A finales de mayo, durante una pausa en las negociaciones nucleares con Irán en Suiza, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, paseaba en su bicicleta alrededor del lago Lemán cuando accidentalmente golpeó el encintado y se estrelló. Este no fue un accidente común. El fémur de Kerry se rompió cerca de la cadera, la cual los médicos le habían remplazado previamente. Una lesión tan dolorosa podría haber obligado a otra persona de 71 años a permanecer en cama por meses. Pero en sólo cuatro semanas, Kerry estaba de regreso. Cojeando en muletas en sus clásicos traje azul y corbata rosa pastel, voló a Viena a fines de junio para la ronda final de negociaciones con Teherán. En sesiones maratónicas que a menudo se alargaban a la madrugada, Kerry se sobrepuso a su dolor y consiguió sacar adelante lo que podría resultar ser uno de los tratados de no proliferación más significativos del mundo.
El acuerdo, que restringe severamente el programa nuclear de Irán por al menos quince años a cambio de aligerar las sanciones, representa un regreso triunfal tanto físico como profesional para Kerry, quien primero trató y fracasó el año pasado en grabar su nombre en la historia diplomática mediante mediar un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos. Pero con su victoria en Viena —y la posibilidad de que el acuerdo con Irán sobreviva al desafío del Congreso en septiembre—, Kerry está a punto de darle al presidente Barack Obama su logro más importante en política exterior. Algunos observadores incluso predicen que el acuerdo pone a Kerry en la lista para un Premio Nobel de la Paz.
“Es un logro diplomático enorme. No hay duda de que ha cambiado profundamente el statu quo”, dice P. J. Crowley, un veterano del Consejo de Seguridad Nacional del presidente Bill Clinton y del Departamento de Estado de Hillary Clinton, a Newsweek. “Había un problema serio que tenía el potencial de llevar a una confrontación militar, y a través de una diplomacia efectiva, él pudo negociarlo. Esto es exactamente lo que se espera que haga un diplomático”. Kerry, añade, ahora ha establecido un valioso canal de comunicación con Irán que puede usarse para acciones diplomáticas futuras.
El exsenador por Massachusetts ya habla optimistamente de trabajar con los iraníes para abordar los conflictos en Siria, Irak y Yemen. “Sé que un Oriente Medio que está en llamas va a ser más manejable con este acuerdo [nuclear], y abre más potencial para que seamos capaces de tratar de lidiar con esos fuegos”, dijo Kerry al Consejo de Relaciones Exteriores el 28 de julio. Sus asesores aseguran que también está ansioso de darle a las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos otra oportunidad.
Pero exfuncionarios y expertos advierten que los retos diplomáticos que Kerry enfrenta en Oriente Medio después del acuerdo prometen ser todavía más difíciles que las negociaciones con Irán. David Rothkopf, director ejecutivo y editor del FPP Group, el cual publica Foreign Policy, argumenta que el acuerdo ha fortalecido a Irán considerablemente, primero al quitarle su condición de paria y abriendo el camino para que países europeos, junto con China y Rusia, una vez más hagan negocios con Teherán. El acuerdo también añadirá unos 150 000 millones de dólares en activos descongelados a las arcas de Irán, dándole los medios para financiar a sus representantes regionales, incluido el asediado presidente sirio Bashar Assad; Hezbolá, el grupo político y miliciano de Líbano; las milicias chiitas en Irak y los rebeldes houthis en Yemen. Y todo esto sucede mientras los vecinos árabes suníes de Irán han sido debilitados por guerras, revoluciones y la caída en los precios del petróleo. “Todos los involucrados —los iraníes, los europeos, los chinos, los rusos, los israelíes, los saudíes— esperan que la configuración del terreno en Oriente Medio posterior al acuerdo sea significativamente diferente a la que era antes del acuerdo”, dice Rothkopf.
Mientras Obama pone en marcha el acuerdo nuclear, advierte Rothkopf, también necesitará hallar las maneras de compensar el aumento de fuerza e influencia de Irán en una región que pasa por una turbulencia enorme. “Los intereses nacionales de Estados Unidos no se promueven simplemente con un acuerdo”, apunta. “Se promueven en el contexto de todo lo que está sucediendo.”
Las primeras acciones de Washington involucrarán reforzar las defensas de los aliados en la región. El Pentágono ya está respondiendo a una solicitud saudí de seiscientos misiles Patriot a un costo de 6000 millones de dólares, el primero de varios acuerdos de armas esperados con aliados árabes en el golfo Pérsico. También se espera que la administración promueva las ventas militares a Israel más allá de los 3000 millones de dólares en armas que ya recibe anualmente. Pero los expertos en Oriente Medio dicen que dichas ventas de armas no serán suficientes para manejar los amplios cambios de poder en la región. En los próximos años, el mayor reto en la región será reconstruir los países devastados por la guerra como Siria, Irak, Yemen y Libia. Si eso no sucede, estos lugares se convertirán en semilleros de extremistas violentos, de forma similar a las áreas de Irak y Siria que ahora están bajo el control del Estado Islámico (EI). Serán necesarias soluciones a plazo más largo, dicen estos expertos, y requerirán de la cooperación de Irán.
Hay señales de que Washington y Teherán ya se mueven en esa dirección. Hasta ahora, la administración de Obama se ha negado a darle a Irán algún papel en una solución política para Siria propuesta por Estados Unidos (que quiere que Assad y sus principales tenientes renuncien y ocurra una transición controlada a un nuevo gobierno). Pero en su conferencia de prensa del 15 de julio —apenas un día después de que se anunciara el acuerdo nuclear con Irán—, Obama les ofreció a los iraníes un asiento en la mesa. “Pienso que es importante para ellos ser parte de la conversación”, dijo.
Una solución al problema sirio también requiere la participación de Rusia —la cual apoya a Assad—, así como de Turquía, Arabia Saudita y Catar, que apoyan a los rebeldes sirios. Algunos observadores creen que se podría convencer a Rusia de que abandone a Assad, siempre y cuando Moscú pueda conservar su base naval en la porteña ciudad mediterránea siria de Tartús y su relación comercial armamentista con el siguiente gobierno. Irán también podría ser persuadido para que se aleje de Assad, pero insistiría en mantener su ruta armamentista a través de Damasco hasta Hezbolá, la cual amenaza la frontera norte de Israel. A Kerry se le complicaría superar las objeciones israelíes a tal acuerdo. También hay preocupaciones de que la salida de Assad podría provocar que el gobierno se colapse por completo, eliminando la posibilidad de un régimen sucesor dentro de sus filas.
La cooperación de Estados Unidos con Irán en la lucha contra el Estado Islámico es anterior al acuerdo nuclear. Bajo una alianza tácita entre Washington y Teherán, aviones estadounidenses han llevado a cabo ataques aéreos contra posiciones del EI por más de un año, mientras que las milicias chiitas apoyadas por Irán lo han combatido en el terreno. Funcionarios militares estadounidenses dicen que proveen apoyo aéreo sólo a las milicias chiitas que están bajo las órdenes de Bagdad, pero en el combate de marzo de Tikrit y en batallas posteriores, aviones de guerra estadounidenses ayudaron a combatientes bajo el control de Irán. Sin embargo, una coordinación más estrecha con las milicias chiitas podría presentarle a Obama problemas políticos en casa, pues funcionarios militares de su país no han olvidado que cientos de sus soldados murieron a manos de los combatientes chiitas durante la guerra de Irak.
En Yemen, Washington dice que provee apoyo logístico y de inteligencia a una campaña militar encabezada por saudíes contra los rebeldes houthis apoyados por Irán. Pero a las calladas, la administración está instando a Riad a que detenga la ofensiva. A finales de mayo, según se ha enterado Newsweek, Anne Patterson, subsecretaria de Estado para asuntos de Oriente Próximo, se reunió en secreto con altos funcionarios houthis en Omán. Poco después, los houthis liberaron al periodista Casey Coombs, uno de varios estadounidenses que se cree que los houthis tienen cautivos, a cambio de una presión adicional de Estados Unidos a los saudíes para que detengan la campaña de bombardeos, dicen fuentes diplomáticas occidentales.
Peter Feaver, un exfuncionario del Consejo de Seguridad Nacional del presidente George W. Bush y un crítico del acuerdo con Irán, dice que el éxito de tal diplomacia —y el lugar de Kerry en el panteón de grandes secretarios de Estado— dependerá de que él pueda hacer el acuerdo parte de una estrategia mayor que realinee a Irán conforme con los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos. No es optimista. “Es una jugada que apuesta contra la historia y que apuesta contra el patrón de comportamiento de Irán”, dice. “Y es una apuesta más riesgosa de lo necesario porque pudimos haber tenido un mejor acuerdo.”
Al defender el acuerdo nuclear ante el Congreso en julio, Kerry recordó el momento de reflexión callada en el ornamentado hotel Palais Coburg después de que él y sus compañeros diplomáticos de Irán y cinco potencias importantes llegaron al acuerdo nuclear. El ministro francés del exterior, Laurent Fabius, hizo notar que la fecha del acuerdo fue el 14 de julio, el Día de la Bastilla, que marcó el comienzo de la Revolución Francesa en 1789. Fabius luego expresó su confianza en que el acuerdo con Irán creará otro hito histórico.
Tal vez. Pero, por ahora, la mayoría de los observadores se reserva su juicio. Aaron David Miller, quien sirvió como asesor de Oriente Medio en administraciones tanto demócratas como republicanas, dice que el acuerdo sigue siendo “transaccional” al momento, un acuerdo comercial en el que cada parte recibe algo del otro. En otras palabras, Premio Nobel o no, es posible que Kerry pase por mucho más dolor antes de que el acuerdo siquiera lleve a una verdadera tregua entre Estados Unidos e Irán.