El titular de la portada de la última edición de The Washington Post, el 15 de septiembre de 1999, mostraba una sorprendente incorrección política: “Hombre blanco obtiene nombramiento como alcalde en Baltimore”. Martin O’Malley había derrotado a dos candidatos afroestadounidenses, y gracias a la conformación ampliamente demócrata de Baltimore (aproximadamente 90 por ciento de los votantes registrados), pasó a convertirse en el singular alcalde blanco de una ciudad de mayoría negra.
El titular provocó una protesta, y el Post lo reescribió rápidamente, disculpándose por haber “distorsionado el papel del origen étnico en la elección”. Quizás eso fue lo que hizo, pero ese titular sigue definiendo la carrera de O’Malley como un político que sabe cómo obtener los votos de los afroestadounidenses. Después de todo, aquel año atrajo a cerca de un tercio de los votantes afroestadounidenses de Baltimore y a una mayoría considerable de ellos cuatro años después. Al terminar sus dos periodos como alcalde, O’Malley trabajó durante dos épocas como gobernador de Maryland, a partir de 2007 y hasta enero de este año. Ese estado es un buen terreno de prueba para la capacidad de un candidato para obtener el apoyo de los afroestadounidenses, ya que más de 30 por ciento de su población es de raza negra, una de las concentraciones más altas de afroestadounidenses en el país.
Ahora que O’Malley se ha postulado como candidato presidencial, su éxito para atraer un considerable apoyo por parte de la población afroestadounidense podría parecer una amenaza para Hillary Clinton, la favorita para convertirse en candidata del Partido Demócrata. La lucha realizada hasta ahora por la ex primera dama para generar un fuerte entusiasmo para su candidatura podría abrir una puerta para un candidato desconocido, en cuyo caso, O’Malley, un exgobernador que corre a su izquierda, tendría quizá mayores probabilidades de unificar al partido que Bernie Sanders, el senador por Vermont. Clinton vio lo que ocurrió en 2008 cuando perdió la mayoría del voto afroestadounidense frente a Barack Obama, y mientras la campaña presidencial del exalcalde y guitarrista irlandés-estadounidense nunca va a inspirar a los votantes de raza negra del mismo modo que la del primer presidente afroestadounidense, a ella debe preocuparle la medida en la que O’Malley podría reducir su apoyo en ese estado. Clinton era la favorita hace ocho años y sabe que es posible tropezar.
Pero analicemos con atención las cifras de la elección de O’Malley y encontraremos pistas de que su toque mágico con los votantes de raza negra ha desaparecido. Esto se debe en parte a que O’Malley nunca fue realmente amado por la comunidad afroestadounidense de Maryland, donde se benefició de una falta de adversarios fuertes de raza negra. Y aunque luchó con éxito a favor de políticas importantes para la comunidad afroestadounidense, esas victorias han sido eclipsadas por su controvertido enfoque de la aplicación de la ley en Baltimore, que redujo el crimen, pero aumentó las tensiones entre los residentes negros y la policía. Los disturbios de esta primavera como consecuencia de la muerte de un joven negro a manos de la policía de Baltimore pusieron a O’Malley a la defensiva, ya que la brutalidad policiaca es ahora la causa de derechos civiles del momento. Y esa no es una discusión en la que O’Malley parezca ansioso de participar. En los primeros días de su campaña presidencial ha eludido el tema racial y ha considerado los disturbios de su ciudad como un síntoma de algún malestar nacional, no como parte de su legado.
QUEJAS DE BRUTALIDAD
El arrastre de O’Malley con los votantes pertenecientes a minorías con frecuencia era menor a lo que aparentaba. En su primera postulación como alcalde, en 1999, O’Malley, que en ese entonces era concejal, se benefició de la implosión de sus dos principales rivales, particularmente el favorito, Lawrence Bell, presidente del Consejo de la Ciudad, cuyos partidarios llegaron a los titulares de los diarios con sus ataques contra O’Malley, que llevaban una gran carga racial (Bell alentó a los negros a “votar por alguien que se pareciera a ellos”). Con Bell y el concejal Carl Stokes cortejando la misma base, O’Malley pudo ganar al lograr casi la totalidad del voto blanco y cerca de 30 por ciento del voto de los afroestadounidenses.
O’Malley convirtió las severas políticas de lucha contra el crimen en el centro de su campaña en ese entonces, lo cual fue un movimiento hábil, ya que ese era el asunto principal para los votantes de Baltimore, negros o blancos. Al postularse para la reelección con la misma plataforma de “mano dura contra el crimen” en 2003, ganó la elección primaria del Partido Demócrata en ochenta y nueve de los ciento veinticinco distritos donde los afroestadounidenses constituían 90 por ciento o más de la población, de acuerdo con The Baltimore Sun. En ese entonces, al igual que ahora, afirmó que la victoria era una señal de respaldo para su política de cero tolerancia.
