Uno de los datos más recientes que buscan desentrañar la verdad sobre la fuga del hombre más buscado del mundo, revela que un subordinado de Joaquín Guzmán “El Chapo” Loera en el cartel de Sinaloa, José Sánchez Villalobos, quien fuera arrestado en 2012 en Guadalajara, era el encargado de construir varios túneles para el tráfico de drogas y cohabitaba en la misma sección que Joaquín Guzmán Loera en el penal del Altiplano ubicado en el Estado de México.
Este hombre, cuya presencia en el CEFERESO No. 1 arroja una pieza clave en el caso, se identificó como director financiero del Cártel de Sinaloa a cargo de la región fronteriza de California.
Todo apunta a no ser una casualidad que el túnel de escape del Altiplano tiene una gran similitud respecto de las construcciones por las cuales Villalobos traficaba con estupefacientes en Otay.
El próximo lunes 3 de Agosto la revista New Yorker publicará un reportaje en el cual afirma este hecho. La evidencia está en las especificidades de las construcciones: La madera para delimitar la entrada, los sistemas de iluminación, la profundidad de la excavación y el tipo de ventilación.
Algunas preguntas han quedado sin respuesta por parte de las autoridades mexicanas: ¿El Chapo tenía la posibilidad de hablar con otros presos desde su celda ? ¿Acaso nadie lo escuchó cavar? El reportaje de la revista explica “si Guzmán tenía un teléfono celular a pesar de las reglas de la prisión, es posible que Sánchez-Villalobos le ayudó a coordinar el túnel de escape desde el interior”.
Sánchez Villalobos se encuentra a la espera de la resolución de su apelación respecto de la orden de extradición ordenada por un tribunal mexicano. Señala la revista estadounidense “Estas batallas legales pueden tomar años, y Enrique Peña Nieto, el presidente de México, ha sido reacio al dejar a los prisioneros mexicanos fuera del país. (Queda por verse si la vergüenza por la segunda fuga de Guzmán ablandará la postura de Peña Nieto). De acuerdo con los registros de inmigración, en el momento de su arresto en México, Sánchez-Villalobos era un residente permanente legal de los EU”.
La revista explica en el reportaje que en 2010 agentes del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos empezaron a monitorear llamadas de un integrante del Cártel de Sinaloa identificado como Enrique. “Él y los otros operadores utilizaban varios apodos para referirse a sus jefes. Alguien que llamaron como Quirino (quien después sería identificado como José Sánchez Villalobos) parecía estar a cargo de un importante proyecto de túnel”.
Previo a estas llamadas se creía que los túneles de Tijuana a Otay habían sido construídos por células ligeramente relacionadas al Cártel de Sinaloa. Sin embargo se trataba de una célula de construcción de la que “Quirino” era el jefe. Un par de detenidos en 2010, uno por transportar marihuana y el otro por ser el encargado de un almacén, realizaron llamadas a Quirino y así se llegó al origen de los túneles.
Quirino tenía múltiples ocupaciones con el funcionamiento de los túneles, tales como el almacenamiento de las drogas en Tijuana, la construcción y los horarios del transporte, alquiler y compra de almacenes en ambos lados de la frontera.
Los agentes pudieron asir el modus operandi que utilizaba el cártel para reclutar a sus trabajadores y el manejo fragmentado de la información de modo que los trabajadores cuando son atrapados y tentados con acuerdos con la Fiscalía de EU no pueden dar demasiada información.
Estos hombres eran forzados a trabajar en las construcciones de los túneles, los engañaban ofreciéndoles un trabajo falso. La revista describe el caso de un joven de 19 años llamado Fernando que en diciembre de 2012 acudió a la pizzería Mama Mía de un centro comercial de Tijuana para pedir trabajo. Mientras llenaba su solicitud un desconocido se le acercó, le dio su número telefónico y le preguntó si quería un trabajo de limpieza en una tienda. La llamada de la pizzería nunca llegó y, muy necesitado por trabajar, llamó al hombre quien le ofreció un sueldo semanal de mil 200 pesos. Cuando llegó al lugar de trabajo en el que lo citaron se encontró con una estructura sin marcas de identificación.
Adentro, detrás de una puerta rodante, había un muelle de carga por donde cabía un camión de basura. Hay se encontraba un almacén con muros de hormigón, un agujero y sacos de tierra, nada más.
Repentinamente Fernando se enteró que las cosas habían tomado otra dirección, que su trabajo sería cavar un túnel y que si trataba de salir, a él y su familia los matarían. Según el medio otros 16 hombres más cayeron víctimas de esta trampa. El supervisor de trabajo es reconocido por los 16 como “Carlos”, quien los dividía en turnos de 12 horas y les llevaba siempre la comida para que no tuvieran que salir del lugar.
Cinco o seis hombres trabajaban dentro de la cámara y alargaban el túnel con palas eléctricas de mano y llenando bolsas con tierra y rocas. Otros tres arrastraban las bolsas utilizando un ascensor improvisado conectado a un sistema de poleas eléctrico y apilaban los sacos en el muelle de carga.
Del otro lado de la frontera, en las estaciones de autobús y en las esquinas fueron atraídos por la posibilidad de obtener un empleo temporal, a otros se les prometió un paso seguro a través de la frontera a cambio de unas pocas horas de trabajo.
Fernando era el más joven de todos, y uno de los dos únicos tijuanenses. La mayoría eran trabajadores rurales que habían viajado a la frontera norte “en busca de oportunidades”.
Fernando y sus compañeros fueron detenidos en febrero de 2013 en un operativo del Ejército en atención a una llamada anónima. Todos fueron trasladados a la prisión de La Mesa, a unas cuatro millas de la bodega, en la que todavía se encuentran detenidos.
“Es posible que hayan tenido la suerte de ser arrestados. Joseph Dimeglio, jefe de la Fuerza de Tarea, me dijo que, cuando se termina un túnel, los excavadores son a veces recapturados y obligados a trabajar en otro proyecto. Otras veces, dijo, ‘el cártel los saca, y ya sabes, se deshace de ellos’”, relata Reel en su reportaje.
(Con información de Proceso)