Una
tarde primaveral de 2002, a ocho años de que empezara el descenso de su marido
en el Alzheimer, Nancy Reagan fue al hogar de su amigo Doug Wick en Los Ángeles
para un tutorial al estilo hollywoodense de las células madre. Junto con Wick y
su esposa, Lucy, ambos productores, el elenco incluía a los cineastas Jerry y
Janet Zucker, el actor Warren Beaty y el Dr. Richard Klausner, ahora director
de salud global en la Fundación Bill & Melinda Gates. Nancy Reagan ya sabía
un poco sobre las células madre —un año antes, ella había escrito una carta al
Presidente Bush pidiéndole que apoyara la investigación embrionaria— pero
estaba ansiosa de hurgar con más profundidad. Juntos, el grupo discutió la
ética, la política y la ciencia. “Ella hizo muchas preguntas sobre lo que eran
[las células madre], de dónde provenían”, dice Klausner. Nancy sabía que era
demasiado tarde para rescatar a su marido, pero ella “tenía un propósito más
alto”, dice Wick. “Ella siente que el mayor legado que su familia podría tener
jamás es evitar que otras familias pasen por lo que ellos pasaron”.
Después
de la reunión, Nancy empezó a hacer saber sus opiniones tras bambalinas,
respetuosa pero contundentemente: llamando a políticos, conversando con
científicos, acorralando legisladores en la rara cena de Washington a la que se
permitía asistir. Luego, el mes pasado Reagan decidió hacerlas públicas en una
gala de la Fundación para la Investigación de la Diabetes Juvenil, y pidió a
otros que se unieran a su cruzada. “La ciencia nos ha presentado una esperanza
llamada investigación de células madre, la cual podría dar respuestas a
nuestros científicos que por tantísimo tiempo han estado fuera de nuestro
alcance”, dijo ella. “Simplemente no veo cómo podemos darle la espalda a esto;
simplemente hay demasiadas enfermedades que pueden ser curadas, o por lo menos
mejoradas. Ya hemos perdido demasiado tiempo, y en verdad que ya no puedo
soportar perderlo más”.
El
desafío valiente de Nancy Reagan a su propio Partido Republicano y a la
política de Bush en 2001 sobre la investigación embrionaria fue un momento
crucial para los defensores de las células madre. Por meses, ellos se habían
reunido por todo el país; con el apoyo de Nancy, y ahora con la muerte de su marido y su despedida heroica, ellos
han hallado un ímpetu nuevo. La semana pasada en Washington, 58 senadores,
incluido John Kerry, enviaron una carta a la Casa Blanca, instando a Bush a
flexibilizar sus restricciones a la investigación de células madre
embrionarias. En un discurso por radio a la nación durante el fin de semana,
Kerry reafirmó su compromiso con anular la política de Bush si lo eligen.
Mientras tanto en la Costa Oeste, los Californianos a favor de la Investigación
de y Curas con Células Madre, celebraron la recaudación de 1 millón de firmas
autorizando que una iniciativa de $3 000 millones de dólares para investigación
de células madre se ponga a votación en noviembre. En Boston, 1,400 científicos
se reunieron para discutir las células madre tanto adultas como embrionarias en
una reunión de la Sociedad Internacional de Investigación de Células Madre
(ISSCR, por sus siglas en inglés), donde el defensor de las células madre
embrionarias y senador republicano Arlen Specter los instó a defender la
ciencia. “Necesitamos más activismo político”, dijo él al grupo. “Las
maravillas de la ciencia moderna obviamente no deberían ser encadenadas”. Los
periódicos publicaron editoriales pidiendo a Bush que honrase el legado de
Ronald Reagan mediante revisar su política sobre las células madre —“George
debería hacerlo por el Gipper”, decía uno— y un congresista de Nueva York
introdujo la Ley de Investigación de Células Madre en Memoria de Ronald Reagan
de 2004.
Todo
esto enfureció a los opositores embrionarios: un alto asesor republicano dijo
que darle a la legislación de las células madre el nombre del presidente, quien
se oponía con vehemencia al aborto, era “increíblemente descarada”. Pero por
respeto a Reagan, los adversarios en su mayoría contuvieron su fuego. Bush se
mantuvo callado, pero en privado los funcionarios decían que él no cedería en
su oposición a destruir embriones humanos en aras de la ciencia. “Ningún avance
notable, ningún desarrollo científico cambiará el principio ético” detrás de la
postura de Bush, dijo un alto funcionario de la administración a NEWSWEEK la
semana pasada. Laura Bush, cuyo padre murió de Alzheimer, fue quien hizo las
visitas a los medios de comunicación, reiterando con cortesía la postura de la
administración en la investigación de células madre sin atacar a Nancy de
frente. “Tenemos que ser en verdad cuidadosos entre lo que queremos hacer por
la ciencia y lo que deberíamos hacer éticamente”, dijo ella a CBS. Cuando se le
preguntó si ella apoyaría una investigación adicional de las células madre, la
respuesta fue clara: “No”.
¿Qué
hay de especial en las células madre embrionarias? ¿Cómo es que estas motas
microscópicas mueven a la acción a científicos y celebridades y, al mismo
tiempo, ponen a las Primeras Damas una contra la otra y convierten a los
aliados políticos en enemigos formidables? Bajo el microscopio, las células
madre embrionarias se ven como estrellas luminosas en una galaxia blanco y
negro. Con pocos días de vida, tienen la capacidad extraordinaria de
convertirse en cualquiera de los más de 200 tipos de células que conforman el
cuerpo humano, desde el corazón hasta el cerebro y los músculos. Los
investigadores creen que podrían tener la clave para curar o por lo menos
revolucionar nuestro entendimiento de enfermedades mortales como el Parkinson,
la diabetes y el Alzheimer. Pero sin importar cuán misteriosos o mágicos sean
sus poderes, las células son seleccionadas de embriones humanos, y para quienes
consideran sagrada la fusión del espermatozoide con el óvulo —ya sea que se dé
en un útero o en una placa de Petri— están moralmente fuera de los límites de
la investigación.
En
un intento por aplacar tanto a los científicos como a los votantes pro-vida,
Bush anunció una política de compromiso el 9 de agosto de 2001: los fondos
federales, los cuales cubren la gran mayoría de la investigación científica en
Estados Unidos, podían usarse para estudiar células madre embrionarias, pero
solo de aquellas que ya hubieran sido aisladas en el laboratorio y cultivadas
en “líneas” de células madre. Casi de inmediato, los científicos empezaron a
quejarse porque las restricciones inhibirían su trabajo. La administración dijo
que ya existían tantas como 78 líneas, pero esa cifra resultó estar inflada; a
la semana pasada, solo 19 estaban disponibles. (Otras líneas existen pero solo
se puede trabajar en ellas con dinero privado.) Los científicos dicen que las
líneas a menudo son difíciles de obtener y de calidad cuestionable. “Es como
obligarnos a trabajar con Microsoft versión 1.0 cuando el resto del mundo ya
está trabajando con 6.2”, dice el biólogo David Anderson de Caltech. Sin un
mejor acceso a células madre embrionarias, a los científicos estadounidenses
les preocupa que estén en peligro de convertirse en espectadores de la
innovación médica.
El
apoyo político para la investigación de células madre embrionarias —provocado
por los testimonios de científicos y las historias desgarradoras de
estadounidenses enfermos rogando por curas— ha provenido de lugares
insospechados. El representante Duke Cunningham, un republicano pro-vida de
California, dice que lo acecha la imagen de un niño quien le dijo:
“Congresista, usted es la única persona que puede salvar mi vida”. Él firmó
después de que un científico le explicó que las clínicas de fecundación in
vitro contienen miles de embriones congelados, de los cuales se derivan las
células madre, y que muchos están destinados a ser desechados. “Mi creencia
personal es que en realidad estoy salvando vidas con algo que no va a ser
vida”, dice él. El senador Orrin Hatch, un mormón de Utah quien es
incondicionalmente pro-vida, también es un partidario ferviente. A principios
de 2003, él, Specter y los senadores demócratas Ted Kennedy, Dianne Feinstein y
Tom Harkin introdujeron un proyecto de ley que, con regulaciones estrictas,
permitiría la llamada clonación terapéutica para crear embriones nuevos de los
cuales se podrían cosechar más células madre. En el ínterin, Nancy Reagan habló
con ambos senadores republicanos y la envió a Hatch una nota apoyando la
legislación. “Ella es una mujer conservadora, muy parecida a su marido”, dice Hatch.
“El hecho de que esté dispuesta a hablar sobre esto ha sido de mucha ayuda”.
Hoy,
4.5 millones de estadounidenses sufren de Alzheimer, una cifra que se espera
alcance los 16 millones para 2050. Los científicos y las compañías de
medicamentos se apresuran para mejorar el diagnóstico y el tratamiento con
escaneos cerebrales, medicaciones e incluso una vacuna experimental. Pero como
Nancy Reagan lo sabe mejor que nadie, las terapias disponibles solo abordan los
síntomas y son incapaces de detener la enfermedad devastadora, ya no digamos
curarla de plano. De allí surge su pasión por las células madre. Los
investigadores ya han sido capaces de convertir células madre embrionarias en
neuronas que producen dopamina, las culpables del Parkinson. ¿Los científicos
también podrían hallar la manera de transformarlas en las neuronas dañadas por
el Alzheimer, para luego trasplantar las células nuevas y saludables al cerebro
de un paciente? Nadie lo sabe. La realidad es que el Alzheimer es tan
complicado que incluso las milagrosas células madre podrían no curarlo. Rudy
Tanzi, un neurólogo de Harvard, compara un cerebro con Alzheimer a un estéreo
obsoleto. No se puede “añadir un montón de condensadores y transistores y
esperar oír música”, dice él. “Se tiene que volver a cablear el sistema”.
Maria
Shriver, cuyo padre tiene Alzheimer y ha forjado una alianza con Nancy Reagan
por las células madre, cree que la investigación podría ayudar a revelar el
eslabón genético de la enfermedad: “Ayudará a millones de niños y personas con
esta enfermedad”. En la Universidad de California, campus San Diego, el Dr.
Larry Goldstein usa las células madre embrionarias para desarrollar células
cerebrales humanas que portan mutaciones de Alzheimer. En lugar de analizar la
enfermedad en sus etapas posteriores, él quiere observar su desarrollo desde el
principio, con la esperanza de crear medicamentos para detener su progreso en
las primeras etapas. Finalmente, los científicos creen que las células madre
embrionarias serán capaces de dar una luz sobre elementos básicos de la
biología humana. “No es solo que las células madre curarán mágicamente
enfermedades, pueden ayudarnos a entender cómo surge la vida”, dice Ron McKay,
investigador de células madre para los Institutos Nacionales de Salud. “Este es
el futuro de la medicina”.
No
obstante, cuando las células madre están involucradas, el futuro de la medicina
nunca se trata solo de la medicina; también se trata de política. Los estudios
científicos se vuelven una munición para apoyar un punto de vista particular;
los datos médicos, sin importar cuán matizados estén, son sesgados con fineza
política. Ahora bien, las células madre adultas, derivadas de seres humanos
maduros en vez de embriones con pocos días, se han vuelto peones en el debate.
La administración y los grupos por el derecho a la vida alaban su potencial,
presentándolas como igual de poderosas que las células madre embrionarias, si
no es que más. Hace varios años, la investigación apoyó esas afirmaciones,
sugiriendo que las células madre adultas de hecho eran más “plásticas” de lo
que cualquiera había soñado. Pero algunos científicos ponen en duda esos
hallazgos. “La gente está empezando a percatarse de que la ciencia de la
plasticidad no está del todo allí”, dice el Dr. Leonard Zon, presidente de la
ISSCR.
Al
contrario de las células madre embrionarias, las células madre adultas están
preconfiguradas para convertirse en un tipo particular de tejido: por ejemplo,
piel, intestino o sangre. Como los suplentes teatrales, esperan tras bambalinas,
entrando a la carrera solo cuando las células necesitan un remplazo después de
una lesión o enfermedad. Los científicos saben más de las células madre adultas
de la sangre, las cuales se dan en trasplantes de médula ósea a pacientes con
cáncer o enfermedades de la sangre. Ese éxito llevó a los médicos a
preguntarse: ¿las células madre adultas de la sangre podrían tener la misma
capacidad acrobática de las células madre embrionarias? El Dr. Markus Grompe,
de la Universidad de Salud & Ciencia de Oregón, al principio pensaba que
sí. En 2000, él reportó que las células madre adultas de la sangre eran capaces
de convertirse en células hepáticas en ratones. Pero dos años después Grompe
reexaminó sus datos y llegó a una conclusión diferente: las células de la
sangre se habían fusionado con células hepáticas existentes, más bien un caso
de robo de identidad celular que una transformación.
Los
estudios nuevos ahora cuestionan
también la labor anterior en las enfermedades cardiacas. En 2001, la
noticia de que células madre de médula ósea adultas se habían convertido en
músculo cardiaco en ratones motivó grandes esperanzas, incluso llevando a
pruebas clínicas en humanos. El Dr. Piero Anversa, del Colegio Médico de Nueva
York, trabajó en la investigación original y la defiende al “1 000 por ciento”.
Pero en abril dos grupos reportaron que no podían reproducir el hallazgo, un
paso crucial en la validación de la ciencia. “Nuestro artículo dice que no
funciona”, dice el Dr. Irv Weissman, de la Universidad de Stanford.
El
santo grial para muchos científicos es una cura a la diabetes tipo 1, la
enfermedad que acosa a la hija de Doug Wick y ayudó a propiciar el interés de
Nancy Reagan en las células madre. Por años, los investigadores han buscado
células madre adultas en el páncreas, con la esperanza de que tales células
pudieran convertirse en células beta productoras de insulina, de las que
carecen los diabéticos. Pero el mes pasado, Doug Melton, un biólogo de Harvard,
acabó con las esperanzas de muchos cuando reportó que no podía hallar células
madre adultas en el páncreas en absoluto. Su conclusión: “Si quieren hacer más
células beta, el lugar donde buscar es en las células madre embrionarias”.
La
ciencia de las células madre todavía está al comienzo de su desarrollo; es
demasiado pronto para hacer declaraciones absolutas sobre lo que funciona y lo
que no. Incluso los partidarios más apasionados de la investigación embrionaria
creen que el estudio de las células madre adultas debería continuar con igual
vigor. Las células madre embrionarias son el estándar dorado de la
versatilidad, pero las células madre adultas todavía son promisorias,
especialmente para reparar dentro de su propia familia de tejido. Un paciente
con Alzheimer podría beneficiarse de un trasplante de células cerebrales
adultas de un donante sano. O tal vez algún día en el futuro, un medicamento
podría ser capaz de despertar las células madre dormidas en el cerebro de un
paciente, incitándolas a reparar el daño. Lo que los científicos quieren es que
los políticos se mantengan lejos de sus placas de Petri.
De
vuelta en Washington, el futuro político de la medicina de células madre
todavía no está claro. El mes pasado, el asesor de política nacional de Bush
reiteró la postura del presidente en una reunión con los representantes Diana
DeGette y Michael Castle, artífices bipartidistas de una carta de la Cámara
firmada por más de 200 miembros instando a Bush a flexibilizar sus
restricciones. Esta semana, según ha sabido NEWSWEEK, Elias Zerhouni, director
de los Institutos Nacionales de Salud, también se sentará con ellos. “Mi
esperanza es que el presidente revisará este asunto”, dice Specter. Ahora que
la semana de luto por Reagan ha terminado, es posible que la oposición se quite
los guantes. El senador republicano Sam Brownback de Kansas, quien redactó un
proyecto de ley prohibiendo toda forma de clonación —incluida la investigación
de células madre— celebrará audiencias la próxima semana sobre la investigación
de células madre adultas, una reunión pospuesta en honor a la memoria de
Reagan. “Habrá mucho apoyo para que el Presidente Bush continúe la política que
tiene”, dice Gary Bauer, presidente de American Values. Mientras tanto, la Casa
Blanca ha trabajado duro para minimizar las diferencias entre Nancy Reagan y el
presidente. “La gente razonable puede disentir”, dijo un alto funcionario.
Nancy
Reagan sabe que tal vez no consiga lo que quiere en el primer intento, pero Ken
Duberstein, ex jefe de gabinete de su marido, dice que ella no se rendirá. “No
va a retroceder”, dice Duberstein, “porque este podría ser un legado vivo de
Ronald Reagan”. Y como lo dijo la mismísima Nancy, ella no tiene tiempo que
perder.
Este artículo fue portada de Newsweek en el 2004
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek