La corrupción mueve a cada año, en todo el mundo, entre
1500 y 2000 millones de dólares en sobornos, tanto en países pobres como ricos,
alertó este miércoles Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario
Internacional (FMI).
Lagarde dijo que las pérdidas por los sobornos representan
aproximadamente el dos por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) global.
En un ensayo
que será presentado este jueves en la Cumbre Anticorrupción convocada por el
primer ministro británico, David Cameron, en Londres, la directora del FMI explicó
que “los sobornos son apenas una parte de todas las posibles formas de
corrupción” y por lo tanto el costo total “es muy elevado”.
Christine
Lagarde explicó que la suma de los costos directos e indirectos de la
corrupción “conduce al bajo crecimiento y a un crecimiento de la
desigualdad” y tiene “un impacto corrosivo” en las sociedades,
como la desconfianza en los gobiernos y erosión de valores sociales.
Dijo además
que la corrupción frena la inversión tanto local como extranjera y ayuda a
perpetuar la ineficiencia, con consecuencias directas en la capacidad de los
gobiernos de aplicar recursos en áreas como educación y salud.
Refirió que
el fenómeno “afecta desproporcionadamente a los pobres”, ya que esas
personas dependen más de los servicios de gobierno.
A decir de Lagarde,
el enfrentamiento del fenómeno de la corrupción requiere un abordaje
“holístico” que incluya los elementos que componen la imagen del
‘palo y la zanahoria’, en la forma de sanciones e incentivos.
“Diversos
instrumentos en general caracterizados como de naturaleza disciplinaria (el
palo) pueden mejorar la rendición de cuentas. Otros instrumentos proporcionan
refuerzo positivo (la zanahoria)”, escribió Lagarde en su ensayo de 13
páginas al que tuvo acceso la agencia AFP.
En el
documento, Christine Lagarde sostuvo que “el mayor desafío surge cuando la
corrupción ha permeado una sociedad” al punto en que las instituciones que
deben aplicar la ley se ven comprometidas en su integridad y credibilidad.
La directora
del FME explicó que la corrupción termina por introducir “enormes
cantidades de imprevisibilidad” a los negocios, y por ello el sector
privado debe ser un aliado para erradicar prácticas corruptas.
En ese
sentido refirió que “por cada soborno aceptado por un funcionario público,
un soborno es ofrecido” por una personas proveniente de la iniciativa privada.