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artículo apareció primero en el sitio de Niskanen.
Según Bobby Jindal, “la
respuesta [a la crisis de los refugiados sirios] es no… permitir que todavía
más gente venga a EE UU”. Eso sería meramente “ponerle una curita” al problema,
dijo el gobernador de Luisiana en el debate temprano entre los otros candidatos
presidenciales republicanos el 16 de septiembre.
“Simplemente permitir que más
gente entre a nuestro país no resuelve este problema”, dijo Jindal. “La manera
de resolver este problema es que nosotros les dejemos en claro a nuestros
amigos y aliados que vamos a remplazar a [Bashar] Assad, vamos a cazar y
destruir a EI”.
Según el razonamiento de
Jindal, los estadounidenses debieron darles la espalda a los judíos europeos
que huían del Holocausto porque aceptarlos no hubiera puesto fin al Tercer
Reich.
Pero resulta que el gobierno de
EE UU sí regresó barcos cargados de refugiados judíos que trataban de escapar
de Hitler. Los estadounidenses se arrepintieron de este capítulo vergonzoso de
su historia y juraron que nunca permitirían que sucediera de nuevo. Hacer valer
esta promesa es la razón por la cual EE UU creó sus leyes de refugiados y
asilo.
Jindal es culpable de usar
equívocamente dos problemas diferentes: la crisis de los refugiados y la guerra
civil que la provocó. Si el punto de aceptar los refugiados es resolver los
problemas de los que están huyendo, nunca aceptaríamos ningún refugiado. Abrirle nuestro hogar a un vecino cuya casa se ha
quemado no regresará el tiempo e impedirá que empiece el incendio.
Pero por supuesto que ese no es
el punto. Asimismo, proveer un lugar seguro a los refugiados no resolverá el
problema de raíz de la crisis siria. Pero sí resuelve los problemas inmediatos
que enfrentan los refugiados: falta de hogar, miedo a la muerte, persecución y
violencia. Por ello es que les damos abrigo. Porque lo necesitan.
Jindal prologó sus comentarios
aseverando que EE UU es “el país más compasivo de todo el mundo”. Eso es
cierto, si medimos la compasión en términos de dinero donado a la gente
necesitada alrededor del mundo.
Pero extender esa compasión a
los refugiados significa abrir nuestras puertas y ofrecer un lugar seguro lejos
de donde les puedan hacer daño. EE UU permitirá a lo más que 85 000 refugiados
entren al país el próximo año. Alrededor de 10,000 de ellos provendrá de Siria.
Este año, Alemania admitirá
casi 10 veces más que el total de
refugiados que EE UU aceptará sólo de
Siria. A muchos estadounidenses les encantaría darles ayuda a los
refugiados sirios, abrir sus hogares y ayudarlos a reasentarse aquí, pero la
cuota mezquina de refugiados (y falta de imaginación en política de refugiados)
de nuestro gobierno se interpone en el camino.
Es obvio que EE UU no puede
ayudar a todo refugiado sirio. Pero si Alemania, un país con un tercio de la
población de EE UU, puede ayudar a 800 000 personas, EE UU puede hacer más.
Argumentar que no tiene sentido
ayudar a más refugiados, porque ello no detendrá la guerra de la que huyen, es
peor que ilógico. Es insensibilidad disfrazada de pragmatismo.
El monstruosamente desalmado
fracaso de hospitalidad de EE UU en la Segunda Guerra Mundial parecía sensato
por entonces. Argumentos como el de Jindal son una manera de racionalizar el
mismo tipo de miedo, prejuicio y egoísmo que llevó a ese fracaso de compasión,
y al arrepentimiento que nos llevó a jurar “nunca más”.
David
Bier es un analista de política inmigratoria para el Centro Niskanen. Es un
experto en reforma de visado, seguridad fronteriza y aplicación de la ley al
interior. De 2013 a 2015, redactó una legislación inmigratoria como alto asesor
político del congresista Raúl Labrador, miembro del Subcomité de Inmigración y
Seguridad fronteriza del Comité judicial de la Cámara de Representantes.
Previamente, el Sr. Bier fue un analista de política inmigratoria para el
Instituto de Empresas Competitivas.