“El Estado genera criminalidad por una parte y, por otra, coopta, para su propio beneficio, a la criminalidad”, considera el profesor investigador de Estudios Culturales Latinoamericanos y doctor en Literatura Hispánica Héctor Domínguez Ruvalcaba.
En entrevista con Newsweek en Español, a propósito de la publicación de su más reciente libro de investigación, ‘Nación criminal’, que ya circula bajo el sello de la casa editorial Ariel, el catedrático añade que, luego de una larga historia de contubernios, el Estado mexicano puede generar o aprovecharse de la criminalidad, “pero muy pocas veces combatirla, eso hay que decirlo muy claro, porque si la combatiera estaríamos en otro estado”.
De acuerdo con el especialista, en el debate que se ha generado sobre si México es un Estado débil o fuerte no se ha comprendido del todo que el gobierno se percibe como debilitado debido a que la ciudadanía no ve que la beneficie o cumpla con su deber de protegerla.
“Se percibe un Estado débil ante fuerzas criminales que lo controlan —explica—, ese es el imaginario que se ha construido desde hace unos años. Pero ¿es un Estado débil frente a los grupos criminales o es un Estado fortalecido como Estado criminal cuyo cometido no es la defensa y la protección de la ciudadanía, sino la defensa y protección de otros intereses, sobre todo económicos?
“Cuando hablamos de neoliberalismo nos referimos a un Estado al servicio de las empresas sobre todo transnacionales, pero cuando hablamos de neoliberalismo con visos criminales se trata de un Estado al servicio de empresas no solamente legales, sino también de empresas criminales, pues el objetivo último no es la protección de los derechos humanos ni el beneficio de la ciudadanía, sino proteger esos intereses.”
—Ese entramado suena muy conspirativo…
—Sí, lo parece, y a veces no quiero hablar mucho de esto, pero en la medida en que vamos encontrando indicios de que esto está pasando, no puedo dejar de decirlo. Cuéntenme lo que quieran de la fuga del Chapo [Joaquín Guzmán], cuéntenle a la ciudadanía lo que quieran de la fuga del Chapo, nadie va a creer, aun les digan la verdad.
—¿Por qué razón?
—Porque el Estado ya perdió toda credibilidad, no solamente en México, sino en el extranjero, yo vivo en el extranjero, y cuando leemos notas en The New York Times,en The Washington Post, en la manera en que se expresan del discurso oficial mexicano siempre está esa ironía, ese sarcasmo de que no saben si realmente se está diciendo la verdad.
—¿Esta es una nueva forma de gobernar o México siempre ha sido así?
—Me di a la tarea de buscar en la historia de México, sobre todo a través de la literatura, pues en las novelas todo se escribe, no hay nada más chismoso que la novela, y me encuentro con que el régimen de Santa Anna tiene sus contratos con los bandidos y que Benito Juárez también convierte a los bandidos en policías. Entonces hay una buena oportunidad de que el crimen penetre en el Estado, y así lo hizo Porfirio Díaz con sus acordadas y demás, eran bandidos que se convirtieron en policías.
“Y cuando llegamos al régimen del PRI lo que hacemos es institucionalizar la relación del Estado con los criminales. Entonces, la línea narrativa que guía mi investigación es demostrar cómo esas impunidades que se veían al final de nuestra época eran un sistema en el cual el Estado no podía existir sin esa participación de lo criminal, esa es la premisa.”
—En esa dinámica ¿cuál entonces es el sentido de la función del crimen?
—Las grandes acumulaciones de capital, que salvan incluso bancos, son una fuerza de coerción que puede ser utilizada para intereses de todo tipo: es un ejército que está a disposición de quien lo contrate. Últimamente ya hay independencia de los paramilitares con respecto al narco: ¿el crimen organizado es igual a narco? No. La cosa ya va mucho más allá.
—Es importante remarcar muy bien esa diferencia…
—Tiene que quedar bien claro que el narco es una de las producciones más lucrativas del crimen organizado, ¿pero y la trata, y el esclavismo, el secuestro, el cobro de cuotas? Todo el país está aterrado, tiene que pagar impuestos al Estado y al crimen organizado. Entonces, el crimen organizado ha funcionado para establecer modelos de coerción, para extraer la mayor cantidad de riqueza, para controlar poblaciones, para extinguir a indeseables, y todo eso no es sólo del interés de unos hombres malos, criminales, actuando desde la oscuridad, sino también de gente de poder, de política.
—¿Por qué se considera que el crimen constituye una rebelión y, al mismo tiempo, una contención social?
—Toda la vida hemos pensado en qué hacer con los pobres; el académico de izquierda, liberal, invierte muchísimo durante todo el siglo XX pensando en el problema de los pobres. Llegó un momento en que los pobres dejaron de esperar a que se hiciera algo por ellos porque el salario se volvió tan mínimo que te mueres o haces algo ilegal para poder vivir. Veamos lugares reales como los barrios bajos de Ciudad Juárez o de Ecatepec, hablemos con la gente, qué hace para vivir. El salario mínimo no sirve, ¿pero qué es lo que hay? Los pobres ya se cansaron de que no se hiciera algo por ellos, no se les han cumplido las promesas, se les ha engañado, y ellos no son tontos, entonces tomaron por su propio esfuerzo y decisión otros derroteros, como el gran crecimiento de la informalidad, eso que es medio legal, medio ilegal, que no sabes cómo hacerle, pero no lo puedes controlar porque es el producto de la exclusión económica, y el crimen organizado tiene el origen en ello.
“En donde hay mayor criminalidad hay mayor control del crimen organizado de estas sociedades que están participando directa o indirectamente desde ciertos sistemas. Y la ‘constitución’ de estas zonas, la ley en función de estas zonas, se escribe con faltas de ortografía en narcomensajes: aquel que traicione, aquel que haga esto, le va a pasar esto otro. La gente entiende cuál es la ley que está obedeciendo. Y la Constitución no sirve para nada en esos ámbitos.