JORGE RAMOS medita cuatro, cinco, seis segundos antes de responder. Hace unos minutos el reloj ha marcado la una de la tarde y el periodista ha aprovechado una breve pausa en su apretada agenda para comer un par de galletas Marías. “Ni tiempo he tenido de desayunar”, explica.
Ramos Ávalos es uno de los periodistas más influyentes y reconocidos de Norte y Latinoamérica. Nació en México hace 58 años y, desde 1986, conduce en Estados Unidos el Noticiero Univisión, uno de los informativos de mayor audiencia e impacto entre la comunidad hispana.
“La principal función social del periodista es cuestionar a los que tienen el poder”, dice al arranque de nuestra charla. Y de inmediato precisa: “Evitar el abuso de los que tienen el poder”.
Ramos se ha tomado un par de días para visitar la Ciudad de México y promocionar su libro Sin miedo —editorial Grijalbo—. Acudirá a la Universidad Iberoamericana, la institución de la cual egresó en 1981 y en donde en 2012 se gestó un significativo movimiento de la historia moderna mexicana: el #YoSoy132.
“El libro lo escribí a partir de la idea de que el periodista está obligado a ser contrapoder —manifiesta—. Si el periodista se acerca mucho al poder, convive con el poder, va a bautizos, a bodas, a fiestas, no puede hacer bien su trabajo”.
Sin miedo reúne una treintena de entrevistas que ha realizado a lo largo de su trayectoria en televisión con personalidades cuya característica común es que son rebeldes y poderosos: el subcomandante Marcos, Carlos Salinas de Gortari, Yoani Sánchez, Enrique Peña Nieto, Leopoldo López, Fidel Castro, Ingrid Betancourt, Hugo Chávez, Elena Poniatowska, Daniel Ortega, Desmond Tutu, Barack Obama…
“Yo diría que son las que me marcaron más. Quizá pude haber entrevistado a gente más importante, pero estas entrevistas son las que a mí me marcaron más personalmente. Y también encontré que había en todas ellas un hilo conductor: la mayor parte de los entrevistados que yo había conseguido habían sido rebeldes alguna vez en su vida, así que el hilo conductor es la rebeldía”.
—¿Rebeldes para bien o para mal, Jorge?
—Claro. En un momento dado incluyo a Hugo Chávez y a Fidel Castro, que fueron rebeldes en su época, pero que luego se convirtieron en dictadores o líderes autoritarios mucho más peligrosos que las dictaduras o sistemas autoritarios que derribaron.
—¿Cuál es tu concepción de una entrevista sin miedo?
—La entrevista sin miedo es una donde no haya preguntas prohibidas, donde el periodista haga las preguntas que otros no se atreven y donde llegas con la actitud de que esa puede ser la única y la última entrevista que hagas con ese personaje. Si llegas con esa actitud es una entrevista sin miedo, libre. Si tú supones que tienes que volver a entrevistar a ese personaje, que puede haber repercusiones, que puede haber censura, llegas con una actitud distinta. Entonces yo creo que hay que pensar, en algunos casos, sobre todo con gente de poder, en que sabes que no los vas a volver a entrevistar.
—Desde luego esta es como una cátedra de periodismo, pero ¿socialmente qué significado arroja?
—Socialmente queda como que entrevisté a Hugo Chávez poco después de su presidencia y nunca más quiso hablar conmigo; queda como que Enrique Peña Nieto nunca ha querido darme una entrevista como presidente de México; queda como que hablé sólo 63 segundos con Fidel Castro; queda como que Evo Morales se me levantó de una entrevista después de seis minutos. Así queda, y ni modo. Pero creo que esos momentos reflejan más al personaje que un comunicado de prensa o que una entrevista suave, fácil, donde les preguntas a los personajes qué hora es o cómo está el clima.
“NO TRATO DE IMPONER MI PUNTO DE VISTA”
Como periodista que ha trabajado en la televisión durante más de la mitad de su vida, Jorge Ramos está sobradamente acostumbrado a las cámaras y sabe adoptar perfectas posiciones y posturas. Incluso, para esta conversación con mucha facilidad se coloca el micrófono en la solapa de un cómodo pero elegante blazer azul marino que ese día combina con unos vaqueros y camisa celeste.
Reportero y presentador de Univisión, Ramos ha cubierto las guerras de El Salvador, el Golfo Pérsico, Kosovo, Afganistán e Irak, así como algunos de los sucesos que han marcado la historia del orbe moderno: la caída del Muro de Berlín, el fin del apartheid en Sudáfrica, la desintegración de la Unión Soviética, el movimiento guerrillero en Chiapas y otros conflictos de América Latina.
—¿Cuál es la diferencia entre una entrevista sin miedo y una donde el periodista intenta imponer su punto de vista al entrevistado?
—Yo no trato de imponer mi punto de vista al entrevistado, pero creo que hay ciertas áreas en donde hay que tomar partido. Y creo que son seis áreas las que he identificado. Cuando hay racismo, discriminación, corrupción, mentiras públicas, dictaduras o [violación a los] derechos humanos estamos obligados, como periodistas, a tomar partido. No podemos tratar igual al dictador que a una víctima de su dictadura. No podemos tratar igual a Donald Trump que a las personas que han sido discriminadas y que sufren su racismo. No podemos tratar igual a sacerdotes pederastas que a las víctimas de abuso sexual dentro de la Iglesia. Así que no se trata de imponer opiniones, se trata de confrontar a los que tienen una posición de autoridad.
—¿De qué manera formulas o investigas esas preguntas incómodas?
—Barbara Walters, la decana de las entrevistas en televisión y quien sigue siendo una gran entrevistadora, me dijo dos cosas. Primero, hay que hacer la tarea, o sea, durante días tienes que formular preguntas, creo que hay que encontrar las preguntas que doblen al personaje o que demuestren sus contradicciones. Y luego, y esto es fundamental, hay que saber del entrevistado más que él mismo. Si logras hacer esto creo que puedes tener una buena entrevista.
—¿Recuerdas alguna pregunta que haya incomodado especialmente a uno de estos personajes?
—Sí, el libro está lleno de ejemplos así. Le pregunté a Peña Nieto si era millonario, me dijo que no, y hoy sabemos que sí era millonario, por lo menos en pesos, y que no nos dijo la verdad. Le pregunté a Salinas de Gortari sobre el fraude electoral que lo llevó a la presidencia en 1988. Le pregunté a Fidel Castro sobre la necesidad de un plebiscito en Cuba, en donde no hay democracia. Le pregunté a Hugo Chávez si entregaría el poder en cinco años, me dijo que sí, me mintió, y se quedó 13 años en el poder. Le pregunté a Álvaro Uribe sobre si tenía relaciones con grupos paramilitares. Son las preguntas que espero que reflejen la esencia del entrevistado.
“EN MÉXICO TE LA JUEGAS”
A pesar de la limitante del tiempo, Jorge Ramos en ningún momento luce ansioso, presuroso ni inquieto. Durante nuestra entrevista y la sesión fotográfica se muestra amable, conversador, relajado.
Newsweek lo ha ubicado como uno de los 50 personajes más influyentes de la comunicación y la política de Estados Unidos; al igual que Fortune, que en marzo pasado lo distinguió como uno de los seis latinos más destacados del orbe. Meses antes la revista Time lo situó en la lista de los 100 líderes que mueven el mundo, junto al presidente Barack Obama. De igual manera, múltiples han sido los premios, reconocimientos y distinciones que ha recibido a lo largo de su trayectoria periodística, incluido el máximo reconocimiento de la televisión en Estados Unidos, el Emmy, que ha recibido en ocho ocasiones.
—¿No temes alguna represalia, algún atentado, después de realizar una de tus entrevistas?
—No, porque vivo en Estados Unidos; vivo en mi trinchera en Miami. Pero sí quiero reconocer el valor de los periodistas en México, ser periodista en México es una de las profesiones más peligrosas que existen, nos han matado a 80 periodistas en dos décadas, es muy peligroso ser un periodista en Veracruz o en Chiapas y criticar al gobernador o criticar a los narcos, eso es lo que yo llamo un periodismo heroico.
“Yo tengo la suerte, el privilegio —agrega— de poder vivir en un país donde cuestionas al presidente y no pasa nada, donde cuestionas a los candidatos presidenciales y después te vas a andar en bicicleta o al supermercado y no tienes que usar guardaespaldas. En cambio, aquí en México te la juegas, se la han jugado muchos, y muchos han muerto por la noticia”.
—¿Cuáles son las lecciones que te han dejado las conversaciones con los rebeldes y los poderosos?
—Mira, me quedo con dos lecciones, dos grandes lecciones. La primera, que todos tenemos miedo, pero que el primer paso siempre es perder el miedo, eso se lo aprendí a los dreamers, estos estudiantes indocumentados que llegaron muy jóvenes a Estados Unidos. Y la segunda lección, que es maravillosa, es la de Desmond Tutu, que luchó junto a Nelson Mandela en Sudáfrica; el reverendo Tutu decía que la injusticia no puede durar para siempre y que tienes que estar convencido de que al final vas a ganar. Creo que con esas dos grandes lecciones me quedo.
—Has sido considerado el rostro de los latinoamericanos en Estados Unidos. ¿Cuál crees que es tu compromiso frente a ese reconocimiento?
—Mi responsabilidad es darle voz a los que no tienen voz. Hacer las preguntas que harían los que no pueden preguntar. Y mostrarle a Estados Unidos y al mundo la imagen y la voz de los inmigrantes, como yo. Al final de cuentas, no soy más que un inmigrante más. La única diferencia es que yo tengo un papel que dice que estoy legalmente en Estados Unidos y otros no lo tienen. Pero esa es precisamente mi responsabilidad, darle voz a los que no tienen voz, escuchar a los indocumentados y dar una imagen distinta de lo que es ser inmigrante en Estados Unidos.
“HE CONOCIDO A LOS PERSONAJES QUE CAMBIAN EL PLANETA”
Además de conducir el Noticiero Univisión, que se transmite en Estados Unidos y en 16 países de Latinoamérica, Ramos también dedica parte de su tiempo a la escritura. Desde hace varios años plasma sus reflexiones y opiniones en un artículo semanal que se publica en medio centenar de diarios del mundo a través de The New York Times Syndicate.
La escritura incluye, además, doce libros, de los cuales siete han sido publicados también en el idioma inglés: Detrás de la máscara, Lo que vi, La otra cara de América, A la caza del león, Atravesando fronteras, La ola latina, Morir en el intento, El regalo del tiempo, Me parezco tanto a mi papá/Me parezco tanto a mi mamá, Tierra de todos, Los presidenciables y el recién estrenado Sin miedo.
—¿Estás de acuerdo en que de todos los entrevistados se puede aprender algo, incluso de un dictador?
—De todos, claro. Por ejemplo, aprendí de Fidel Castro que hay que tratar a un dictador como un dictador; aprendí de Carlos Salinas de Gortari que hasta los más duros sufren por su reputación; aprendí de Hugo Chávez que no hay que creerle a los poderosos porque te pueden mentir como él me mintió, me dijo que entregaría el poder en cinco años y se tardó 13. Creo que lo que uno más agradece como periodista es que de todos aprendes, yo quería ser periodista porque deseaba ir a los lugares donde se cambiaba el mundo y conocer a las personas que cambiaban el mundo. Hoy, a los 58 años, puedo decir que he logrado conocer a esos personajes que cambian al planeta.
—¿De las entrevistas que se presentan en este libro cuál consideras que fue la más difícil y por qué?
—Nunca es fácil hablar con el hombre más poderoso del mundo y saber que de sus manos depende la vida de millones de personas, hablar con los presidentes estadounidenses George Bush padre e hijo y Barack Obama siempre es difícil. Pero de lo más duro, sin duda, es que te saque un guardaespaldas de una entrevista con Fidel Castro, o que te saque un guardaespaldas de una conferencia de prensa con Donald Trump. De los más duros, Hugo Chávez, que me llevó a Guaramito, una población pequeña que queda en la frontera entre Venezuela y Colombia, ahí puso dos sillas metálicas en una cancha de basquetbol, rodeó la entrevista con cientos de sus simpatizantes, y cada vez que yo hacía una pregunta me abucheaban, y cada vez que él contestaba, le aplaudían. Yo creo que esas son las entrevistas más difíciles.
—Y, sobre todo, porque no estabas en tu trinchera de Miami…
—Exactamente. Entonces una cosa es reportar con valentía desde Estados Unidos y otra cosa muy distinta es reportar con valentía desde México, Venezuela o Colombia.
—Finalmente, Jorge, en una segunda edición del libro ¿qué le preguntarías y cómo diagnosticarías a Donald Trump?
—La pregunta es: ¿es usted un racista? Y el reto sería no dejar que evada la pregunta. N