En alguna parte de las sucias calles de una ciudad industrial del noreste de China camina uno de los hombres más peligrosos del mundo. Bajo, fornido y mofletudo, con un lunar en el labio superior, Li Fangwei mantiene un bajo perfil y opera bajo media docena de alias. En otro tiempo y lugar, podría haber presumido su emporio criminal como un colorido señor de la cocaína, acribillando a sus rivales y regalando a los lugareños con estadios de fútbol. Pero el negocio de Li requiere de más discreción: vende misiles avanzados y tecnología y materiales nucleares. A Irán.
Acusado en Nueva York el año pasado de violar las sanciones a Irán y lavado de dinero, Li —conocido en Occidente como Karl Lee— opera en las afueras de Dalian, el centro naviero del mar Amarillo antes conocido como Port Arthur. Otrora parlanchín, ya no responde el teléfono. Los empleados de media docena de sus compañías contactados por Newsweek dijeron que nunca oyeron hablar de él.
Pero Lee es bien conocido por funcionarios de Estados Unidos y los especialistas de control de armas. Para ellos sólo está por debajo de A. Q. Khan, el tristemente célebre científico pakistaní que dio a Irán, Corea del Norte y Libia mapas de ruta para la bomba. “A. Q. Khan está en una clase única”, dice Robert Einhorn, otrora un alto experto en no proliferación en las administraciones de Clinton y Obama. “Pero si Khan ocupa los lugares 1, 2, 3 y 4, entonces Karl Lee es claramente el número 5… Ha hecho mucho daño.”
Otros analistas están de acuerdo. “La importancia de Karl Lee como proveedor del programa de misiles de Irán no puede sobreestimarse”, dice Nick Gillard, un analista del Proyecto Alfa del King’s College de Londres, el cual ha seguido de cerca las transacciones de Lee. “Si uno desmontase un misil iraní, hay altas probabilidades de que encuentre dentro por lo menos un componente que pasó por las manos de Lee.” En años recientes, dice Gillard, Lee ha pasado de vender tecnología y metales avanzados hechos en otra parte a convertirse en productor de “componentes altamente sensibles para guiar misiles como giroscopios de fibra óptica, dando el salto de intermediario a fabricante de alta tecnología”.
Lo cual lo convierte en un comodín en el amplio acuerdo de armas con Irán que extiende la prohibición a la venta de misiles balísticos y partes a Irán por otros ocho años. Si China no puede —o no quiere— controlarlo, el Congreso de Estados Unidos nunca votará a favor de retirar las sanciones a Irán, predice Mark Kirk, senador por Illinois y uno de los principales belicistas republicanos. “Aun cuando esta administración pudiera condonar temporalmente algunas leyes de sanciones a Irán para hacer avanzar las negociaciones fallidas, el Congreso nunca votará a favor de revocar permanentemente estas leyes hasta que las amenazas de misiles balísticos nucleares y terrorismo del régimen iraní terminen de una vez por todas”, dice Kirk a Newsweek.
Pero he allí la trampa. Empezando con la administración de Clinton hace una década, la respuesta de China a las protestas de Estados Unidos tras bambalinas por las actividades de Lee ha ido desde “nunca hemos oído hablar de él” hasta “vayan y pésquenlo”, según funcionarios actuales y anteriores. Y eso sigue sin cambiar, a juzgar por la respuesta de Pekín a una consulta de Newsweek sobre Lee en junio. En una declaración preparada, el portavoz de la embajada de China en Washington insistió en que Pekín toma con “seriedad” la proliferación de armas de destrucción masiva, pero se negó a comentar sobre Lee.
La administración de Obama empezó por aumentar la presión sobre Lee el año pasado; designó a más de sus compañías para sanciones, ofreció una recompensa de 5 millones de dólares por su cabeza y publicó una “alerta roja” de Interpol para su arresto si viaja fuera de China. El FBI también incautó 7 millones de dólares de sus activos y publicó un afiche de “Se busca” con una foto borrosa del sonriente y despeinado hombre de 42 años. Sin embargo, tan pronto como las operaciones de Lee se ven afectadas, él las cierra y salta bajo nuevos nombres y cuentas.
Muchos funcionarios dicen que es hora de reprender públicamente a China por proteger a Lee y exigir que lo entregue para ser enjuiciado. “Ya va siendo hora de decir nombres y avergonzar”, dice Einhorn, quien discutió personalmente sobre Lee con funcionarios chinos durante la administración de Clinton.
Sin embargo, al presentarse la oportunidad de hacer precisamente eso en julio, la administración de Obama puso reparos. El funcionario del Departamento de Estado responsable de la no proliferación rechazó una solicitud de entrevista. El Departamento de Justicia se negó a decir si Estados Unidos le ha pedido formalmente a China que entregue a Lee. Y un alto funcionario de la administración, hablando estrictamente bajo la condición de no atribución, sólo ofreció una respuesta trillada sobre cómo Estados Unidos y China “continúan estrechando” su “cooperación en asuntos de no proliferación y contraproliferación”. Algo es seguro, dice, “Estados Unidos continúa considerando a Karl Lee una amenaza de proliferación prioritaria”.
Eso fue todo. La administración fue renuente, por supuesto, a decir algo que pudiera complicar las conversaciones nucleares con Irán en el último momento. No obstante, ahora que se ha llegado a un acuerdo, los negociados de Lee les dan a los belicistas de Washington otra oportunidad para atacar a la Casa Blanca. Prueba de intratabilidad de China, dicen ellos, se puede ver cuán poco saben las autoridades de Estados Unidos sobre la familia de Lee, su educación, sus conexiones con el partido y su estilo de vida, un reflejo de cómo han sido obstruidos por sus pares chinos. Sin embargo, al rastrear sus transacciones comerciales, ellos piensan que han identificado compañías registradas bajo los nombres de su padre, Li Guijian, y dos hermanos, Li Fangchung y Li Fangdong.
Pero ¿dónde obtuvo Lee su conocimiento técnico y comercial? ¿Dónde aprendió a hablar inglés? No lo saben. ¿Vive a lo grande, como Pablo Escobar? Piensan que no, aunque dicen que es aficionado a los autos de lujo y los buenos trajes. Eso es todo. Más allá de sus operaciones comerciales, él es un misterio. “Hemos trabajado en él por mucho tiempo”, dice riéndose Matthew Godsey, un alto investigador adjunto y sinoparlante del Proyecto Wisconsin. “Es difícil determinar quién es él en lo personal.”
Los investigadores saben que Lee nació en Heilongjiang, una provincia miserable en la frontera con Manchuria, en 1972, cuando China era puesta de cabeza por la Revolución Cultural ultraizquierdista. Sin embargo, para cuando estaba en la preparatoria, el país ya estaba bien encaminado al exuberante capitalismo guiado por el Estado, ayudado por sus nacientes lazos con Estados Unidos. Pero cómo Lee dio el salto del noreste rústico a la floreciente ciudad portuaria de Dalian, y luego a la notoriedad mundial como heredero de Khan en el mercado negro de las armas nucleares, sigue siendo un misterio, por lo menos en Washington. Un investigador del gobierno de Estados Unidos dice que Lee tuvo un abuelo que era un “coronel legendario en el Ejército Popular de Liberación” durante la Guerra de Corea, lo cual probablemente ayudó. Para principios de la década de 2000, Lee estaba “conectado”, como dicen los gánsteres. Un cable clasificado de 2008 del Departamento de Estado obtenido por WikiLeaks lo describió como “un exfuncionario gubernamental que ha estado usando sus conexiones gubernamentales para realizar negocios y posiblemente protegerse de las acciones persecutorias de Pekín”.
“Si tratas de pensar bien por qué los chinos no [detienen] a este tipo”, dice un ayudante del Congreso quien habló libremente sobre Lee bajo la condición del anonimato, “hay dos explicaciones y posiblemente más. Una, les gusta lo que él hace, y tienes que preguntarte por qué. O dos, tiene que estar pagándole a la gente”.
O ambas. De hecho, muchos funcionarios del gobierno y del partido probablemente tengan que ver en los negocios de Lee, dice el ayudante. “Esa es la manera en que los chinos hacen negocios.” Pero muchos observadores de Lee piensan que es el hombre de Pekín en Teherán, un agente muy útil para la venta de armas, un “empresario privado” que pueden pretender que trabaja por su cuenta. Con la posibilidad de que se retiren las sanciones después del acuerdo de armas nucleares, según va este hilo de pensamiento, ello pondría a China al principio de la fila en el bazar de armas de Irán.
Mientras tanto, la mayoría de los expertos se ríe cuando se les pregunta sobre la posibilidad de que China algún día entregue a Lee para enjuiciarlo. Él se ha vuelto casi irremplazable tanto para Pekín como para Teherán, aunque sea sólo por “la cantidad de tiempo que Irán ha invertido en él”, dice un investigador federal. “El grado de clandestinidad que ha usado lo convierte en un veterano experimentado”, añade, refiriéndose a la habilidad de Lee para trabajar en decenas de frentes bajo múltiples alias. “Se requiere de tiempo para desarrollar alguien más como él, y es claro que es capaz de actuar con libertad dentro de China. Así que tienes alguien que se puede mover con libertad, que ha sido entrenado por más de una década y usa una clandestinidad en verdad buena. Eso es algo difícil de remplazar.”
En pocas palabras, es como el personaje de Nicolas Cage en Hombre peligroso, un estadounidense nacido en Rusia de nombre Yuri Orlov que vende armas a una serie de chicos malos a nombre de clientes como la CIA, la cual necesita mantener oculta su participación en los salvajes conflictos. En la película, un fervoroso agente de la Interpol (Ethan Hawke) finalmente rastrea a Orlov y lo pone en una celda. El agente piensa que es el fin de Orlov, pero el comerciante de armas le asegura que está equivocado.
“Déjame decirte qué va a pasar”, dice Orlov, sentado y esposado. “Pronto alguien llamará a esa puerta, y te llamarán afuera. Habrá un hombre en el pasillo con un rango superior al tuyo. Primero, te felicitará por el bueno trabajo que has hecho… que vas a recibir una recomendación, un ascenso. Y luego te dirá que me van a liberar. La razón por la que me liberarán es la misma razón por la que tú piensas que me van a sentenciar: me codeo con algunos de los hombres más viles y sádicos que se hacen llamar líderes hoy”, continúa Orlov. “Pero [para] el presidente de Estados Unidos, quien embarca más mercancía en un día de la que yo embarco en un año, a veces es embarazoso tener sus huellas en las armas. A veces él necesita un trabajador independiente como yo para abastecer fuerzas, él no puede ser visto abasteciendo.”
En alguna parte de China, probablemente hay un policía que piensa que la paz mundial estará bien servida —y su carrera impulsada— si arresta a Karl Lee. Pero eso sería tonto. Como lo dice Orlov: “Tú me llamas malvado, pero desgraciadamente para ti, soy un mal necesario”. Para Pekín, por supuesto, Lee difícilmente es malvado, pero es necesario.