La Asamblea General de la ONU aún estará en sesión, congregando a los dignatarios de 193 países y sus desfiles de vehículos. Los participantes en la Iniciativa Global Clinton (más dignatarios y desfiles de vehículos) también llegarán. Y el Papa pasará el día en la ciudad, atrayendo a miles de personas a eventos que habrán de realizarse en la zona centro, en el World Trade Center, en una escuela de East Harlem en una zona residencial y en centro de la ciudad, en el Madison Square Garden, en una misa a realizarse en un horario de máximo tráfico.
Un embotellamiento que abarque todo el municipio se cierne sobre sus habitantes.
¿Pero por qué? En la era digital, ¿por qué los líderes con altos costos de mantenimiento deben viajar desde todas partes del mundo para reunirse, cuando la tecnología podía permitirles hacerlo en vídeo de alta definición desde la comodidad de su casa u oficina, conectándose mediante mensajes de texto o de correo electrónico con muchos más colegas de los que podrían hablar con ellos cara a cara?
¿Por qué miles de personas deben atestar un estadio para ver de lejos al Papa cuando podrían obtener una mejor vista y un sonido más claro al mirar el evento en su televisión o en sus teléfonos?
Reunirse en persona es cada vez menos necesario. Sin embargo, está en auge. De hecho, parecemos desesperados por hacerlo. Costosas conferencias, como los eventos TED, con entradas que cuestan 8,500 dólares, están multiplicándose. Los empresarios de Nueva York y otras partes organizan cenas para 60 persona en las que los asistentes pagan 200 dólares tan sólo para reunirse en vivo con personas a quienes no conocen.
La Oficina de Estadísticas Laborales proyecta que, durante la próxima década, los empleos para planificadores de reuniones y eventos se incrementarán tres veces más rápido que los empleos en general.
Esto ocurre porque nuestras vidas digitales nos están privando de la interacción personal, que tiene una magia y un poder productivo que no pueden negarse. Cuando las personas hablan en persona unas con otras, de cerca y cara a cara, sus cerebro sincroniza una área relacionada con la empatía y la cognición social, especialmente en la corteza frontal inferior izquierda; en una investigación de obtención de imágenes cerebrales realizada por Jing Jiang y sus colegas dela Universidad Normal de Beijing se muestra que todas estas regiones se encienden al mismo tiempo.
Cuando describimos esa estupenda sensación de estar “en sincronía” con otra persona, no se trata de una metáfora. Pero si conectamos de alguna otra forma distinta a la interacción personal y cara a cara, la sincronía desaparece. Ya no nos “leemos” el uno al otro ni tomamos turnos en la conversación con tanta frecuencia ni tan y fácilmente como lo hacemos cara a cara.
Eso es un problema, ya que en otras investigaciones se muestra que exactamente esos factores (leerse el uno al otro y tomar turnos durante la conversación) son los más importantes para determinar qué tan bien realiza un grupo una amplia variedad de tareas. Los investigadores descubrieron que esos factores eran mucho más importantes que los que la mayoría de nosotros consideramos indispensables, como la cohesión de grupo, la satisfacción y la motivación.
Alex Pentland, investigador del MIT y sus colegas del Laboratorio de Dinámica Humana descubrieron que el mejor indicador de la productividad de un equipo era cuánto interactuaban sus miembros en un período en particular, así como el “compromiso”, es decir, el grado en el que todos miembros del equipo participaban en la interacción.
La interacción social cara a cara ayuda al grupo a extraer más ideas de todos sus miembros y a obtener mejores juicios sobre esas ideas. Juntos, cara a cara, nos volvemos literalmente más listos y más capaces como grupo de lo que podríamos ser si nos reunimos en forma virtual.
Los elementos profundos y a menudo inconscientes de la interacción en persona son más importantes que el idioma. Pentland y su equipo han estudiado a cientos de grupos en reuniones cara a cara, donde los participantes llevan insignias sociométricas, dispositivos discretos que graban señales sociales no verbales, por ejemplo, quién habla, cuánto lo hace, en qué tono, si interrumpe o no, a quien mira y a quien no, cuáles son sus ademanes, pero no graba lo que las personas dicen.
Resulta que esto último no importa. La extraordinaria conclusión de Pentland es que “generalmente, podemos pasar por alto totalmente el contenido de los diálogos y usar solamente las señales sociales visibles para pronosticar el resultado de una negociación o de un argumento de ventas, la calidad de la toma de decisiones en grupo y las funciones que las personas asumen dentro del grupo.” Lo que importa son las muchas formas en las que conectamos únicamente cuando nos reunimos físicamente.
Las sutilezas de la interacción en persona son también muy importantes para la creatividad. Un equipo de investigadores de dos universidades estadounidenses y tres europeas investigó las interacciones dentro de varios equipos de la Universidad de Colonia que trataban de encontrar nuevos métodos del pronóstico y análisis en psicología, economía, informática y otros campos; evaluadores independientes juzgaron la creatividad y la calidad de las ideas de los equipos.
Comprender la creatividad de grupo es cada vez más importante, ya que una cantidad cada vez mayor de problemas organizacionales se resuelven mediante equipos y no por personas individuales; cuando Oxford Economics pidió a varias empresas muy importantes que mencionaran las habilidades que más deseaban en sus empleados, “la cocreatividad y la lluvia de ideas” fueron dos de las principales.
Los investigadores de Colonia descubrieron que la presencia física es vital para un grupo creativo. Cuanto más los miembros de un grupo interactuaban cara a cara, tanto más creativos eran sus resultados. Cuanto más se miraban a los ojos, y cuanto más dispuestos estaban a confiar unos en otros, tanto más creativos eran.
Los investigadores también midieron la confianza dentro de los grupos y descubrieron que era muy importante para todo el proceso; una mayor interacción personal generaba más confianza.La conclusión de los investigadores: “Cuanto más interactúan los miembros entre sí directamente y cara a cara, y cuanto más confían en los otros miembros del equipo, tanto más creativo y de mayor calidad es el resultado de su trabajo en equipo.”
Irónicamente, algunos de los empresarios digitales más exitosos han comprendido todo esto especialmente bien. Steve Jobs, fundador de Apple, diseñó lugares para obligar a las personas a tener encuentros cara a cara.
“En nuestra era interconectada, existe la tentación de pensar que las ideas pueden desarrollarse por correo electrónico e iChat. Es una locura”, le dijo a su biógrafo, Walter Isaacson. “La creatividad se produce en reuniones espontáneas, en discusiones aleatorias.”
La razón principal por la que Google sirve a sus empleados comida gourmet gratis es asegurarse de que acudan a las cafeterías, donde se reúnen personalmente de manera aleatoria. Google incluso mide el tiempo que las personas pasan en una fila; tres a cuatro minutos es el tiempo óptimo.
No, no renunciaremos a nuestras vidas digitales. Nos beneficiamos enormemente de ellas. Pero tampoco renunciaremos a lo que nos hace sentirnos más realizados y eficaces como seres humanos. Lejos de desvanecerse en la edad digital, las experiencias cara a cara se vuelven cada vez más valiosas.
Habitantes de Manhattan, acostúmbrense a caminar.
Geoff Colvin es autor de Humans Are Underrated: What High Achievers Know That Brilliant Machines Never Will (Los seres humanos están subestimados: Lo que saben los grandes triunfadores y que las brillantes máquinas nunca sabrán) y editor general deFortune.