A estas alturas
de la campaña presidencial, es mucho pedir un poco de perspectiva histórica y
retórica responsable. Con 15 contendientes que tratan de anotar puntos, cabe
esperar algo de hipérbole.
Pese a ello, durante
el debate de septiembre 16, el nivel de la palabrería sobre amenazas inflacionarias
y “un mundo en llamas” me resultó preocupante, debido a que contradecía las
tendencias fundamentales en el ámbito mundial.
He aquí una
muestra del acalorado debate sobre peligros globales de la semana pasada:
Donald Trump:
“El mundo estalla a nuestro alrededor… Vivimos en una época extraordinariamente
peligrosa”.
Ben Carson:
“Hablamos de yihadistas globales que quieren destruirnos… Son una amenaza
existencial para nuestra nación”.
Rick Santorum:
“”Sí, ellos [Irán] son islamistas radicales, es verdad. Pero en su versión
particular, que es una versión apocalíptica, que es un culto de muerte, creen
que deben precipitar el fin… el fin del mundo. Si ustedes… si encuesta a
iraníes e iraquíes, a los chiíes de la región, más de dos tercios dirán que el
fin del mundo llegará en esta vida…. Creen que deben acabar con todo. Ese su
objetivo teológico y estamos por darles el arma nuclear para hacerlo”.
Mike Huckabee:
“Se trata de la supervivencia de la civilización occidental”.
Ya que los
candidatos compiten entre sí por superar sus visiones apocalípticas sobre los
desafíos que encara Estados Unidos, no debe sorprender que sus recomendaciones
políticas para Rusia, Siria, Irán e ISIS muestren una clara tendencia a la
irresponsabilidad y la exageración. De los participantes en el debate, solo
Rand Paul y John Kasich expresaron visiones moderadas sobre política exterior,
con Paul sugiriendo que la intervención a veces empeora las cosas y Kasich
diciendo que Estados Unidos debiera esperar para ver cómo responde Irán, en vez
de simplemente romper el acuerdo y buscar opciones más agresivas.
Algunas
propuestas políticas del debate GOP incluyeron:
* Gastar miles
de millones de dólares para “reconstruir” un ejército que ya es, con mucho, el
más poderoso del mundo.
* Armar a Israel
con artillería de penetración terrestre para bombardear instalaciones nucleares
iraníes.
* Emprender
ciberataques ofensivos contra China, a manera de disuasión.
* Enviar a Siria
10,000 (o más) efectivos de tierra estadounidenses para enfrentar al Estado
Islámico.
La realidad es
que el mundo, aunque trastornado, es más pacífico que en cualquier otro momento
de la historia moderna. Según las poderosas argumentaciones de eruditos como
Steven Pinker (The Better Angels of our
Nature), John Mueller (Retreat from Doomsday)
y Joshua Goldstein (Winning the War on
War), la guerra –y toda clase de conflicto- ha declinado desde hace
décadas.
Y la
consecuencia, según la conclusión del reciente volumen del Instituto Cato, A Dangerous World?, es que Estados
Unidos disfruta de una seguridad sin precedentes, a pesar del terrorismo
islámico y otros problemas del exterior.
Sin embargo, las
buenas noticias no se limitan a la guerra. Como documenta el proyecto Cato,
HumanProgress.org, en los últimos 100 años, el mundo ha tenido avances
continuos en todos los frentes, desde la expectativa de vida y la reducción de
la pobreza hasta la expansión de las libertades políticas y económicas.
Pero,
lamentablemente, estas buenas noticias no ayudarán a los republicanos a llegar
a la Casa Blanca. Y gracias a su implacable promoción de los peligros globales,
muy pocos estadounidenses logran apreciar la trayectoria pacífica de nuestro
mundo y demasiados de ellos apoyan sus estrategias intervencionistas, miopes y
contraproducentes.
A. Trevor Thrall es miembro de nivel superior en el
Departamento de Defensa y Política Exterior del Instituto Cato. También es
profesor asociado del Departamento de Relaciones Públicas e Internacionales en
la Universidad George Mason, y director de su Programa de Posgrado en
Biodefensa.
Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek.