Reed Hastings ingresa en el salón Ferris Bueller. Lleva puesto un saco de color gris, unos jeans de corte skinny en tono oscuro, y una camisa que se debate entre el marrón y el caqui. No hay desaliño en su atuendo como para definirlo como un hipster-baby boomer, pero sí se percibe un poco de abandono, cierta futilidad, acaso, la cual se ve generosamente compensada por su silueta espigada, su innegable aire británico y los resabios del acento que parece tratar de ocultar y que, sin embargo, remiten a Boston, la ciudad en la que nació.
El salón está repleto de periodistas y está situado en el primer nivel del edificio E del cuartel general de Netflix en el pueblo de Los Gatos, California; una localidad cuyos habitantes si no son empleados del gigante de contenidos de televisión por internet, se dedican la mayor parte del tiempo a pasear perros que lucen como celebridades, a recorrer en bicicleta las calles como si estuviesen compitiendo en el Tour de Francia, o hacerse la manicura en las decenas de establecimientos destinados a ese fin.
En menos de diez minutos, Hastings dicta una pequeña ponencia titulada “Going Global: What We’ve Learned” (Rumbo a ser globales: lo que hemos aprendido), en la que parte de los logros de Guillermo Marconi como impulsor de la radio y desarrollador de la telegrafía sin hilos, pasa por la invención de la televisión, las computadoras, hasta llegar al advenimiento de la internet y todo lo que a partir de ella ha surgido. Cuando concluye, se dice dispuesto a responder preguntas y, cual si fuese un jugador de fútbol emplazado en una barrera para defender un tiro libre directo, cruza las manos a la altura de los genitales.
Hastings, es obvio, no está esperando un balonazo ni protegiendo su virilidad. Pero cuando tienes enfrente a 40 periodistas de todo el mundo, no estaría de más que tomaras precauciones. Hastings, sin embargo, más que protegerse está siendo el hombre humilde que suele ser. Pero… ¿puede ser humilde un hombre que ha amasado una fortuna cifrada en 1290 millones de dólares, que ha revolucionado la manera en que la gente de todo el mundo ve la televisión y que ha provocado una envidia rayana en la vulgaridad de las cadenas de televisión abierta y por cable más importantes de Estados Unidos? Sí, cuesta trabajo creerlo, pero así es. ¿O acaso alguien puede recordar la última vez que Mark Zuckerberg se encerró en un pequeño auditorio con 40 periodistas y tomó preguntas? ¿La última vez que concedió una entrevista? ¿Hay alguien que pueda mencionar a un CEO de la era de internet que haga frecuentemente eso?
Lo de Hastings, empero, no se queda en la simple anécdota de encerrarse en un pequeño salón, ofrecer una ponencia y responder a las preguntas de la prensa. Un par de horas más tarde, en el restaurante Nick’s Next Door, situado en el número 11 de College Avenue, un bistró americano cuyo chef, Nick Difu, tiene ascendencia siciliana y es el favorito de Hastings en Los Gatos, el CEO y fundador de Netflix beberá un par de copas de Proseco mientras recorre mesa tras mesa y conversa con todo aquel que se acerque.
Esquivo a un par de meseros armados con canapés y copas repletas de Cabernet californiano antes de situarme a la siniestra de Hastings. Cuando llega mi turno le digo que es un rockstar que no se comporta como Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Jack Dorsey. Hastings responde: “Esa es otra liga y yo no pertenezco a ella. A mí gusta ir por ahí, mezclarme con la gente, ser una persona común, tanto como eso sea posible”.
Hastings, que no tiene propiamente una oficina en el complejo de Netflix y suele rondar por los jardines armado con su laptop y su Kindle, responde tres o cuatro preguntas más antes de ofrecer disculpas y moverse a otra mesa para atender las inquietudes de otros periodistas.
Pasan de las 19:30 horas en Los Gatos, California, y alguien anuncia que la cena está lista. Reed Hastings cenará con un grupo de periodistas y tomará el postre con otro. A no dudarlo existe toda una coreografía mediática en todo esto.
Una coreografía, empero, que sólo implementa Netflix, la compañía que fundó y preside Reed Hastings.
LA GÉNESIS DE NETFLIX
La invención de Netflix reside en una anécdota un tanto cómica que a Reed Hastings aún le avergüenza recordar. Matemático de profesión, un día de 1997 rentó una película en formato VHS que, luego de ver, abandonó por ahí. Seis semanas más tarde la encontró y quiso devolverla. Para entonces, la tarifa por retraso sumaba 40 dólares. No quiso decir nada a su esposa porque estaba seguro de que lo reprendería por tal olvido. Pero tampoco quería mentirle. Debatiéndose entre decir la verdad o una mentira, Hastings se dirigió al gimnasio para pensarlo un poco mejor. Y fue justo ahí que, al igual que Arquímedes, tuvo su eureka. “¿Y si las compañías que rentan videos operasen como un gimnasio, es decir, con una tarifa de membresía fija?”. Y no sólo eso: que el público las recibiese en su casa a través de correo postal y las devolviera de la misma forma, evitando con ello olvidos como el de Hastings.
Pero Hastings advirtió un posible problema: los casetes en formato VHS eran demasiado voluminosos y enviarlos por correo resultaría muy costoso. Por entonces, una nueva tecnología había surgido: un disco óptico para almacenamiento de datos conocido como DVD que era capaz de contener una película completa. Reed Hastings se dirigió a Tower Records, compró un montón de películas y se las envío a sí mismo por correo. Cuando las recibió, se dio cuenta de que no estaban dañadas en lo más mínimo. “Esto va a funcionar, va a funcionar”, se dijo.
El entusiasmo de Hastings era proporcional a su estado de ánimo meses antes. Pure Software, una compañía que fundó en 1991 en torno a un programa llamado Purify que él mismo desarrolló con la finalidad de identificar gusanos en programas de software, tuvo un éxito inusitado, tanto que para 1996 contaba ya con 600 empleados. Hastings, empero, no estaba aún calificado para manejar una compañía de esas dimensiones. Pure Software fue vendida en 1997 a Rational Software por 700 millones de dólares, tras lo cual Hastings se quedó sin empleo.
Con Marc Randolph como socio, Hastings fundó en 1997 Netflix. Muy pronto un número incipiente de suscriptores comenzaron a recibir en sus hogares delgados sobres de color rojo que contenían las películas rentadas, las cuales podían conservar tanto como quisieran sin que hubiese cargos por retraso, bajo la premisa de que no recibirían otra más si antes no devolvían las que estaban en su posesión.
La visión de Hastings lo llevó a contratar a Neil Hunt, un matemático como él, para que desarrollase un algoritmo que permitiese prefigurar los gustos de los suscriptores a partir de las películas que habían rentado previamente, con la finalidad de poder hacerles sugerencias en el futuro. Hastings también contrató a Ted Sarandos, un hombre que había trabajado como vicepresidente de producto y marketing en West Coast Video, una subsidiaria de Blockbuster, con la intención de tomar ventaja del amplio conocimiento que Sarandos poseía en torno al cine y la televisión.
Para el año 2000, Netflix contaba con 300 000 suscriptores que, no obstante, no hacían ninguna diferencia, pues la compañía estaba muy lejos de ser rentable y operaba con pérdidas. La tarifa en ese momento era de 20 dólares mensuales, pero Hastings creía que era posible disminuirla si fuese posible transmitir las películas vía streaminga través de internet. Cierto, era el año 2000 y todavía faltaba algún tiempo para el arribo del iPod, Wikipedia, Facebook, YouTube y el iPhone, pero Reed Hastings ya acariciaba en su cabeza la idea de poder transmitir películas en internet.
Pregunto a Hastings si su visión en ese momento le permitió atisbar todo lo que vendría años después (YouTube, los smartphones, las televisiones inteligentes), todas esas tecnologías que de algún modo se volverían integrales en su proyecto. “Parte de lo que mencionas lo esperábamos, parte de lo que mencionas nos sorprendió”, confiesa Hastings vía streaming desde un salón en las oficinas de Los Gatos. “Mencionaste los teléfonos inteligentes, las pantallas inteligentes… no teníamos idea de que llegarían. Pero siempre supimos que eventualmente reemplazaríamos a los DVD, y esa es la razón de que la compañía se llama Netflix y no DVDbymail.com”.
Con ese pensamiento en la cabeza, la primavera del año 2000 Hastings viajó a Dallas para asistir a una cita con los ejecutivos de Blockbuster. Llanamente les haría una oferta: el 49 por ciento de las acciones de la compañía así como cambiar de nombre de Netflix a Blockbuster.com, a cambio de convertirse en el servicio en línea del entonces gigante de la renta de películas.
