Los
precios internacionales del petróleo han sufrido severas fluctuaciones durante
los últimos meses. El pasado lunes, el barril de petróleo se cotizó en 38
dólares por barril, el precio más bajo desde 2009. La caída se debe,
principalmente, a los datos de diversa índole que indican, en un panorama
general, que la economía China se está desacelerando. Esto, aunado a ataques
especulativos por parte de grandes inversionistas de este commodity, y el
actual superávit o “glut” provocado en gran parte por Arabia Saudita, ha
causado preocupación y pánico en países emergentes, cuyas economías sobreviven
principalmente de la venta de este producto a gigantes como el Dragón Rojo y la
Unión Europea.
La caída mundial que sufrieron las
bolsas de valores el pasado lunes 24 de agosto no es más que un reflejo de la
incertidumbre con respecto a la economía global. La dramática apreciación del
dólar frente al Real brasileño y los pesos colombiano, chileno y mexicano hacen
recordar las difíciles situaciones vividas durante las crisis asiática de 1997
y global de 2008.
México se encuentra en una posición
delicada frente a este panorama. La reforma energética recientemente aprobada
tendrá dificultades para arrancar de la manera esperada por el gobierno federal
que tanto la promovió. Los inversionistas extranjeros buscan propuestas
competitivas en las cuales puedan alocar sus recursos de manera eficiente, y
que a la larga puedan generar ganancias significativas. Y aunque el titular de
la Secretaría de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, aseguró recientemente que no
habrá afectaciones a la reforma ya que la apertura del sector energético abarca
una amplia gama de proyectos más allá de la producción y exploración de
hidrocarburos, la situación es de claroscuros.
La primera subasta petrolera del
pasado 18 de julio, en la cual se concursó por 14 campos petrolíferos en aguas
someras en el Golfo de México, representaba una oportunidad única de entrar por
primera vez al sector energético mexicano para las 26 empresas que habían sido
pre-aprobadas por el Gobierno Federal., entre ellas, gigantes como Chevron,
Exxon, Shell, Carso Oil and Gas y Pemex. La Secretaría de Energía estimó que la
llamada Ronda Uno sería exitosa si las empresas conseguían entre el 30 y 50 por ciento de los contratos. En cambio, de ella resultaron solo dos contratos de
adjudicación, ambos al mismo consorcio.
Las circunstancias, en gran parte,
eran difíciles de predecir. Durante el debate de la reforma, el precio del
barril alcanzaba los 100 dólares. La economía global parecía estar en un rumbo
sostenido de crecimiento liderado por el gigante Asiático. En marzo, el Gobierno
mexicano se vio obligado a flexibilizar las condiciones de los contratos,
aumentando la ganancia de un 15 a un 20 por ciento para las empresas.
Aún así, los resultados no fueron
los esperados. El fin del monopolio petrolero sucedió en una coyuntura
complicada entre factores nacionales e internacionales. Empero, el éxito de la
reforma energética enfrenta graves riesgos, y esto, a la larga, podría
representar severas complicaciones para la economía mexicana, la cual depende
en gran medida en las ganancias que genera la producción y venta del llamado
“oro negro”.