En junio 2014, al anunciar la formación de un nuevo Estado
Islámico en gran parte de Irak y Siria, ISIS hizo una promesa al pueblo recién
conquistado. “Es un Estado para los musulmanes. Para los oprimidos, los
huérfanos, las viudas y los pobres”, proclamó un portavoz de lo que pretendía
ser un gobierno regido por los preceptos de la ley islámica. “El pueblo de las
tierras del Estado puede desplazarse para viajar y buscar sustento, sintiéndose
seguro de sus vidas y riqueza”.
Hubo celebraciones en la ciudad siria de Raqqa, capital de
facto del nuevo Estado Islámico. Pero transcurridos casi 15 meses, ISIS encara
la dolorosa realidad que ha conocido cualquier gobierno recién empoderado: es
mucho más difícil cumplir promesas –sobre todo económicas- que hacerlas. “ISIS
dijo: ‘Conocemos a los pobres y les daremos el dinero que necesitan’”, acusó
Sayf Saeed, estudiante de odontología que, en junio pasado, tuvo que emigrar de
Mosul, en el norte de Irak para establecerse Bagdad, debido a que el gobierno
iraquí ya no reconocía los cursos que impartía la universidad de aquella
ciudad. “En vez de eso, usan el dinero para comprar armas”.
Una serie de acontecimientos imprevistos –como la caída
del precio del petróleo y la intensificación de los ataques aéreos contra
combatientes e instalaciones petroleras, encabezados por Estados Unidos- ha
reducido el ingreso del grupo, obligándolo a imponer gravámenes cada vez
mayores a la población del Califato (que según expertos, suma unos 8 millones)
y demás personas que viven bajo el control de ISIS. Además, la fuga constante
de profesionales y las restrictivas leyes laborales para mujeres también han
lisiado la economía de ISIS. Todos estos factores han ocasionado que se amplíe
la brecha del ingreso entre los combatientes del grupo y los habitantes de la
región que controlan los islamistas. Y conforme aumenta la desigualdad, lo
mismo sucede con el resentimiento público.
“La gente tiene muchas dificultades para pagar impuestos,
sobre todo las sanciones financieras”, dice un médico de 30 años que dio el
nombre de Ahmed, entrevistado por Newsweek vía correo electrónico desde Mosul,
ciudad que ISIS arrebató al gobierno iraquí en junio 2014. Ahmed (nombre
ficticio) usa un seudónimo porque pertenece a una organización anti-ISIS
llamada Mosulyoon y teme posibles represalias. En Mosul, cuya población previa
a la invasión de ISIS era de unos 2 millones, el costo de los servicios del
gobierno local –incluyendo atención médica, transporte, agua y electricidad- se
ha disparado drásticamente.
Con la inminencia del invierno, millones de personas enfrentan
el aumento en los precios de alimentos y combustible, así como frecuentes
apagones. “Antes que llegara ISIS, un litro de combustible costaba 30 centavos
de dólar; hoy cuesta 2 dólares”, dice Saeed. “Un recipiente de gas para cocinar
costaba 5 dólares; hoy cuesta 25”. ISIS ha implementado una zakat, un impuesto de caridad de 2.5 por
ciento al ingreso que todos los musulmanes tienen que pagar. Y por supuesto,
ISIS no distribuye el dinero entre los necesitados, agrega Saeed.
Mientras la pobreza se acentúa, los combatientes –cada vez
más proceden de otros países- disfrutan de un nivel de vida comparativamente
confortable. “Los extranjeros de ISIS llevan un estilo de vida occidental muy
lujoso”, informa Saeed, describiendo la situación de Mosul. “Se hospedan en el
Hotel Ninawa International de cinco estrellas o en las villas de ciudadanos
ricos que huyeron. También reciben atención médica gratuita y electricidad
ilimitada, mientras que los ciudadanos solo tienen dos horas de electricidad al
día”. Pese al menguante ingreso, ISIS sigue pagando sueldos muy elevados, de
hasta 1,000 dólares mensuales para algunos combatientes extranjeros, según
informes del Tesoro estadounidense. Basados en esa cantidad, los combatientes
pueden costar al grupo hasta 360 millones de dólares anuales. Para poner la
cifra en perspectiva, la Corporación Rand, organización de investigaciones no
lucrativa con sede en California, calculó que las utilidades totales de ISIS
durante 2014 fueron de 1.2 mil millones de dólares. De esa cantidad, 500
millones fueron una ganancia única obtenida de depósitos robados a los bancos
estatales de Irak.
Los gastos excesivos en sueldos no sorprenden a Tom
Keatinge, director del Centro para Estudios de Crímenes y Seguridad Financiera
en el Instituto Real de Servicios Unidos, grupo londinense especializado en
defensa y seguridad. “ISIS tendrá que dar prioridad al sostenimiento de su
maquinaria bélica”, dice. “Si hay escasez, sus combatientes y el núcleo del
régimen serán lo primero”. No obstante, agrega, “para empezar, tenían mucho
dinero, más del que necesitaban, obtenido de confiscaciones excepcionales. La
pregunta es: ¿Cuánto han gastado y cuánto están ganando, ahora que las
excepciones han terminado? No dudo que hayan estado consumiendo sus
excedentes”.
El éxodo de médicos y otros profesionales ha golpeado su
economía, y también hay que considerar el impacto de las estrictas reglas del
grupo extremista en cuanto a las mujeres y el trabajo. El Califato solo permite
que las mujeres den clases en escuelas para niñas, traten a enfermas en
ambientes médicos y trabajen en tiendas vendiendo artículos femeninos. “Mis
hermanas no pueden trabajar”, dice Abu Ibrahim al-Raqqawi, ex estudiante de
medicina y fundador del grupo activista Raqqa Is Being Slaughtered Silently (Raqqa
es masacrada silenciosamente). Igual que Ahmed, usa un seudónimo. Entrevistado
por Newsweek vía Skype desde Raqqa, añade: “Es duro verlas aprisionadas en
casa”.
Hay otros indicios de que ISIS no tiene una mano firme en
su economía. En agosto 29, el grupo circuló un vídeo de una hora anunciando el
lanzamiento de su propia moneda. Titulado “El surgimiento del Khilafah: el
regreso del dinar de oro”, la grabación prometía una moneda basada en el valor
de mercado de metales preciosos, la cual “acabaría con la esclavitud del
sistema financiero capitalista de Estados Unidos”. Un mes después, el grupo
todavía paga los salarios de todo el Califato en dólares estadounidenses.
¿Acaso todos los problemas del modelo económico ISIS
presagian la caída del grupo o su sistema de gobierno? No necesariamente, dice
Ben Bahney, analista de políticas internacionales en Rand. “Los gastos de ISIS
son bastante bajos; en realidad, no gasta dinero más que en sueldos. No tiene
infraestructura, solo ha tenido programas sociales excepcionales. ISIS se
limita a dirigir un estado muy parecido al régimen del Talibán en Afganistán,
en la década de 1990. Lo que pretende, eminentemente, es implementar su versión
de un Estado de derecho, para lo cual requiere cuerpos y armas, en vez de ladrillos y argamasa”.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek.