Está
claro que el fútbol tiene un problema con las conmociones cerebrales y el daño
cerebral. Pero más y más obras insinúan que los golpes constantes a la cabeza,
incluso aquellos que no provocan conmoción, pueden conllevar problemas más
adelante. Ahora, una investigación nueva sugiere que los golpes de
“subconmoción” (o sea, aquellos que no provocan conmoción) podrían afectar la visión.
En
un estudio publicado el 12 de mayo en la revisión JAMA Ophthalmology, investigadores de la Universidad de Temple y otras
partes hallaron que los jugadores de fútbol americano colegial quienes
recibieron muchos golpes tenían una capacidad reducida para enfocar objetos
cercanos a sus ojos, en comparación con sus pares que no fueron tan golpeados.
En
el artículo, los científicos midieron la cantidad y la intensidad de los golpes
que 29 jugadores de fútbol americano colegial recibieron en el transcurso de
cinco prácticas de entrenamiento de contacto total, mediante colocar
acelerómetros en los protectores bucales de los atletas. Luego clasificaron a
los jugadores en una categoría de alto o bajo impacto. Después, llevaron a cabo
lo que se conoce como prueba de “punto próximo de convergencia” (PPC), la cual
mide la capacidad de una persona para enfocar un objeto conforme se acerca más
y más a los ojos. (La PPC mide la distancia en la cual un objeto ya no puede
ser enfocado sin visión doble, por lo que resultados más bajos son mejores.)
Aquellos en el grupo de alto impacto tuvieron una capacidad reducida para
enfocar objetos más cercanos a sus ojos después de las prácticas —y por lo
tanto tuvieron resultados más altos— en comparación con aquellos que fueron
menos golpeados.
Cuando
un objeto se acerca demasiado, los ojos al final no pueden conservar su
“convergencia” y ocurre la doble visión. En ese punto, “los músculos y nervios
alrededor de los ojos no son capaces de conservar el foco en un solo objeto”,
dice Dianne Langford, neurocientífica de Temple y autora principal del estudio.
Conservar el foco requiere de una calibración cuidadosa de estos nervios y
músculos. Esta capacidad finamente ajustada disminuye gradualmente con la edad,
y es sensible al daño cerebral; una obra anterior mostró que las conmociones
provocan un aumento significativo en el resultado de la PPC. Este es el primer
estudio en mostrar que lo mismo puede suceder, aunque a un grado mucho menor,
con los golpes constantes de “subconmoción”.
Incluso
dentro del grupo de alto impacto, quienes fueron golpeados más veces tenían un
grado mayor de alteración en su capacidad de enfocar a corta distancia.
Langford
dice que ellos no saben con seguridad lo que provoca el cambio en la visión,
pero podría deberse a lesiones en el bulbo raquídeo resultantes de la torsión
rotatoria al recibir golpes duros.
No
obstante, es importante señalar que tres semanas después de que terminaron las
prácticas de contacto total, los resultados visuales mejoraron y regresaron a
sus niveles de partida, dice Langford. Pero ella añade que le preocuparía el
que alguien experimente este grado de contacto por muchos años, o toda una
carrera. “En realidad no estoy segura de cuál podría ser el resultado”, dice
ella. “Es como si se te contrae un músculo, cuando descansas, te recuperas.
Pero si continúas [recibiendo golpes constantes en la cabeza] una y otra vez,
no sé si habrá una recuperación total”.
Hay
limitaciones en el estudio. Fue relativamente pequeño, incluyendo solo 29
jugadores. Y los cambios en la visión fueron subclínicos; ninguno de los
atletas se quejó de síntoma alguno después de las prácticas, y no notaron
cambio alguno en su visión.
“Por
lo tanto, uno se pregunta si estos cambios son clínicamente significativos”,
escriben los médicos Andrew Lee y Steven Galetta, respectivamente del Hospital
Metodista de Houston y el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva
York, en un comentario publicado junto con el estudio.
Aun
así, se suma a un cuerpo de obras las cuales sugieren que los golpes constantes
de subconmoción, experimentados durante años, pueden provocar daño cerebral.
Por ejemplo, algunas investigaciones han insinuado un vínculo entre una
historia de impactos de subconmoción y la encefalopatía traumática crónica, una
enfermedad degenerativa y progresiva del cerebro, dice Langford.
“Si
los hallazgos de este estudio se confirman, dará un mayor impulso para limitar
las prácticas de contacto total en deportes de colisión”, escriben Galetta y
Lee.