Un nuevo predador vaga por el noreste de Estados Unidos. La criatura, que se siente igualmente cómoda en los parques regionales, en los cementerios y en los márgenes semirurales de la civilización, tiene el cuerpo flexible y el pelaje gris oxidado de un coyote. Pero es más grande, con un cráneo robusto y parecido al de un lobo, y mandíbulas de acero. Analicemos con atención el ADN del animal, como han empezado a hacer los científicos desde la década anterior, y además de lobo y coyote, encontraremos una dosis de perro doméstico.
Algunos llaman “coyolobo” a este animal intermedio, una mezcla de los dos mayores colaboradores de su genoma. Otras personas prefieren el nombre más sobrio de “coyote oriental”; el animal es principalmente un coyote, pero es muy distinto de la forma nativa del suroeste y las Grandes Planicies de Estados Unidos. Como quiera que se le llame, este híbrido de coyote y lobo es una criatura del antropoceno, cuya evolución fue puesta en marcha por las acciones humanas, y que ha evolucionado hasta convertirse en un segmento ecológico formado por los seres humanos. “Ha sido un animal muy exitoso en los paisajes afectados por el ser humano”, afirma Bradley White, genetista de flora y fauna de la Universidad de Trent en Ontario. El coyolobo es un recordatorio de la forma tan amplia en que nuestra especie ha transformado el panorama biológico y físico de la Tierra. Pero su historia, que actualmente se desarrolla casi en nuestros jardines traseros, es también una prueba de que la evolución mantiene un poderoso potencial creativo.
Desde la década de 1800, los coyotes han ampliado su alcance hacia el este. Esto ha sido permitido por la eliminación de los bosques orientales y la extirpación de los lobos y pumas que alguna vez vivieron ahí. Un torrente de coyotes se desplazó a la región de los Grandes Lagos y, alrededor de 1900, llegaron a Ontario. Allí se encontraron con lobos orientales, que se relacionan estrechamente con los coyotes y habían habitado gran parte de la Costa Este. Pero a estas alturas, la mayoría de los lobos habían sido expulsados por colonos europeos. Los lobos eran vestigios, y los coyotes eran pioneros. Ningún cánido, como llaman los científicos a los perros y sus parientes, tenía muchas opciones cuando se trataba de encontrar pareja y, por tanto, en ocasiones, elegían a un individuo de la otra especie. El resultado, a lo largo del borde del sur del Parque Provincial Algonquino alrededor de 1920, de acuerdo con los mejores cálculos de los científicos, fue la formación de un híbrido de coyote y lobo.
A partir de documentos históricos, los científicos han logrado deducir cómo el híbrido amplió su alcance. Los periódicos locales frecuentemente registraban avistamientos del animal, que era considerado una amenaza para el ganado. Los biólogos de organismos gubernamentales también lo mencionaron en sus informes. Estos animales se propagaron hacia el este por todo Canadá, así como hacia el sur, en el noreste de Estados Unidos, llegando hasta el norte de Nueva York en la década de 1940 o 1950. Más recientemente, se han trasladado a los suburbios de Westchester County en Nueva York e incluso han entrado en Manhattan, posiblemente a través de un tramo elevado del ferrocarril que corre desde el Bronx hasta el parque de Inwood Hill en el extremo norte de la isla. Actualmente, el coyolobo está muy extendido en todo el sureste de Canadá y Nueva Inglaterra, al sur, hacia los estados del centro del Atlántico y al oeste, en partes de Ohio. “Esencialmente, volvieron a ocupar gran parte de la región que el lobo oriental habría ocupado originalmente”, señala White, que calcula que el número de los animales alcanza los cientos de miles en toda esta extensión.
UN COLMILLO ENTERAMENTE NUEVO: El coyolobo puede vivir como un animal de manada, un rasgo que comparte con los lobos, pero también puede actuar en unidades sociables más pequeñas si el ambiente lo requiere. FOTO: JOEL SARTORE/NATIONAL GEOGRAPHIC CREATIVE
Durante gran parte de su historia, las personas notaron a los recién llegados, pero no sabían exactamente qué eran. ¿Era un híbrido de coyote y perro? ¿No eran más que coyotes que se volvieron más grandes cuando se mudaron al este? Hasta hace poco, “todo el mundo parecía estar de acuerdo en que había algo extraño sobre ellos, pero realmente nadie los analizaba atentamente”, dice Roland Kays, zoólogo de la Universidad Estatal de Carolina del Norte que ha estudiado a los coyotes en la parte este de Estados Unidos desde la década de 2000. Hace aproximadamente una década, los científicos empezaron a analizar el genoma del animal, revelando que su ADN es aproximadamente 60 por ciento de coyote, 30 por ciento de lobo y 10 por ciento de perro. Esas mezclas genéticas podrían ser la razón por la que los híbridos se han extendido y han prosperado tan rápidamente; su combinación de rasgos de coyote y de lobo ha resultado ser particularmente adecuada para la gran variedad de ciudades, suburbios y áreas semirurales que caracterizan actualmente al noreste de Estados Unidos. Los coyolobos son más pequeños que los lobos orientales, viven en grupos menores y pueden vivir en sectores más pequeños del hábitat. “Literalmente, se adaptan mejor al entorno que los lobos en la mayoría de las áreas”, señala Jon Way, biólogo de campo que ha estado estudiando su ecología y su conducta desde finales de la década de 1990. También tienen un temperamento parecido al del coyote, al que no le afectan los seres humanos que viven cerca, aunque son más escurridizos y menos propensos que los lobos a entrar en conflicto con las personas.
Por otra parte, su herencia de lobo los hace sentirse cómodos en los hábitats boscosos que los coyotes rechazan. Y dado que son más grandes que los coyotes occidentales y suelen cazar en manadas pequeñas, pueden cazar presas más grandes, como los venados de cola blanca, que actualmente sobreabundan en los bosques orientales. “Tener una especie que pueda desempeñar la función de predador superior, carnívoro superior, pero que también esté dispuesta a convivir con la actividad humana, es un gran beneficio, algo que no podríamos haber esperado”, afirma Chris Nagy, director de investigación y administración de tierras en el Desfiladero del Río Mianus y cofundador del Gotham Coyote Project. En el desfiladero, un área natural en los suburbios de Nueva York, “el manejo de los venados es probablemente nuestra principal preocupación de protección del medio ambiente, así que me alegra contar con su ayuda”, dice.
Además, el doble origen de estos animales los hace flexibles: los que se encuentran en áreas urbanas suelen vivir en grupos más pequeños y subsistir con presas más pequeñas, mientras que los que viven en zonas rurales suelen tener una dieta y una conducta más parecidas a las de los lobos. Esto quiere decir que estos híbridos pueden aprovechar todas las partes del gradiente entre la ciudad y las zonas semirurales en una forma en que ninguna de sus especies originarias podría hacer. “Están llenando un segmento que quedó vacante después de que los lobos y los pumas fueron eliminados en la década de 1800”, afirma Javier Monzon, biólogo de la Universidad de Pepperdine que dirigió el mayor estudio genético sobre estos animales realizado hasta ahora.
Los biólogos consideraron la posibilidad de regresar a los lobos al noreste de Estados Unidos, pero se los impidió la incertidumbre sobre exactamente qué tipo de lobo debían regresar, además de la controversia política sobre a qué parte del paisaje pertenecían los lobos y a cuál no. Ahora parece que en lugar de restituir al lobo del pasado, por la casualidad hemos provocado el surgimiento de un predador novedoso para reemplazarlo. “Esto es como el regreso del ADN”, dice White: los híbridos están devolviendo los genes de lobo al noreste de Estados Unidos.
La hibridación, o la mezcla genética de dos tipos distintos de organismos, con frecuencia se considera como una amenaza para la biodiversidad. Esto es cierto en ocasiones: el chipe alidorado está amenazado por la hibridación con el chipe aliazul con el que está estrechamente emparentado y que está ampliando su alcance. Pero esta unión de coyote y lobo sugiere una visión diferente: “la hibridación es en realidad una forma en la que la evolución ocurre con el paso del tiempo”, señala Bill Lynn, un especialista en ética dedicado a los temas de flora y fauna. Lynn y Way afirman que los híbridos de coyote y lobo deben ser considerados como una especie única porque su apariencia y genoma son distintos de los de otros cánidos, y en el centro de su extensión “simplemente se están apareando con otros de su propia especie”, dice Way.
Nadie sabe qué ocurrirá en las próximas décadas conforme la población híbrida que se expande hacia el sur y el oeste de Nueva Inglaterra se encuentre, y probablemente se mezcle, con los coyotes occidentales que amplían su alcance hacia el este. Incluso hay pruebas de que los híbridos están migrando de vuelta a través de la frontera canadiense en el medio Oeste, donde ya habitan los coyotes occidentales. La evolución de estas criaturas aún no termina.
Tampoco está claro qué ocurrirá conforme las personas adquieran mayor conciencia de estos animales, y conforme una mayor cantidad de ellos se traslade a áreas muy pobladas. Los lobos tienen sus detractores, pero también inspiran una defensa apasionada (quizás en parte porque relativamente pocas personas viven muy cerca de ellos), y son protegidos como una especie en peligro de extinción. Pero hay menos romanticismo relacionado con los coyotes: las personas participan en concursos de cacería de coyotes, y en muchos estados se permite la caza casi ilimitada de ellos. ¿Pensaremos en los híbridos más como lobos o más como coyotes?
“En cierto sentido, somos responsables de esta situación especial al alterar el entorno, al modificar las mezclas de especies, al apoyar el movimiento de una especie en el territorio de otra”, dice Lynn. Para él, la forma en la que respondemos será una especie de símbolo de hacia dónde nos dirigimos como especie. “Si podemos aprender a vivir con predadores grandes como los coyolobos en entornos desarrollados, habremos dado un paso enorme hacia una vida sustentable en la Tierra”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek