Para esta investigación, dirigida por la doctora Nicola
Lindson-Hawley, se solicitaron 697 voluntarios que querían dejar el cigarro. Los
participantes se dividieron en dos grupos: el primero abandonó el hábito de
fumar en una fecha establecida, mientras que el segundo disminuyó
progresivamente el número de cigarrillos consumidos, esto en un lapso de dos
semanas.
Todos los integrantes del estudio, sin importar el grupo al
que pertenecieran, contaron con la asesoría de especialistas, así como parches
y chicles de nicotina para apoyarse en el proceso.
Después de la fecha en que los participantes dejaron de
fumar (algunos de manera inmediata, otros gradualmente), se les evaluó a todos
cada semana, durante cuatro semanas. Después de eso se les evaluó nuevamente a
los seis meses.
Además de hacerles algunas preguntas sobre cómo se sentían
al ya no fumar, los investigadores midieron la cantidad de monóxido de carbono
que exhalaban para saber si realmente habían dejado el tabaco.
Los científicos descubrieron que el 49% de las personas que
dejaron el hábito de forma tajante se habían mantenido en esa postura; por su
parte, sólo el 39% de quienes lo hicieron gradualmente habían logrado
mantenerse libres de tabaco.
Tras concluir el estudio, los investigadores concluyeron
que quienes abandonan el cigarro “de golpe”, tienen un 25% más de probabilidad
de cumplir su propósito y no recaer.