Hillary Clinton podría estar frente a un déjà vu y repetir
lo que le ocurrió en 2008.
En ese año, durante varios meses encabezó las encuestas
para la candidatura presidencial del Partido Demócrata por amplios márgenes,
hasta que el senador Barack Obama comenzó a acercársele e, incluso, la empató.
La exprimera dama relanzó su precampaña y recuperó la ventaja
en los sondeos que le daban hasta dos dígitos de diferencia, pero perdió en los
caucus de Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur, aunque en el Supermartes ganó
los estados más poblados, como California y Nueva York.
Pese a que emprendió una campaña más agresiva, el 3 de
junio de 2008 Obama había conquistado suficientes delegados y superdelegados
para convertirse en el candidato electo.
La exsenadora por Nueva York suspendió su campaña el 7 de
junio de 2008 y respaldó a Barack Obama quien, tras ganar la presidencia, la
nombró su secretaria de Estado.
Ocho años después, la historia parece repetirse y la
amenaza tiene nombre: Bernie Sanders, un socialista de 74 años que, pese a haber
iniciado una modesta campaña en 2015, se ha convertido en el nuevo dolor de
cabeza de Hillary, al apostarle a los jóvenes y centrar su discurso en el
combate a la desigualdad que generó la crisis de 2008-2009.
IT´S ENOUGH
“Estamos aquí para decir fuerte y claro que ‘esto ha sido
suficiente’. Esta gran nación y su gobierno pertenecen al pueblo y no a un
puñado de multimillonarios”. Con ese discurso, Sanders inició su precampaña en
Burlington, la capital de Vermont, de donde es congresista.
En su vida política, ha asumido como bandera la historia
de sus padres: inmigrantes judíos asentados en el corazón de Brooklyn, siempre
limitados por los ingresos y sin casa propia. Hoy, en sus mítines, siempre hace
referencia a ellos para justificar su propuesta de aumento al salario mínimo
(lo propone en 20 dólares la hora, mientras que Clinton sugiere llevarlo a 12),
y a criticar a los grandes bancos.
De joven fue miembro de la Liga Socialista Juvenil,
opositor férreo a la guerra de Vietnam y activista contra la segregación racial
en la Universidad de Chicago.
Gracias a los recursos que le proporcionó la Asociación
Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), Sanders llegó a la Cámara
de Representantes en 1991 y se convirtió en el primer socialista electo al
Congreso desde la década de 1950.
Durante más de medio siglo, el eje de su discurso ha sido
la feroz crítica a los abusos contra la clase trabajadora por parte de las
compañías petroleras, la industria farmacéutica y los grandes bancos.
La revista The New
Yorker llama “Profeta populista” a este hombre padre de cuatro hijos y
casado en segundas nupcias con Jane O’Meara, quien se colocó en la escena
nacional estadounidense gracias a un maratónico discurso de más de ocho horas
de duración que pronunció en 2010 ante el pleno del Senado, durante un debate
en el que se pretendía no reautorizar beneficios fiscales a los más ricos, y en
el que despotricó contra la “codicia” de Wall Street y de las corporaciones.
Hoy sostiene que Estados Unidos atraviesa por la crisis
más seria desde la Gran Depresión de la década de 1930 y busca capitalizar la
frustración y el resentimiento contra los bancos, la desigualdad y el desempleo
cuya media nacional incluye al 4.9 por ciento de la población.
Para ello, el senador independiente por Vermont destaca
entre sus propuestas la educación universitaria gratuita, un aumento
significativo a las contribuciones de los billonarios y la división de los
grandes bancos.
Una de las causas por las que la gente le ha dado su apoyo
es que se le observa como independiente de cualquier compromiso empresarial o
financiero. “Si uno toma dinero de los poderosos, acabará devolviendo el
favor”, argumentan sus seguidores.
EN EMPATE VIRTUAL
De acuerdo con una encuesta elaborada por la Universidad
de Quinnipiac, los precandidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos,
Hillary Clinton y Bernie Sanders, se encuentran virtualmente empatados en las
preferencias del voto por la nominación de su partido.
El sondeo establece que la exsecretaria de Estado cuenta
con 44 por ciento de las preferencias del voto demócrata, frente a 42 por
ciento de su opositor, aunque se debe tomar en cuenta que 11 por ciento de los
simpatizantes demócratas aún no han decidido a cuál de los candidatos apoyar.
Estos resultados demuestran el entusiasmo que ha generado
la campaña de Sanders principalmente entre los jóvenes y que ha sido eficaz su
mensaje de abatir la desigualdad de ingresos y oportunidades, así como acotar
el poder de las corporaciones.
¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles de ambos
precandidatos, según esta investigación? El 93 por ciento opinó que Clinton
tiene la experiencia necesaria para ser presidenta, frente al 74 por ciento que
consideró que Sanders cuenta con las características necesarias para ocupar la
Casa Blanca.
Sin embargo, el 87 por ciento piensa que Sanders es
honesto y digno de confianza, frente al 61 por ciento de Clinton. Así, Bernie
cuenta con la confianza y Hillary tiene la experiencia.
En el lado republicano, el magnate inmobiliario Donald
Trump ha ensanchado su ventaja a niveles de dos a uno frente a sus más cercanos
competidores, los senadores Ted Cruz y Marco Rubio.
Trump ostenta el 39 por ciento de las preferencias de
voto, frente a 19 por ciento y 18 por ciento de Rubio y Cruz, respectivamente.
Por su parte, el gobernador John Kasich tiene seis por ciento, y el ex
gobernador Jeb Bush y el neurocirujano retirado, Ben Carson, cuentan cada uno
con cuatro por ciento.
EL FINANCIAMIENTO Y EL VOTO LATINO
Febrero ha sido un buen mes para el senador Sanders: el
martes 9 se impuso a Hillary en la elección primaria de New Hampshire, y el
miércoles 10 impuso un récord en las donaciones económicas para una precampaña
presidencial.
Obtuvo 5.2 millones de dólares en tan sólo 18 horas,
hechas principalmente por vía electrónica. Fueron cientos de miles de donativos
que en promedio eran de 30 dólares cada uno.
Y a pesar de estar ocupado en su precampaña, Sanders no
descuida su actividad legislativa y anunció su apoyo para garantizar a los
niños inmigrantes indocumentados su derecho a un debido proceso.
Sanders anunció su copatrocinio a la legislación del líder
de la minoría del Senado, Harry Reid, titulada The Fair Day in Court for Kids
Act, que obliga al Gobierno Federal a nombrar a un abogado para los menores
inmigrantes no acompañados y otras personas vulnerables, como las víctimas de
abuso, la tortura y la violencia.
“Nuestras políticas de inmigración deben ser coherentes
con nuestro compromiso histórico para proporcionar protección y un debido
proceso a los que huyen de la violencia y la persecución”, estableció en un
comunicado el 13 de febrero.
“Debemos defender los derechos de los más débiles y
ampliar la protección legal adecuada a los niños y otros inmigrantes
vulnerables. No vamos a tolerar las llamadas para enviar de vuelta los niños no
acompañados y las víctimas de la delincuencia y la violencia doméstica a los
países de los que han huido”, en un claro mensaje para hacerse del voto
hispano.
Analistas han señalado que el Partido Demócrata no había
tenido un candidato presidencial que hablara de esa manera desde los tiempos de
Franklin D. Roosevelt, en la década de 1930.
La popularidad de Roosevelt se basó, al igual que con
Sanders, en su crítica a los dueños del gran capital, que aumentaron sus
fortunas mientras la mayoría de la población sufría los estragos de la Gran
Depresión.
Como Roosevelt, Sanders se hace eco de millones de estadounidenses
trabajadores y de clase media que resienten la enorme concentración de riquezas
en un puñado de billonarios que su propio partido rescató durante la crisis de
2008.
Aún faltan muchas primarias y a Sanders le queda un enorme
trecho que superar en su tortuosa ruta hacia la Casa Blanca. Marzo será
decisivo con más de caucus, pero por el momento es dueño del momentum
electoral, la causa del nuevo dolor de cabeza de Hillary y la peligrosa amenaza
de que 2016 le signifique un déjà vu de 2008. No obstante, yo me atrevería a
decir que primero eligieron a un hombre negro que a una mujer porque en el
fondo no fueron ni serán los números, estadísticas, propuestas o discursos. La
verdad es que ni los demócratas ni los republicanos… Los estadounidenses no
quieren, o no están preparados para recibir en sus filas como presidenta a una
mujer. ¿O ustedes qué piensan?