Una fría tarde de febrero, varios exfuncionarios
estadounidenses se dirigían apresuradamente hacia el hotel Hilton en Berlín,
una ciudad conocida desde hace mucho tiempo por sus espías e intrigas de la
época de la Guerra Fría. Habían viajado a ese lugar para una reunión privada
con representantes de alto rango de Corea del Norte, el gobierno más solitario
del mundo. Durante los siguientes dos días, los estadounidenses se reunieron en
las modernas salas de conferencias del hotel y escucharon una sorprendente
nueva propuesta. El líder supremo Kim Jong Un, dijeron los norcoreanos, deseaba
reanudar las negociaciones con la esperanza de terminar con las hostilidades
entre ambas naciones.
El momento fue muy importante. Un mes antes, Estados
Unidos había acordado participar en conversaciones para terminar oficialmente
con la Guerra de Corea, pero ese esfuerzo se vino abajo cuando Washington
exigió que el programa de armas nucleares del Norte formara parte de las
discusiones. Pocos días después, el Reino Ermitaño, conocido oficialmente como
República Popular Democrática de Corea (RPDC), hizo estallar lo que, según sus
afirmaciones, era una bomba de hidrógeno en un sitio subterráneo en las
escarpadas montañas del noreste del país. La prueba nuclear, la cuarta
realizada por el país, dejó a los funcionarios estadounidenses buscando nuevas
formas de hacer frente a la amenaza de uno de los últimos regímenes comunistas
del mundo.
Después de la reunión en Berlín, los ex funcionarios
estadounidenses volvieron rápidamente a Washington para informar a la Casa
Blanca. Sentados en una mesa de conferencias en la Sala de Situación, dijeron a
los principales asesores de seguridad del presidente que Pyongyang estaba listo
para dejar de hacer pruebas con armas nucleares durante un año. A cambio,
Estados Unidos y Corea del Sur tendrían que suspender sus ejercicios militares
anules conjuntos que la RPDC consideraba provocadores.
La oferta era similar a una que Corea del Norte había
propuesto un año antes y que había sido rechazada por la Casa Blanca, en gran
medida por la furia desatada por el supuesto hackeo de Sony Pictures por parte
de Pyongyang. Sin embargo, esta vez, Corea del Norte deseaba hablar acerca de
poner fin oficialmente a la Guerra de Corea (que técnicamente concluyó con un
armisticio en 1953). Y Kim ahora estaba dispuesto a incluir el tema nuclear en
las conversaciones. Los asesores del Presidente escucharon atentamente sin
decir palabra.
Poner fin a la Guerra de Corea había sido una prioridad
para el joven dictador de Corea del Norte. Los analistas afirman que lo
considera como una manera de eliminar la amenaza de decenas de miles de
soldados estacionados en Japón y Corea del Sur. Los expertos piensan que su
arsenal nuclear es su ventaja y su medio de disuasión contra un ataque
encabezado por Estados Unidos. “La prueba con la bomba H fue una medida de
autodefensa para proteger la soberanía de la nación contra las amenazas
nucleares y los chantajes de las fuerzas hostiles que crecen diariamente”, anunció
en enero la Agencia Noticiosa Central Coreana de Pyongyang. Dicha agencia dijo
que Corea del Norte abandonaría su programa nuclear sólo si “Estados Unidos se retracta de su
política hostil hacia la RPDC y las fuerzas de la agresión imperialista dejan
de infringir nuestra soberanía”.
Dejando atrás la retórica comunista de la vieja guardia,
algunos analistas afirman que el gobierno de Obama pasó por alto una importante
señal: Kim podría estar listo para llegar a un acuerdo con Estados Unidos.
La Casa Blanca declinó comentar acerca de la nueva
propuesta de Corea del Norte, la cual nunca antes se había hecho pública. Pero
un creciente número de analistas y exfuncionarios afirman que la política del
gobierno de Obama con respecto a Corea del Norte podría ser un peligroso error,
debido en gran medida a suposiciones mal informadas sobre la fragilidad de
Pyongyang, la enorme influencia política y económica de China en ese país y una
percepción de Kim como poco más que un villano de caricatura. Estos expertos instan
al gobierno a que acepte la más reciente oferta de Corea del Norte y que
reinicie las negociaciones. Como mínimo, señalan, la propuesta de Pyongyang
podría ralentizar el programa nuclear de ese país e iniciar conversaciones para
dejar atrás más de 60 años de tensiones en la Península de Corea. En el mejor
de los casos, podría producir otro acuerdo histórico como el que el presidente
Barack Obama alcanzó con Irán y su apertura diplomática hacia Cuba y Myanmar.
Pero los críticos advierten que si la Casa Blanca se
aferra a su política actual, la RPDC podría tener hasta 100 bombas para finales
de esta década. Como señala James Church, pseudónimo de un ex agente de la CIA
y experto en Corea del Norte, “cada vez que realizan una prueba, aprenden mucho
más”.
“CUIDADO CON SUS PIES”
Cuando Obama asumió el cargo en 2009, los norcoreanos ya
habían realizado su primera prueba nuclear, y dos acuerdos nucleares ya habían
fracasado en medio de acusaciones mutuas de engaños. Pero Obama tendió la mano
rápidamente a Corea del Norte con la esperanza de reanudar las conversaciones.
La respuesta de Pyongyang: una segunda prueba nuclear. Entonces, Obama adoptó
un enfoque de mano dura que, esencialmente, es un reflejo de las severas
políticas del presidente George W. Bush. Obama se rehusó a participar en
conversaciones directas con Pyongyang en tanto el régimen no demostrara que
estaba dispuesto a renunciar a sus armas nucleares. Mientras tanto, Estados
Unidos endureció sus sanciones contra Corea del Norte, creyendo que el pobre y
aislado país acabaría colapsado o acordado su desnuclearización.
Dos años después, la hambruna obligó a Pyongyang a volver
a la mesa de negociaciones. A principios de 2012, Obama y Kim lograron un
acuerdo que exigía a Corea del Norte que congelara sus programas de misiles
nucleares y balísticos a cambio de 240 000 toneladas de ayuda alimentaria
estadounidense. Pero poco después, el acuerdo fracasó cuando Pyongyang disparó
un misil para poner en órbita un satélite. En el 2013, Corea del Norte llevó a
cabo su tercera prueba nuclear.
En 2015, después de que Estados Unidos e Irán
establecieron un acuerdo nuclear, Obama pareció suavizar su enfoque hacia
Pyongyang con la esperanza de llegar a un acuerdo similar. Dejó a un lado su
condición de que Corea del Norte suspendiera su programa nuclear antes de que
pudieran comenzar las conversaciones directas sobre sus armas nucleares. Pero
Pyongyang sólo deseaba hablar sobre la finalización oficial de la Guerra de
Corea, y ese esfuerzo se disolvió. Tras la cuarta prueba nuclear del Norte,
ocurrida en enero, Estados Unidos y el Consejo de Seguridad de la ONU
impulsaron muevas sanciones contra Pyongyang.
Durante los últimos siete años, ninguno de los esfuerzos
diplomáticos de Obama ha modificado la cooperación de defensa entre Estados
Unidos y su aliada Corea del Sur. Ambos países siguieron realizando ejercicios
militares conjuntos, descritos este año por Seúl como una práctica efectuada
para “decapitar” a Pyongyang. Las maniobras de este año fueron las más grandes
de la historia, y en ellas participaron 300 000 soldados surcoreanos y 17 000
estadounidenses. Durante los ejercicios, el ejército estadounidense probó dos
misiles balísticos intercontinentales con capacidades nucleares. “El mensaje
para Corea del Norte tuvo que ser: ‘¿así que creen que tienen armas nucleares?
Bueno, nosotros tenemos una forma de tratar con esto, y se llama prevención.
Así que tengan cuidado con sus pies’”, dice William Brown, antiguo analista de
la CIA.
A pesar del reciente despliegue de poder, cuando se le
pidió que evaluara la política actual de Estados Unidos hacia Pyongyang, un
funcionario gubernamental de alto nivel indicó que la Casa Blanca todavía está
preparada para iniciar el diálogo con Corea del Norte antes de que esta
demuestre que está lista para renunciar a sus armas nucleares. Church y otros
expertos piensan que la postura más suave de Obama respecto a las
negociaciones, y la oferta de Corea del Norte en Berlín, podrían significar una
renovación de las conversaciones. Pero Church sospecha que cualquier movimiento
en ese sentido sólo podría ocurrir después de que las más recientes sanciones impuestas por Estados Unidos
y la ONU hayan tenido el tiempo suficiente para dañar al régimen de Kim.
“Debemos sondear qué tan duros son,” afirma.
VIEJOS ALIADOS: Una imagen del presidente estadounidense
Barack Obama y de la presidenta surcoreana Park Geun-hye es desplegada mientras
manifestantes pacifistas en Seúl exigen el fin de los ejercicios militares
entre Estados Unidos y Corea del Sur. FOTO: AHN YOUNG-JOON/AP
PYONGYANG TENÍA RAZÓN
Church y otros expertos en Asia insisten en que si se
prepara una nueva iniciativa diplomática, la Casa Blanca deberá mostrar una
comprensión mucho mejor de Corea del Norte. Esta tarea no es fácil, pues se
trata de uno de los países más impenetrables del mundo. “Es una consecuencia de
la mitología que se ha construido alrededor [de Corea del Norte]”, afirma Church. “Es muy fácil aceptar
la opinión convencional: son arteros, no es posible llegar a un acuerdo con
ellos, hacen trampa en todos los acuerdos en los que participan; Kim es un
demente”. Todas estas afirmaciones, señala, son incorrectas.
Pocas personas podrían poner en duda la reputación de Kim
como alguien brutal. Tras suceder a su padre en 2011, el joven dictador, que en
ese entonces tenía sólo 28 años, se deshizo de supuestos opositores, ejecutando
a su tío y antiguo mentor Jang Sung Taek, además de todos los familiares de
éste. Los abusos a los derechos humanos en el régimen de Kim han instado a una
comisión de la ONU a exigir que sea investigado por crímenes contra la
humanidad. “Así que es cruel”, dice Church, encogiéndose de hombros. “Muéstrame
a un dictador que no lo sea.”
Church no es la única persona que piensa que Estados
Unidos debe revaluar su punto de vista sobre el excéntrico líder. A pesar de su
extraño corte de pelo y su extravagante retórica, “Kim no está loco,” afirma
Joel Wit, antiguo analista de Corea en el Departamento de Estado. Sus amenazas
de evaporar Nueva York y Seúl son perturbadoras, señala Wit, pero las califica
como una “respuesta predecible” a su temor a ser derrocado. Otros analistas
desestiman la conclusión de que Corea del Norte vaya hacia el abismo, como ha
sugerido Obama. Aunque, según se informa, la hambruna mató a miles de personas
en 2011 y la vida en el campo norcoreano sigue siendo dura, Kim ha estabilizado
la economía y, por ahora, la nación es autosuficiente desde el punto de vista
alimentario, señala Brown, el analista de la CIA. Las personas que han visitado
Pyongyang describen una vida nocturna en ciernes, con un creciente número de
restaurantes, bares y salas de karaoke. Hay taxis privados recorriendo las
calles y que exigen su pago en dólares, y millones de norcoreanos ahora poseen
teléfonos celulares. Estos, dice Brown, son signos de una creciente clase media
que ha prosperado bajo las limitadas reformas de libre mercado de Kim.
Corea del Norte está un tanto aislada, pero Brown afirma
que Kim ha diversificado a los socios comerciales del país para incluir no sólo
a China, sino también a países de África, Asia y Europa. Añade que cada vez más
personas de estos países visitan Pyongyang, y los norcoreanos viajan para
estudiar y trabajar. “Están sucediendo muchas cosas”, señala Brown.
Los exfuncionarios también afirman que Kim no es el único
que hace trampa en los acuerdos. Wit observa que un acuerdo nuclear establecido
en 2005 naufragó porque Bush castigó a Corea del Norte con nuevas sanciones
económicas “antes de que se secara la tinta”. De forma semejante, el breve
acuerdo de Obama, establecido en 2012 y en el que se restringían las pruebas
nucleares y con misiles se vino abajo cuando Corea del Norte insistió en que
los misiles de largo alcance para el lanzamiento de satélites estaban exentos.
Y Wit, el antiguo funcionario del Departamento de Estado, señala que Pyongyang
tenía razón. “Corea del Norte,” dice, “nunca acordó no llevar a cabo pruebas de
lanzamientos espaciales”.
Otro importante malentendido es la convicción del gobierno
de que China utilizará su influencia para lograr que Corea del Norte renuncie a
su arsenal nuclear. China se opone a las armas nucleares de la RPDC y apoya la
más reciente ronda de sanciones impuestas por la ONU, pero Beijing excluyó de
la resolución sus embarques de combustible hacia Corea del Norte y las exportaciones
de carbón y hierro de Pyongyang. La razón: China considera a Corea del Norte
como una barrera contra la democrática Corea del Sur, que alberga a 29 000
soldados estadounidenses. A Beijing le preocupa que unas sanciones más severas
pudieran desestabilizar al régimen de Kim, enviando a millones de refugiados
norcoreanos hacia China y quizás incluso llevando a soldados estadounidenses y
surcoreanos directamente hasta su frontera.
“Para China, las sanciones tienen el objetivo de hacer que
los norcoreanos vuelvan a la mesa de negociaciones”, afirma James Person,
experto en Corea del Centro Internacional Woodrow Wilson para Especialistas.
“Lo último que China desea es que el Estado norcoreano colapse”.
“LA SOGA SE APRIETA”
Algunos analistas, entre ellos, funcionarios del gobierno,
aún creen que China sigue siendo la clave para hacer que Corea del Norte
renuncie a sus armas nucleares. Hasta ahora, las autoridades chinas han
prohibido que varios bancos cercanos a la frontera con la RPDC manejen más transacciones
con Pyongyang, de acuerdo con los medios de comunicación chinos, controlados
por el Estado. Los informes señalan que Beijing también ha inspeccionado los
cargamentos de los barcos que pasan a través de su territorio para entrar o
salir de Corea del Norte.
Con el paso del tiempo, conforme los chinos aplican
sanciones cada vez más severas, “los norcoreanos tendrán cada vez menos
opciones”, afirma Michael Fuchs, que hasta hace poco era subsecretario
asistente de Estado para asuntos de Asia Oriental y el Pacífico. “La soga se
aprieta”. David Straub, exdirector de la oficina sobre Corea del Departamento
de Estado, está de acuerdo. “Realmente hemos llegado a un punto sin retorno”,
afirma. “Puede ocurrir que nuestras presiones incrementadas gradualmente persuadan
a los líderes norcoreanos de que esto no funciona como habían esperado, o que
las tensiones crezcan tanto en Corea del Norte que se produzca algún cambio
dentro del régimen mismo”.
Los escépticos afirman que las conversaciones de paz con
Pyongyang son la única manera de resolver el tema nuclear. Pero esto no será
fácil. Cualesquier negociaciones de paz de amplio alcance con la RPDC harían
que las conversaciones que derivaron en el acuerdo con Irán parezcan simples.
Para empezar, ambos bandos están todavía muy alejados con respecto al tema
nuclear, mientras que Corea del Norte ahora exige ser reconocida como potencia
nuclear y Estados Unidos aún insiste en su desnuclearización. Evidentemente,
cualesquier negociaciones deberán tener en cuenta la seguridad de Corea del Sur
y Japón, ya que ambos países cuentan con tratados de defensa con Estados
Unidos. Obama analizó la amenaza nuclear de Corea del Norte con la presidenta
surcoreana Park Geun-hye y el primer ministro japonés Shinzo Abe durante la
cumbre de seguridad nuclear de dos días de duración que comenzó el 31 de marzo
en Washington. También se reunió por separado con el presidente chino Xi
Jinping.
Quizás el mayor obstáculo para cualesquier conversaciones
de paz: la insistencia de Estados Unidos en las reformas relacionadas con los
derechos humanos. Los expertos afirman que es casi seguro que Kim se resista,
declarando que el tema es un asunto interno. Los defensores de los derechos
humanos atacarán cualesquier conversaciones que dejen de lado este tema.
Los expertos también advierten que un acuerdo podría tomar
años, dejando la responsabilidad del acuerdo final al sucesor de Obama.
Mientras tanto, los negociadores estadounidenses podrían esperar una gran
cantidad de malentendidos, rabietas y reveses. Y no habría ninguna garantía de
que incluso los diplomáticos más experimentados puedan convencer a Corea del
Norte de cobrar su póliza de seguros nuclear. Pero como lo demuestra la más
reciente prueba nuclear de Kim, la alternativa a la diplomacia sería un régimen
sin ningún incentivo para detener su acumulación nuclear. También existe el
peligro de que Corea del Norte venda su tecnología nuclear a terroristas y
otros regímenes fuera de la ley. En 2007, aviones de guerra israelíes
destruyeron un reactor nuclear en el este de Siria que había sido construido
con la ayuda de los norcoreanos. En un momento en el que Obama hace énfasis en
la importancia de la seguridad nuclear, los más recientes intentos de la RPDC
podrían constituir la última mejor oportunidad para lograr la paz o, al menos,
una mayor estabilidad en la volátil península de Corea. En palabras de Wit, “al
gobierno le quedan nueve meses”.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek