En domingo por
la noche, 11.5 millones de documentos secretos, presuntamente relacionados con
la firma legal panameña Mossack Fonseca, fueron filtrados después que una fuente
anónima los entregó al diario alemán Süddeutsche
Zeitung, el cual los compartió con el Consorcio Internacional de
Periodistas de Investigación (ICIJ).
Esos expedientes
demuestran las incontables maneras como los ricos pueden explotar regímenes
fiscales offshore secretos.
Numerosas
celebridades, políticos británicos, y potentados globales están implicados en
la filtración. Los nombres más prominentes incluyen al presidente de Ucrania,
Petro Poroshenko; al ex primer ministro de Irak, Ayad Allawi; y al ex
presidente de Sudán, Ahmad Ali al-Mirghani.
Algunos
periódicos han descrito a Sigmunder Gunlaugsson, ex primer ministro de
Islandia, quien renunció el martes a su cargo, como “la primera víctima de
los papeles de Panamá”.
Sin embargo,
expertos y organizaciones caritativas han advertido que el juego de la evasión
fiscal no se limita a la elite. Las verdaderas víctimas son los 9.3 mil
millones de personas del resto del mundo, cuyo valor neto asciende a menos de
un millón de dólares y componen el segmento “Todos los Demás” de la escala de
riqueza global de Tax Justice Network.
“Es un abuso de
los derechos humanos”, dijo a Newsweek John Christensen, director y cofundador
de Tax Justice Network. “Las víctimas son la gente común, como tú y yo. Esto es
una simple cuestión de estado de derecho: si los ricos y poderosos pagan menos
impuestos, entonces los demás terminamos pagando más. Y hay pruebas de ello,
mira lo que está ocurriendo en Gran Bretaña. Los ricos se hacen más ricos y los
pobres empobrecen más, vemos un incremento del IVA y perdemos servicios
públicos muy necesarios”.
Los esfuerzos
globales para ayudar a países en desarrollo, como Nigeria y Malawi, también son
entorpecidos seriamente por la evasión fiscal. Esto se debe a que los evasores
fiscales suelen desviar el dinero a través de países donde saben que hay
tratados tributarios injustos; los cuales, además, son siempre los más pobres.
Esas naciones tienen pocos derechos para gravar el dinero, lo que significa que
disponen de menos fondos para gastar en educación, atención médica y caminos
seguros.
Esta
“hemorragia” de riqueza supera seriamente lo que reciben en ayuda exterior.
En su forma más básica,
la manipulación consiste en una corporación que trabaja en un país en
desarrollo, la cual crea una subsidiaria en el paraíso fiscal. Luego, venden
sus productos a bajo precio bajo a la subsidiaria, y eso les permite crear una
deuda fiscal mínima en el país. Por último, la subsidiaria del paraíso fiscal
vende el producto al precio de mercado, con ganancias comparativamente enormes,
aunadas a una tasa fiscal baja o inexistente.
En otras
palabras, las corporaciones manipulan los precios para no pagar impuestos y en
consecuencia, el país con el sistema fiscal injusto se sume aún más en la
pobreza porque no puede nutrir su economía. En el caso de África, se calcula
que esta práctica representa hasta 60 por ciento de la fuga de capitales
nacionales. Es una “hemorragia” masiva.
El año pasado,
Oxfam lanzó una agresiva campaña en la que declaró que la evasión fiscal era
“una plaga corporativa” y ha continuado combatiendo la causa.
Malawi es uno de
los países más pobres del mundo, con más de 16 millones de habitantes que viven
en el nivel de pobreza.
Un portavoz dijo
a Newsweek: “El ingreso fiscal que debía ayudar a financiar los servicios
públicos de Malawi y otros países pobres, está desapareciendo con una rapidez
alarmante”.
“Se calcula que
hasta 30 por ciento de toda la riqueza financiera africana está en paraísos
fiscales offshore, con un costo aproximado de 14 mil millones de dólares
anuales en pérdidas de ingresos fiscales”.
“Eso es
suficiente dinero para pagar la atención médica de madres y niños, salvar
cuatro millones de vidas infantiles cada año, y dar empleo a suficientes
maestros para que todos los niños africanos asistan a la escuela”.
Raymond Baker,
director de la organización no lucrativa Global Financial Integrity, sita en
Washington, ha descrito este intercambio de dinero entre fronteras como el
“capítulo más despreciable en los manejos económicos globales desde la
esclavitud”.
“Es posible que
Nigeria haya experimentado la mayor fuga ilegal como porcentaje de su producto
interno bruto. Aquí tenemos un país rico en petróleo, con 140 millones de
habitantes. Y sin embargo, 70 por ciento de la población –hablamos de 100
millones de personas- vive con 1 o 2 dólares al día”, dijo Baker durante una
conferencia en Washington, el año pasado.
“Congo ha
sufrido el robo más prolongado de todos los países, pues ha durado ya dos
siglos. El mejor cálculo disponible de muertes incrementales en el Congo ,
superior a la tasa normal de mortalidad, desde el año 2000, es de 4.5 millones.
El dinero ilícito que sale de los países pobres mata a la gente”.
En suma, por
cada compañía importante que no paga su parte de los impuestos, hay incontables
maestros y enfermeras que no encuentran trabajo, carreteras que no pueden
repararse, escuelas que no pueden construirse, y hospitales sin equipo para
salvar vidas. Y eso, en países que ya son ricos.
La naturaleza
global del juego de evasión fiscal ha tenido consecuencias incluso más graves
en naciones en desarrollo, donde los dólares tributarios faltantes podrían
usarse para mejorar necesidades básicas de infraestructura como carreteras,
atención médica y educación, permitiendo que esos países se vuelvan
autosuficientes un día y dejen de depender de la ayuda internacional.
Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration with Newsweek