificar sus políticas económicas más
reformistas. El joven Kim parece comprometido con el desarrollo económico, ya
sea para mejorar la situación de su pueblo o fortalecer la nación que él
gobierna.
Los
cambios son lo bastante impresionantes —una proliferación de mercados— como
para requerir de un marco más formal. Ruediger Frank, de la Universidad de
Viena, observó: “Todas las reformas importantes del estado socialista —ya sea
en China con Deng Xiaoping, la Unión Soviética con Gorbachov o Vietnam con el
eslogan de doi moi— se ha anunciado
en tales congresos regulares del partido o en eventos relacionados”.
Un
programa más robusto y sistemático de reforma económica es la mejor esperanza
para que Corea del Norte escape de la pobreza miserable. La reforma económica
también crea la posibilidad de la liberalización política.
China
ha demostrado que moverse hacia los mercados no trae consigo automáticamente la
democracia. Pero la República Popular de China de hoy día es mucho más libre en
todo sentido de lo que fue durante el gobierno de Mao Zedong. Ese podría ser la
razón de que el padre de Kim, Kim Jong Il, se resistió a las reformas
económicas al estilo chino.
Ya
que nada más ha funcionado todavía, Washington debería acoger el congreso
mediante expresar una disposición a hablar con Pyongyang, y no únicamente sobre
armas nucleares, las cuales casi ciertamente son un callejón sin salida con la
dinastía Kim.
Como
la guerra sería la peor de todas las posibilidades y las sanciones solo pueden
herir pero no transformar, EE. UU. necesita explorar otras opciones.
Las
convenciones políticas de EE. UU. serán relevantes porque determinarán quién
tomará el timón en Washington. Pero la reunión política de la RPDC ofrecerá lo
máximo en coreografía política.
También
podría ratificar un cambio de dirección en Pyongyang. Como lo señalé en Forbes: “EE UU debería fomentar tal
posibilidad. Aun cuando la probabilidad de éxito sea pequeña, ello sería mejor
que continuar con el enfoque de callejón sin salida de hoy día”.
Este artículo apareció primero en el sitio del Instituto Cato.
Doug Bandow es un alto miembro del
Instituto Cato especializado en política exterior y libertades civiles. Él
trabajó como asistente especial del Presidente Ronald Reagan y como editor de
la revista política
Inquiry.
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Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration