Es un hereje de la fotografía. No se detuvo junto a los ortodoxos de su generación y otros “románticos” más jóvenes a contemplar el derrumbe del dios analógico de la imagen. Ese dios que sublimaba la plata sobre gelatina y los químicos reveladores, que de pronto sufrieron el Apocalipsis de la era digital para dar paso a los bites y a las impresoras de alta resolución.
La mirada felina de Pedro Meyer, uno de los fotógrafos mexicanos más reconocidos en el mundo, parece mimetizarse con el obturador de la cámara que porta a todos lados. Es de los que no encuentran una sola ventaja de esa fotografía que nos ofrecen en megabites las grandes marcas fotográficas y que, para completar la herejía, comienzan a desplazar a los otrora considerados “cánones” de la imagen.
Sin embargo, para el fundador del Foto Museo Cuatro Caminos —que se inaugura en septiembre próximo—, la era digital ofrece ventajas infinitas. Atribuye la renuencia de fotógrafos de su generación a usar las nuevos recursos a “una inseguridad y una resistencia netamente psicológica, no técnica, porque la fotografía digital no es un estilo único, sino una posibilidad de realizar cualquier estilo posible”.
Para Meyer la discusión sobre si esta es mejor o peor está fuera de lugar. “Ignorancia, miedo al cambio y a lo que no conocemos ni sabemos es lo que lleva a defender y argumentar cosas erróneas”, suelta mientras sostiene una cámara bajo su cuello. Charlamos en la sala de su casa en cuyas paredes hay obras de Picasso, Bresson; un Siqueiros sobre la chimenea enmarca la estancia. Es una especie de museo hogareño al que se agrega la calidez que Pedro brinda a sus visitantes. Su voz pausada, incisiva y profunda se deja escuchar.
Considera que el tema tampoco pasa por la longevidad de las imágenes o la calidad de su gama cromática. Sobre la primera asegura que “una impresión digital dura doscientos o trescientos años de acuerdo con las pruebas de añejamiento acelerado (el triple de una de gelatina sobre plata), y las cámaras actuales tienen una gama cromática aproximadamente cinco pasos arriba de lo que puede hacer una película… ¿por qué añorar lo menos?”, inquiere.
Para que no queden dudas, con más argumentos lanza a la hoguera al cuarto oscuro: “La fotografía digital es más eficiente, no es contaminante, es más barata, más rápida y más creativa; si este no fuera el caso, ¿piensas que mundialmente la adopción de la tecnología digital hubiera sido tan rápida?”.
Así, desenfocando el pasado, nos situamos en el primer plano. Con la fotografía masiva de la actualidad: la que pasa por las redes sociales y las selfies. En un mundo que todo lo mira en una especie de omnivouyeurismo, que parece enfrentarnos a imágenes sin reflexión, pregunto a Meyer su opinión sobre esta fotografía “accesible” y sus consecuencias en la mirada fotográfica.
“En los últimos diez años, la fotografía pasó de ser el patito feo de la cultura a la vanguardia. Todos somos hoy fotógrafos. Todos podemos tomar fotos.”
—¿Todos podemos tomar fotos, pero eso nos vuelve fotógrafos? —peco de purista.
—La diferencia sigue siendo entre los buenos fotógrafos y, desde luego, en esta clasificación entra el “¿para quién?” Quizá para tus círculos cercanos seas “el mejor fotógrafo”. El meollo de la calidad está en que tu público meta pueda decodificar el mensaje que buscas transmitir a través de la imagen, si esto ocurre, ¿qué más quieres?
“NO HAY UNA CULTURA VISUAL”
—La pregunta obligada: ¿la fotografía es arte?
—Puedes hacer arte con la fotografía, que es muy distinto. No creo que un fotógrafo sea un artista, puede un fotógrafo ser artista haciendo foto, pero eso depende de lo que haga con su cámara.
En nuestro contexto inmediato vivimos saturados de imágenes, hay un deseo delirante de mirar y ser mirado; en términos freudianos, diríamos que vivimos tiempos de una pulsión escópica desbordada, de “sa-ver” y de ser a través de la mirada del que nos mira. Un registro que parece irregistrable ante la velocidad en que circulan millones de imágenes.
Todo lo que vemos tenemos la posibilidad de convertirlo en imágenes, algo que antes no ocurría, ¿esto lleva a una trivialización de la imagen? Tras una larga pausa en la que su mirada se pierde en el horizonte, Meyer suelta: “¿Tú crees que se está trivializando la palabra por el mero hecho de que cada vez más personas sean capaces de leer y escribir?”.
—Entonces, ¿estamos educando la vista?
—Desde luego, estamos entrando en tiempos donde no hay una cultura visual porque no había la oportunidad para ello. Hoy, en donde todos somos fotógrafos, hay una oportunidad para desarrollar una cultura visual.
—¿Hacia dónde va la imagen entonces a partir de esta “culturización”?
—Tenemos que asumir que por naturaleza el ser humano de cualquier cultura es pictoralista. Tenemos el gusto por ver la imagen. Y detrás de ver la imagen es como con la música: entre más sabes de algo, más lo aprecias. Debes tener cultura para apreciar las cosas, no importa si estamos hablando de escultura, música o cocina.
—Las selfies, ese goce desbordado del sujeto de mirar y ser mirado que parece síntoma de tiempos sin reflexión, ¿reflejan nuestra cultura?
—En México el problema no es de cultura, es de educación. Porque cultura hay sin importar lo que pasa. La cultura no se enseña, se vive. La educación es otra cosa. Y sí, somos un país muy inculto, pero el mundo es un mundo inculto.
Meyer señala que el problema cultural no es exclusivo de México, ya que en Estados Unidos la incultura y falta de educación alcanza niveles terribles. “Los universitarios no saben dónde está el océano Pacífico y no saben localizar en un mapamundi su propio país, así que México no tiene el monopolio de la estupidez.”
—¿El sistema capitalista es el problema?
—Tampoco, porque ignorantes hay en cualquier sistema. Hoy la gente lee más que nunca antes, lo que ocurre en gran medida es que el poder usa la ignorancia en su beneficio. Al poder no le interesa que dejes de ser ignorante porque lo que quiere es controlarte, no educarte, y esto no es nada más en México, ya que en el país se vive lo mismo que en muchos otros países del mundo.
“FACEBOOK ESTÁ HACIENDO MI ÁLBUM”
En su opinión, las millones de fotos tampoco son un problema real, ya que estamos usando la experiencia pasada (análoga) para ver una fotografía y la estamos proyectando hacia el futuro. “Por qué no pensar —propone— que un álbum familiar en el futuro tenga cien mil fotos y de ahí podamos seleccionar las quinientas mejores. Facebook está haciendo eso hoy. Facebook está haciendo mi álbum de lo que yo he subido y de forma cambiante.”
Meyer entonces se revela como un amante de la tecnología, sin reparar en cuestiones que van más allá de la imagen. El fotógrafo se jacta de ser el sujeto que más imágenes tiene en línea, con un acervo de casi medio millón de imágenes colgadas en la red. Suficientes para que la NSA pueda reconocerlo a él y a sus cientos de fotografiados en cualquier lugar del mundo en que se haya parado.
“En Facebook yo tengo algo así como quince mil fotos. Soy el fotógrafo con más fotografías en línea, tengo medio millón de fotos, todas las fotos que he tomado en mi vida están en línea. Puedo estar sentado en China en un café y mostrarle cualquier foto a un amigo.”
Meyer insiste en que la producción incesante de imágenes no tiene nada que ver con muchas fotos, sino en el asunto de cómo las vamos a encontrar, lo cual asegura está basado en tecnologías en las que nadie había pensado… salvo Zuckerberg. “Facebook y algunas otras marcas están desarrollando dispositivos para reconocer rostros, a tal grado que ahora la cámara está regresando una característica muy singular al retratado: si tú no sonríes, la cámara no tomará la foto. El que dispara la cámara ahora es uno con la sonrisa, lo que me parece una idea loquísima. Eso es no entender la era digital, no es no tener una cámara digital”, sostiene.
Como periodista, la idea me parece fascinante, pero a la vez aterradora, alienante. No me imagino imposibilitado de tomarme una foto por no sonreír; en segundos, reparo en cientos de instantáneas en mi mente en las que sencillamente la sonrisa no tiene lugar. Continuamos.
—¿Cómo viven los fotógrafos hoy estos cambios?
—Sin duda han sabido aprovechar la nueva tecnología, los más jóvenes están viviendo en una era de muchas transiciones de todo tipo: política, económica, tecnológica, social… son capaces de estar como peces en el agua y entender la dinámica de otra manera.
—¿Y el fotoperiodismo?
—Tiene dos aspectos: la fotografía ya no es lo que era antes y el periodismo tampoco, entonces ¿de qué estamos hablando? Newsweek en Estados Unidos dejó de imprimirse un tiempo, ¿necesito decirte más? Le ha pasado un camión por encima tanto a la fotografía como al periodismo, si bien la revista digital sigue necesitando imágenes y personas que cuenten historias, ahora lo que cambia es el cómo hacemos estas cosas.
El significado del fotoperiodismo cambió, junto con el de la fotografía y el de la memoria. Hay herejes que así lo han entendido y asimilado, otros se han resistido por completo, y algunos de pronto tenemos imágenes contrapuestas, como una luz proyectada sobre un cristal roto en un cuarto oscuro, o un “merge down” de Photoshop.