Desde que anunció formalmente su candidatura, el 13 de junio, Hillary Clinton ha perdido pocas oportunidades de mencionar su género. “Tal vez no sea la candidata más joven en esta contienda”, dijo a sus 68 años de edad, bajo aplausos y risas en el evento en la ciudad de Nueva York. “Pero seré la presidenta más joven en la historia de Estados Unidos”.
Como candidata presidencial, Clinton juega la carta del género como nunca nadie antes. Aparte de prometer abordar los problemas de las mujeres si la eligen, la excandidata de Estado ha construido su campaña sobre el hecho de que es mujer. Cita la historia de vida de su difunta madre, quien, siendo una adolescente abandonada, trabajó como mucama; y su propia condición de abuela en casi todo discurso; y habla con regularidad de asuntos feministas como la igualdad de salarios y los derechos reproductivos de las mujeres. A finales de octubre, antes del tercer debate republicano, su campaña lanzó cuatro anuncios enfocados en las preocupaciones económicas de las mujeres trabajadoras.
El énfasis en el género es un contraste marcado con su apuesta presidencial de 2008, cuando Barack Obama la derrotó por la candidatura presidencial demócrata. Por entonces, sus asesores la convencieron de no jugar la carta del género. Ellos le crearon una imagen de fuerza “masculina”, aunque sus ojos llenos de lágrimas durante la elección primaria de Nueva Hampshire mientras discutía los aprietos de las familias trabajadoras fueron ampliamente acreditados como los que le dieron la victoria en esa primera elección.
Esta vez no tiene que competir contra Obama, otro candidato transformador, aunque uno podría argumentar que al hacer del socialismo menos que un epíteto en Estados Unidos, el senador Bernie Sanders también puede afirmar que es un candidato haciendo historia.
Clinton actualmente está resurgiendo con el apoyo central de las mujeres y es diestra para enfatizar los problemas de las mujeres y su historia desde Wellesley hasta la Casa Blanca. Tiene una ventaja enorme entre las mujeres, y si es juramentada el 20 de enero de 2017, se lo deberá a los votos de ellas. Pero hay puntos problemáticos. Siempre ha sido una figura polarizadora, un pararrayos proverbial de las esperanzas masculinas y femeninas y los miedos sobre el papel de la mujer en la sociedad estadounidense. Ahora, al ofrecer a las mujeres la posibilidad de ver cómo se hace historia, se enfrenta a mujeres que la aman, mujeres que la odian y un punto medio turbio donde la actitud puede resumirse como: pues, tal vez.
El apoyo femenino para Clinton al acercarse las elecciones primarias demócratas ha sido fuerte, pero inestable. Su máximo a mediados del verano entre las mujeres demócratas nacionalmente fue un enorme 71 por ciento, que cayó a 42 por ciento en septiembre. Se recuperó y, para mediados de octubre, estaba en 61 por ciento, según encuestas de ABC News-Washington Post.
Lo irónico es que las mujeres que más se asemejan a Clinton —blancas, mayores, casadas y adineradas— están menos entusiasmadas con ella que las de la generación Y (adultas de 18 a 34 años), mujeres de color y mujeres solteras de todas las edades. Estas diferencias serán cruciales en la elección general.
Encuestadores y estrategas tienen cierta cantidad de teorías sobre por qué las mujeres jóvenes están más entusiasmadas con Clinton que sus similares envejecidas. Una razón tiene que ver con la memoria. La generación Y “la ha conocido como senadora y secretaria de Estado y candidata presidencial”, dice Celinda Lake, una encuestadora demócrata que se especializa en mujeres votantes. “Ellas sólo la han conocido cuando ha estado en su esplendor”.
Las mujeres de su generación, nacidas entre 1945 y 1964, son más volátiles en su valoración de Clinton, dice Lake. Ellas recuerdan mucho de su pasado, como la infidelidad de su marido y los escándalos de la casa Blanca de Clinton. Para las mujeres de su edad y un poco menores, la incomodidad es un subconjunto femenino de Fatiga Clintoniana. Ella es un recordatorio viviente del hecho humillante de que no hace mucho una mujer trabajadora en la Casa Blanca —usando pantalones, nada menos— era considerada revolucionaria. “Hay más ambivalencia respecto al matrimonio, en el que la generación Y ni siquiera se enfoca. [Su generación] critica todo, desde ‘¿Ella debió quedarse con él?’, hasta lo que hizo con sus correos electrónicos [como secretaria de Estado]”, dice Lake, y añade que los votantes “siempre son más tiquismiquis” con los candidatos en su cohorte.
Por otra parte, las mujeres más jóvenes tienen más probabilidades de ver a Clinton como transformadora, similar a la forma en que Obama fue aclamado como el apóstol de la esperanza y el cambio en 2008, cuando atrajo un apoyo significativo de las jóvenes. Sanders también atrae a la juventud, pero el potencial de Clinton de ser la primera presidenta le resta atractivo a él. “Sanders, para las mujeres jóvenes, sigue siendo un hombre blanco viejo”, dice Anna Greenberg, encuestadora demócrata.
Las mujeres jóvenes tal vez se sientan más cómodas que las mujeres mayores con Clinton porque ellas maduraron en una era más igualitaria. Justin Barasky, portavoz de Priorities USA, el más grande supercomité de acción política que apoya a Clinton, señala que las mujeres jóvenes “han crecido en una sociedad donde ESPN transmite la Copa del Mundo femenil y todos la ven. No pienso que ellas tengan el mismo escepticismo respecto a ella, si es que existe, que la gente que experimentó su adolescencia en las décadas de 1950, 1960 y 1970”. Priorities USA recientemente transmitió anuncios en español destinados a convencer a las mujeres de Nevada y Colorado. Uno de ellos, “Mi hija”, describe las esperanzas de una madre joven por su niña.
El apoyo de las mujeres jóvenes es crucial para Clinton porque la generación Y rebasa en número a las de la generación de Clinton en cuanto a la elegibilidad de voto en 2016, dice Marcy Stech, portavoz de Emily’s List, un comité de acción política demócrata y a favor del aborto que ha soltado 20 millones de dólares para el proyecto “Madame presidenta” y ayudar a que Clinton sea elegida. “Este resurgimiento entre las votantes jóvenes es un gran cambio para los demócratas”, dice Stech. “La gente que necesitamos para ganar las elecciones está haciéndose más joven y más diversa”.
Las partidarias de Clinton también tienen más probabilidades de ser solteras, y a ella le va especialmente bien entre aquellas menores de 55 años que nunca se han casado o están divorciadas. Tienen más probabilidades de ser convencidas por la economía progresista de Clinton en general y su apoyo a la igualdad de salarios en particular. Son un grupo demográfico crucial para cualquier candidato porque en 2016 por primera vez superarán en número a las mujeres casadas, de las cuales una mayoría vota por los republicanos.
La investigadora Margie Omero es parte de un equipo bipartidista que rastrea a las “mamás de Wal-Mart”, definidas como mujeres con un niño que vive en casa y menor a dieciocho años que ha comprado en Wal-Mart en el mes pasado. A principios de noviembre, los investigadores se reunieron con dos grupos de diez mamás de Wal-Mart, demócratas en Iowa y republicanas en Nueva Hampshire. Las demócratas de Iowa, cuatro de las cuales eran partidarias de Sanders, no se “comunicaban” con Clinton, dijo un observador, y la mayoría no se sentía en especial solidaria con ella porque sea mujer.
Lake dice que el mayor desafío de Clinton en la elección general será ganarse a las mujeres mayores, casadas e independientes. Al hablar de su madre y su papel como abuela, Clinton puede tener avances con este grupo porque no sólo da un mensaje de género, sino “una conversación orientada en los valores” sobre el trabajo, la lucha y la perseverancia.
Las partidarias más devotas de Clinton son las africano-estadounidenses. Ellas no piensan primero en escándalos e infidelidad cuando oyen el nombre de Clinton, dice Lake. “Ellas recuerdan mejores días con los Clinton. Pensaban que la economía estaba mejor entonces, y les gustan las mujeres fuertes e independientes”. Las negras también son un grupo más demócrata que las blancas.
En contraste, Clinton atrae el apoyo de sólo 26 por ciento de los hombres blancos, según una encuesta de Wall Street Journal-NBC.
Algunas de las amistades y los asesores cercanos de Clinton dicen que la estrategia de género, sea exitosa o no, es más genuina que la estrategia de 2008 que trató de presentarla como resuelta, dura y disciplinada sin enfatizar su interés en el bienestar de mujeres y niños. “Hillary es dada a decir que es la persona famosa menos conocida de Estados Unidos”, dice Paul Begala, un estratega político desde hace mucho tiempo y veterano de las campañas de Clinton desde 1992.
La pasión de Clinton por los problemas de las mujeres es tanto auténtica como un atractivo para las jóvenes, dice Debbie Walsh, directora del Centro para Mujeres Estadounidenses en Política de la Universidad Rutgers. “A ella no le hizo bien alejarse de quién es ella en realidad”, dice Walsh sobre la campaña de 2008. “En cierta forma, al no hablar de ello directamente, [la campaña de Clinton] no permitió que las jóvenes vieran cuán histórico sería que una mujer fuera elegida presidenta”.
Si las cifras son un indicio, las jóvenes lo ven ahora. Queda por ver si las mamás de Wal-Mart también lo verán.
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek