El dilema de practicarse un aborto ilegal, sus irreprimibles celos por un amante y eventuales problemas de dinero son algunos episodios de su vida que la artista Frida Kalho relata en una colección de cartas íntimas que recientemente salió a la luz en México.
La casa estudio de Diego Rivera, el gran muralista y esposo de Frida, es el espacio donde la semana pasada fue inaugurada la exposición “Ecos de tinta y papel. De la intimidad de Frida Kahlo”.
La colección de 87 objetos que incluyen fotos, cartas y documentos, habla de las obsesiones de la pintora.
“Tanto Frida como Diego Rivera eran personas” tan humanas como cualquiera “con problemas de pareja, financieros y de salud, como todo lo que conforma como ser humano” y eso es lo que trata de mostrar la exposición, dijo a la AFP Cristina Kahlo, curadora de la muestra y sobrina de la artista.
“Una dosis de ‘quimina’ y una purga de aceite ricino muy fuerte”, son las sustancias que Kalho ingirió para provocarse un aborto sin conseguirlo, cuando vivía en la ciudad estadounidense de Detroit, cuenta en una carta dirigida a su médico y amigo Leo Eloesser.
“Yo no estoy fuerte y el embarazo me debilitará más”, le dice a su médico, al que confiesa que no cree que “Diego esté muy interesado en tenerlo porque lo que más le preocupa es su trabajo”.
En una carta escrita a mano, Frida pide a su amigo Leo, residente en Nueva York, que le escriba al médico que la atiende en Detroit para explicarle sus males de salud.
En un abrir y cerrar de ojos
“Tenía yo tanta ilusión de tener a un Dieguito que lloré mucho”, lamenta en esa segunda misiva.
La muestra lleva al visitante a recorrer la casa estudio de Diego, una joya del arquitecto Juan O´Gorman, en el barrio capitalino de San Angel, donde aún permanecen la ropa de trabajo, el caballete, los pinceles y grandes botellas de vidrio con polvos de colores que el muralista usaba en sus obras.
Aunque Diego conservó el estudio hasta su muerte (1957), Frida solo vivió un año ahí. La pareja habitó después la famosa Casa Azul de Coyoacán, otro barrio de la Ciudad de México.
Los suplicios que Frida vivió en 1950 tras una de las múltiples operaciones de columna a las que fue sometida son descritos en otra carta que Khalo dictó a su hermana Matilde.
250 dólares del orgullo
La mala salud no le impidió tener amantes, entre los que estuvo su gran amigo, el fotógrafo estadounidense de origen húngaro Nickolas Muray, que vivía en Nueva York.
En 1939 le escribió desde su casa de Coyoacán para contarle sobre el desconsuelo que le había causado su inminente divorcio con Diego, pero en la misma carta es incapaz de ocultar sus celos por el reciente matrimonio de Muray.
“Envíame por correo el pequeño cojín, no quiero que nadie más lo tenga”, y “otro favor: ‘No’ ‘La’ dejes tocar los indicadores de incendios en las escaleras (ya sabes cuales). Si puedes, y no es mucho problema, no vayas al Coney island, especialmente al Half Moon, con ella. Quita mi foto que está en la Chimenea”, le pide Frida a su amado amigo.
Frida había prometido que pagaría cuando obtuviera una beca que nunca le concedieron. Diego, “indignado” por el hecho de que su mujer pidiera dinero prestado, interviene en una de sus cartas para disculparse con Dolores y enviarle un inmediato cheque en pago de la deuda.