Es sólo que en ese momento la burbuja especulativa de las dot.com estaba en su apogeo y la generosa oferta de Netflix fue vista más como una amenaza. Hastings volvió a casa con las manos vacías. Un año más tarde, cuando la burbuja comenzó a colapsar, Netflix tuvo que hacer un recorte de personal.
“Ciertamente hubo momentos difíciles. Quince años atrás, el año 2001, tuvimos que despedir a un tercio de la compañía, hablamos de 40 personas de un total de 120, debido a la burbuja de internet, seguro recuerdas eso…”.
El colapso financiero que tuvo lugar entre los años 2000 y 2002 causó una perdida en el valor de mercado de decenas de compañías por cinco billones de dólares. Sólo un 48 por ciento de las dot.com sobrevivirían a esa primera depuración del mercado de internet.
Por algún extraño milagro, para 2002 Netflix ya no operaba bajo números rojos. El 29 de mayo de ese año, la compañía de Reed Hastings lanzó su oferta pública inicial vendiendo 5.5 millones de acciones ordinarias a un precio de 15 dólares.
Dos años después, Blockbuster lanzaría su servicio de suscripción en línea, pero ya era demasiado tarde. Hacia finales del año 2005, Netflix ya contaba con 4.2 millones de suscriptores.
Por ese tiempo, las primeras sucursales de Blockbuster comenzaron a cerrar.
El pasado 18 de abril, Netflix presentó los resultados de su primer reporte trimestral del año 2016. Dieciocho años después de haber sido creada, el número de suscriptores ha alcanzado la cifra de 81.5 millones a escala mundial (46 millones sólo en Estados Unidos), pero eso al mercado pareció no importarle, pues al día siguiente, la compañía de Hastings enfrentó un martes negro en el mercado de valores: las acciones cayeron ocho puntos porcentuales, descendiendo por momentos a más del 12 por ciento.
Mientras reviso el indicador de la bolsa en mi iPhone, le digo a Hastings que parece no haber buenas noticias de Wall Street. Hastings sonríe, baja la cabeza, la sacude. “Cuando se crece tan rápido como hemos crecido —ahora tenemos 81 millones de suscriptores—, el mercado se vuelve muy volátil, en este caso especialmente porque tratan de adivinar: ‘¿Cuándo alcanzará Netflix los 100 millones de suscriptores?’. Ha ocurrido en anteriores trimestres que las acciones suben y bajan, pero eso no nos ha afectado. Lo que verdaderamente nos tiene maravillados es la continuidad de nuestro crecimiento”.
Hastings pone cara a la tormenta, pero no miente: el crecimiento de Netflix es sostenido si bien se ha ralentizado en los últimos meses, ello debido a los nuevos y viejos competidores que con mayor ferocidad intentan robarle un trozo de mercado. Y Hastings está consciente de ello: “No (tememos a los competidores), estamos enfocados en cómo servir mejor a nuestros clientes. Y debo decir que algunos de nuestros competidores lo están haciendo muy bien y producen extraordinarios programas. Por ejemplo, en Estados Unidos nosotros crecimos muy rápido, pero HBO también creció, HBO no ha disminuido su crecimiento. De modo que no necesitamos que nuestros competidores tropiecen para que nosotros tengamos éxito. Hay muchas maneras de hacer felices a los suscriptores, y esa es la razón por la que nos concentramos en lo que estamos haciendo y los programas que estamos creando”.
Los 6.74 millones de nuevos suscriptores que Netflix registró en este primer trimestre, comparados con los 4.88 que obtuvo en el mismo periodo el año pasado, deberían tener contentos al mercado y a los accionistas, pero no fue eso precisamente lo que motivó la caída de las acciones de la compañía, sino su predicción para el segundo trimestre: tan sólo 2.5 millones (0.5 en Estados Unidos y 2.0 en el resto del mundo).
Otra circunstancia que pudo haber influido en el comportamiento del mercado es el anuncio de que, en breve, si bien paulatinamente a lo largo de lo que resta del año, Netflix aumentará los precios de su suscripción, y ello incluye a los miembros más antiguos, que hasta hoy gozaban de la llamada cláusula de derechos adquiridos, que les permitía pagar un precio menor en comparación con los suscriptores más recientes. No será un aumento radical, pero sí significativo, y ello ha provocado la molestia de algunos suscriptores.
Finalmente, habría que considerar el anuncio hecho por Amazon el mismo día que Netflix presentó su informe trimestral: el lanzamiento de un servicio independiente de suscripción de video online llamado Prime Video, a un precio de 8.99 dólares mensuales, tarifa que, enfrentada al inminente aumento de dos dólares que hará Netflix, puede suponerle un severo dolor de cabeza a la compañía de Reed Hastings.
Netflix, sin embargo, tiene un as bajo la manga con el que en algún momento podría retirarse de la mesa de juego. China es un objetivo a corto, mediano y largo plazo. Por supuesto, también lo es de muchas otras compañías, la diferencia es que el gigante asiático no ha sido indiferente a los guiños que Netflix le ha prodigado. La presencia en Los Gatos, California, el pasado mes de marzo de cuatro periodistas chinos que inquirieron a Hastings sobre el ingreso de Netflix a China, no es una coincidencia. Como tampoco lo fue la producción de la serie Marco Polo que el próximo mes de julio estrenará su segunda temporada.
Hastings se lo toma con calma, pero no lo niega.
“Por ahora estamos concentrados en el resto del mundo, en crecer en México, en Brasil, en India, en Europa. Y cierto, estamos solicitando las licencias por parte del gobierno, pero es un proceso largo y lento, tanto como lo fue para Apple con el iPhone: les tomó años entrar con el iPhone”.
En el caso específico de México, Netflix no tiene competencia visible. El crítico de televisión Álvaro Cueva asegura que Netflix lleva cuatro años de distancia a sus competidores más cercanos: Blim, el servicio de contenidos en línea que recientemente lanzó la cadena Televisa, y Claro Video, propiedad del magnate Carlos Slim.
“Netflix es quien manda, y te voy a dar un prueba”, afirma contundente Cueva. “Si Netflix no dominara el mercado, cuando apareció Blim no hubieran aparecido todos los memes que aparecieron en las redes sociales. No hay un solo meme —ojo con lo que te voy a decir— negativo hacia Netflix hasta hoy: todos son negativos hacia la competencia de Netflix. Tú puedes ver en las redes memes que hablan mal del PRI, mal del PRD, mal del Partido Verde, pero no encuentras un solo meme negativo de Netflix, ni uno”.
EL EJÉRCITO DE ALBANIA
El pasado mes de enero, en el Consumer Electronics Show que se celebra anualmente en la ciudad de Las Vegas, en Nevada, Reed Hastings anunció que la señal de Netflix llegaría en adelante a 130 países más, con lo que la cobertura de su señal por internet es ya hoy vista en más de 190 naciones de todo el mundo, con las excepciones de China, Crimea, Siria y Corea del Norte.
“¡Estamos ya en Cuba!”, dice Jonathan Friedland, director de comunicaciones de Netflix sin ocultar su entusiasmo. Aunque un instante después va a matizarlo: “Viajaremos la próxima semana a Cuba, durante la visita del presidente Obama, aunque debo decir que estar en Cuba es no estar todavía: no tienen servidores, poca gente tiene acceso a computadoras, a teléfonos celulares. Entonces estamos todavía sin estar”.
Seis años atrás, en diciembre de 2010, durante una entrevista que concedió a The New York Times, Jeffrey Bewkes, CEO y presidente de Time Warner, cuestionado sobre el incipiente éxito de Netflix, declaró: “Es un poco como decir… ¿el ejército de Albania va a conquistar el mundo? La verdad no lo creo”.
¿Qué piensa hoy Reed Hastings de lo dicho entonces por Bewkes?
“Jeff Bewkes es un comediante muy talentoso y, bueno, lo dijo, lo inventó, como una frase divertida. Pero bueno, ya le diré mis impresiones cuando lo vea”, responde Hastings matizando su sarcasmo con una sonrisa.
La molestia de Bewkes y otros ejecutivos de las grandes compañías de comunicación y entretenimiento se había gestado en un acuerdo que Netflix alcanzó el año 2008 con el canal Starz. Luego de algún tiempo en que Netflix intentó negociar los derechos para transmisión de películas y series de televisión vía internet, los cuales le habían sido negados bien porque las compañías productoras temían a la piratería digital o porque habían negociado largos acuerdos con canales de televisión por cable como HBO y Starz, Netflix consiguió una negociación ventajosa. Por 30 millones de dólares al año, la compañía de Hastings podría transmitir las películas que Starz había adquirido. Los ejecutivos de las grandes compañías de televisión por cable y satélite se pusieron furiosos: ellos pagaban cientos de millones de dólares por esos contenidos y ahora Starz los había malbaratado. Pero era lo que Netflix podía pagar y no del todo, pues el presupuesto anual para contenidos del que disponían era de tan sólo 10 millones de dólares.
Aunque hubo quien lo llamó “uno de los acuerdos más idiotas de la historia”, a la larga Starz resultó beneficiado, pues Netflix representó para ellos otra fuente de ingresos, así como una nueva ventana que podía servirles para construir audiencias en la medida que permitían que los suscriptores de Netflix mirasen temporadas anteriores de programas y series actuales, enganchando de esa manera nuevos televidentes. Y si alguien lo supo de primera mano, fue el canal de cable AMC, que cuando puso al aire la quinta temporada de Breaking Bad, registró una audiencia de más del doble de televidentes en comparación con la temporada anterior.
El acuerdo con Starz se mantuvo estable por un tiempo, hasta que los estudios Walt Disney comenzaron a presionar a Starz amenazando al canal con no renovar un acuerdo que tenían si no disolvía su trato con Netflix, o bien, le pagaba una tarifa por licenciar la transmisión vía online de sus películas.
Tras ser ignorada o vista fútilmente, Netflix se convirtió en una piedra en el zapato, en el nuevo alumno del salón que acaparaba las miradas de todos. La compañía de Hastings estaba modificando el rumbo de lo que había sido la televisión para entonces, especialmente la televisión de cable. La gente comenzó a preferir ver películas y series de televisión a través de Netflix y no en los canales de cable.
En la misma entrevista en que comparó a la compañía de Hastings con el ejército de Albania, Jeff Bewkes, al ser cuestionado sobre los muchos acuerdos que Netflix negoció a costos mucho más bajos de lo que distribuidores, compañías de cable y otros involucrados solían pagar, respondió: “Este ha sido un tiempo de experimentación, y creo que está llegando a su fin”.
El pequeño ejército de Albania, en su búsqueda por conquistar el mundo, tendría su Día D el 1 de febrero de 2013, cuando Netflix puso al aire la serie House of Cards, la cual se convertiría en la punta de lanza de su siguiente paso: producir contenidos propios y originales de manera continua.
Pregunto a Reed Hastings si se considera a sí mismo un revolucionario: “Diría mejor que soy un evolucionario, porque el progreso es un montón de pasos pequeños, y un hecho incontrovertible es que si uno evoluciona de manera gradual, en la televisión eso se convierte en una revolución”.
NUNCA ME HAS ESCUCHADO CANTAR
En el número 121 de Albright Way en el pueblo de Los Gatos, California, una avenida que parece la ruta que recorrería un asesino serial en busca de una víctima, hoy hay dos edificios en construcción. Ambos se sumarán a los ya existentes en los que laboran cerca de 1800 personas, casi el total del personal de Netflix, considerando que en las oficinas de Beverly Hills y el resto del mundo existen 400 empleados más.
En 1997, Reed Hastings vendió Pure Software debido a su incapacidad para controlar una compañía de 600 empleados; hoy dirige una empresa que tiene cerca de 2200 y, por el tamaño de los edificios en construcción, esa cifra aumentará en el mediano plazo al menos en un 50 por ciento.
—¿Es Netflix hoy lo que soñaste? —le pregunto.
—Es mucho más grande de lo que soñé, pero tengo que decir que siempre buscamos ser globales y siempre quisimos que nuestro crecimiento estuviese aparejado al crecimiento de internet. Siempre quisimos hacer una revolución, y apenas estamos comenzando. De modo que continuaremos siendo una fuerza revolucionaria produciendo contenidos en todo el mundo, al tiempo que seguiremos esforzándonos en otros países y en conectar a la gente de todo el planeta. Y creo que dentro de cinco o diez años a partir de ahora, tendremos un impacto mucho mayor del que mucha gente piensa que tenemos hoy.
A sus 55 años, Reed Hastings sigue pensando en el futuro, y lo hace ya no de la manera que mucha gente supuso ingenua, cuando en el año 2000 le ofreció a Blockbuster convertirse en su servicio online.
“Netflix tiene ahora cerca de 80 millones de miembros, 81.5 para ser exactos, y la internet apenas está en pañales. Creemos que, conforme pase el tiempo, cada casa que disponga de electricidad tendrá internet de alta velocidad. Y quizá tendrán que pasar cinco, diez, quince años para que el uso de internet sea tan amplio como el de la electricidad”.
Para el crítico Cueva, que define a Netflix como “el fenómeno más grande que ha visto la comunicación en los últimos años”, el futuro de la televisión se avizora como si fuese la Tercera Guerra Mundial. No obstante, él ve a Netflix en el centro de todo ello.
“El futuro de la televisión es muy complejo porque vamos a tener muchas ventanas peleando entre sí con contenidos que van a tratar de viajar de una a otra. ¿A qué me refiero con esto? A que vamos a tener sistemas de distribución de contenido en línea como Netflix, cada vez más parecidos a la televisión abierta, y vamos a ver televisión abierta cada vez más parecida a Netflix. ¡Es una locura!, pero para allá vamos”.
En medio de un martes negro para Netflix, Reed Hastings luce de buen humor. Mientras converso con él vía streaming, las acciones de su compañía han caído casi 12 por ciento en comparación con el día anterior. Él no parece resentirlo ni dar acuse de recibo. Le digo que Bill Gates es un genio, que Steve Jobs fue un genio, que considero que él es un genio. Y le pregunto qué piensa de sí mismo.
“Pienso que tienes estándares muy bajos, yo no estoy en esa liga. Esos dos hicieron cosas sorprendentes e increíbles y Netflix apenas está comenzando. De modo que creo que no estamos hablando de la misma liga, aunque debo decir que es muy agradable para mí que digas eso… Mira a Bill Gates, que creó Microsoft y ahora está dedicado a la filantropía, en verdad es impresionante. Y yo… yo siento que aún tengo un camino muy largo por recorrer y mucho por vivir para dar ejemplo”.
—Reed, ya te lo había dicho: eres un rockstar muy humilde….
Hastings se ríe y responde:
—Dices eso porque nunca me has escuchado cantar.
—
HACER UN ORIGINAL
En punto de las 00:00 horas del pasado 18 de marzo, Netflix subió a la red la segunda temporada de la serie Daredevil, el superhéroe creado por la compañía Marvel. Ese día, desde muy temprano, ingenieros y programadores comenzaron a enviar material encriptado a los diferentes servidores de su CDN (Content Delivery Network), una red global de servidores que almacena contenidos en sitios cercanos a los países en que serán difundidos, con la finalidad, entre otras cosas, de reducir los costos por el uso de ancho de banda.
Cerca de la medianoche, al menos dos docenas de empleados que operan frente a un número igual de pantallas de televisión —cada uno de los cuales habla el idioma del país de cuyos contenidos es responsable— realizan pruebas de continuidad, revisan la sincronía entre diálogos y subtítulos, la ortografía, con tal de detectar algún fallo o deficiencia. Rara vez ocurre, pero si llegase a pasar, un equipo está listo para corregir el error tan pronto como sea posible.
Mientras el conteo de regresión inicia, en una pantalla se observan los tuits que va recibiendo en tiempo real la cuenta de Twitter de la serie Daredevil. “Despierto hasta muy tarde por #Daredevil”, se lee en uno de ellos. Son cientos, miles, acaso millones de personas de todo el mundo que aguardan por el estreno de la segunda temporada de una de las series originales de Netflix. Cierto, no es algo del todo nuevo: lo mismo ocurría cuando HBO develaba una nueva temporada de Los Soprano o Fox una de 24, siempre en sus horarios Prime Time, la diferencia con Netflix es que el público elige su horario prime time y decide si “lee el libro” por completo o va avanzando por capítulos.
House of Cards fue la primera serie de televisión que produjo Netflix. El proyecto estaba en manos de David Fincher y Kevin Spacey, quienes se dieron a la tarea de ofrecerlo a diversas cadenas de televisión, y si bien la mayoría se mostró interesada, todas exigieron un programa-piloto. Cuando llegaron a Hastings, este les dijo que no necesitaba ver un programa-piloto para invertir en la serie, que habían investigado en sus bases datos y que los resultados obtenidos les aseguraban que la audiencia vería la serie. El acuerdo inicial se cifró en una inversión inicial de 100 millones de dólares por dos temporadas. La cuarta temporada tuvo su estreno el pasado mes de marzo y, dado el final de esta, sabemos que por lo menos existirá una más. ¿Será la última?
La conquista del mundo emprendida por Netflix no se circunscribe únicamente a la producción de series originales situadas en el contexto de la cultura estadounidense. El lanzamiento el año pasado de Club de Cuervosy de Narcos, dos series habladas en español, así como el inminente inicio de la producción de Ingobernable, una historia de ficción que versará sobre la esposa del presidente de México y cuya protagonista es la polémica actriz Kate del Castillo, exhiben las ambiciones de la compañía por ingresar en mercados internacionales con producciones hechas ex profeso.
Para el escritor y cineasta Guillermo Arriaga, director de Los tres entierros de Melquiades Estrada y The Burning Plain, Netflix no sólo representa una ventana más para exhibir las películas que ha escrito y filmado, sino también la posibilidad de producir.
“Me da mucho gusto que amigos míos, como los que hicieron Narcos, hayan llevado tal cantidad nueva de suscriptores a Netflix, porque esto a final de cuentas supone una retroalimentación: Netflix le da oportunidad a gente que hace una serie como Narcos, y la gente que hace Narcos se beneficia de una ventana más para poder producir y crear algo de calidad”.
Arriaga, quien fue el autor de los guiones de la trilogía Amores perros, 21 gramos y Babel, dice no haber sostenido hasta hoy un contacto significativo con la gente de Netflix, si bien ha existido algún acercamiento con ellos. Cuestionado sobre si aceptaría escribir y dirigir una serie de televisión, afirma que hoy son los escritores los que rigen en la televisión en tanto deciden quién dirige, produce y aparece en una serie. “Son los que tienen el mayor control sobre las series… pero es muy complicado hacer televisión, no es nada sencillo. Yo respeto mucho a la gente que hace televisión. Hay personas que me dicen: ‘Imagínate, tienes 13 horas para contar una historia’. Sí, pero también esas 13 horas juegan bajo una serie de lenguajes que a veces son difíciles de aprehender –aprehender con hache– para los escritores: las reglas dramáticas cambian completamente. Entonces no es tan sencillo el salto de hacer cine a hacer televisión”.
Para el crítico Álvaro Cueva el punto de no retorno de Netflix a escala mundial ocurrió con la aparición de House of Cards, y en el caso específico de México, removió los cimientos de una industria anquilosada y anacrónica. “Cuando llega House of Cardsa México la raíz entra de una manera muy profunda, y hasta hoy se queda. Cuando llega House of Cards es cuando entendemos que aquí hay otro lenguaje, otras posibilidades, algo que supera todo lo antes visto, tan es así que hoy en México hay cualquier cantidad de empresas que están copiando el modelo Netflix”.
En el lobby del edificio E del complejo de Netflix en Los Gatos, California, hay una serie de vitrinas en las cuales se exhiben los diversos premios que han obtenido las producciones de Netflix, entre ellos los tres Emmys que obtuvo House of Cards durante su primera temporada el año 2013: dirección en una serie de drama, elección de reparto y cinematografía en una serie de una sola cámara.
Nunca antes una serie proyectada únicamente a través de internet había sido nominada a dichos galardones.
Esa fue la primera vez.
VE Y LEE REED HASTINGS
Series favoritas
Bojack Horsemen, es oscura y cínica, pero al mismo tiempo muy chistosa. Tú piensas que sólo se trata de una broma y repentinamente te das cuenta del pedazo de comentario social que realmente representa.
The Crown, que aparecerá pronto, es una serie en torno a la reina Isabel y su vida temprana, cuando estaba reacia y vacilante como la nueva reina de Inglaterra. Me parece que es maravilloso tomar una figura histórica y ponerla en la pantalla de una manera tan honesta.
Series que odia
Mucha gente gusta de las series de televisión de zombies, como The Walking Dead… Yo intenté verlas, no diría que las odié, pero no me gustaron.
Libros que ahora lee
En cuanto a la no ficción, estoy leyendo una historia acerca de Roma, SPQR, de Mary Beard. En el caso de la novela, que suelen ser más entretenidas, tengo un libro de Toni Morrison… déjame revisar mi kindle… ¿Has leído a Tony Morrison? Déjame ver… ¡ya! God Help The Child…