Sin embargo, los críticos afirman que la reelección de O’Malley como alcalde exagera su apoyo entre los afroestadounidenses. “No lo consideraría como una aprobación”, señala Stokes, quien perdió frente a él en 1999. “Su segunda postulación no fue ningún reto.” Stokes piensa que los beneficios del mandato y los fondos de O’Malley lo protegieron de generar cualquier oposición legítima. Pero Patrick Gonzales, veterano encuestador de Maryland, dice que la falta de un adversario creíble en la reelección de O’Malley como alcalde indica que era “lo suficientemente bien apreciado por la comunidad negra” como para asustar a cualquier retador serio. De acuerdo con una encuesta realizada por la firma de Gonzales en abril de 2003, su índice de aprobación era de 69 por ciento. Pero la encuesta también mostró que habría perdido a los votantes negros con un amplio margen si se enfrentaba al popular exrepresentante de Estados Unidos Kweisi Mfume, que en ese entonces era presidente de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés).
Las políticas policiacas de O’Malley, que alguna vez fueron bien recibidas por negros y blancos por igual, recibieron ataques cada vez más frecuentes durante su segundo mandato, cuando las quejas de acoso policiaco aumentaron, como parte integral de un enfoque cuyo objetivo era aplicar medidas enérgicas contra el crimen, sin importar su gravedad. La Unión Estadounidense de Libertades Civiles de Maryland presentó una demanda judicial contra el Departamento de Policía de Baltimore en junio de 2006, el último año de O’Malley como alcalde, alegando que la policía estaba arrestando ilegalmente a las personas de los barrios pobres y predominantemente negros de Baltimore por cosas como vagar u orinar en público. La ciudad resolvió la demanda en 2010.
En 2006, hasta los republicanos intuían que O’Malley era vulnerable en ese aspecto. El titular republicano Bob Ehrlich fue tras él en la contienda para gobernador en 2006, censurando enérgicamente las “detenciones masivas de personas inocentes” en Baltimore durante un debate.
O’Malley no eludió el tema del registro de crímenes en 2006, sino que también alabó otras políticas que resultaban atractivas para los votantes de todo el espectro racial, como mejorar la enseñanza pública. Los votantes negros de Maryland también apreciaron el hecho de que fuera “alguien muy accesible” para su comunidad, señala Mfume. Eso “no quería decir necesariamente que lo vieran siempre a los ojos, pero siempre eran escuchados”, añade. El aludido ganó el escaño del gobernador por sólo 1 por ciento en 2006, y el número de votantes negros indica que no llegó a la gubernatura montado en una ola de votantes afroestadounidenses. En una revancha con Ehrlich en 2010, O’Malley ganó por 14 por ciento a escala estatal, y aunque aumentó su apoyo entre todos los segmentos del electorado, no obtuvo ninguna ganancia importante entre los afroestadounidenses.
EL AZOTE DE LA DESESPERANZA
Es difícil decir cuál será la suerte de O’Malley, quien puso en marcha su campaña presidencial el 30 de mayo, con los votantes negros en 2016, debido a que todavía es casi invisible fuera de Maryland, y que apenas figura en las encuestas demócratas. En Carolina del Sur, un estado de votación temprana con una numerosa población afroestadounidense, una encuesta realizada a principios de este año por Public Policy Polling, una empresa con tendencia demócrata, determinó que su apoyo era de sólo 3 por ciento, y obtuvo el respaldo de tan sólo 4 por ciento de los demócratas negros (en comparación con el 60 por ciento para Clinton).
En estos primeros días de la campaña, Clinton ha sido quien se ha dirigido directamente a la comunidad negra, principalmente con respecto a la justicia penal y el derecho al voto. O’Malley ha reconocido la necesidad de realizar algunas reformas a la justicia penal, como exigir que los oficiales de policía lleven cámaras en el cuerpo, pero en su discurso de inicio de campaña, realizado el mes pasado, negó que los tumultos en Baltimore se hayan debido principalmente a problemas raciales. El “azote de la desesperanza que se encendió aquí aquella noche trasciende los límites raciales o geográficos”, insistió. Parece implicar que los problemas en Baltimore fueron producto de corrientes nacionales y no un reflejo de sus ocho años como alcalde.
Y ahí está el contratiempo para O’Malley. La brutalidad policiaca, el problema que ha hecho surgir una nueva generación de activistas de los derechos civiles, es el área en la que sus antecedentes resultarán más problemáticos para los votantes negros. Los críticos culpan ahora a sus políticas de cero tolerancia por agudizar las tensiones que produjeron la muerte de Freddie Gray mientras estaba bajo custodia policial esta primavera, lo que provocó días de protestas. Incluso cuando O’Malley era alcalde, ello complicó sus lazos con la comunidad negra, creando lo que el Baltimore Sun describió como una relación “a veces difícil”. Ahora que la política racista está en el ojo del huracán, sus críticos pueden golpearlo en las páginas de The Washington Post y todas las noches en MSNBC.
Su defensa es y continúa siendo que las políticas eran necesarias para disminuir el sorprendente índice de criminalidad de Baltimore, algo que los votantes negros de la época dijeron que era una prioridad. Pero la drástica caída en el índice de criminalidad en Estados Unidos, que alcanzó su nivel más bajo en décadas, ha hecho que los antecedentes de combate al crimen resulten menos prominentes y que aquellas tácticas sean menos defendibles ante los votantes negros de la actualidad.
Los partidarios de O’Malley señalan otros temas judiciales en los que se alineó con la comunidad negra, como restituir el derecho al voto de los criminales condenados y su esfuerzo como gobernador para abolir la pena de muerte en Maryland, a la que Benjamin Jealous, expresidente de la NAACP, califica como “la ampliación institucional del linchamiento”. Jealous dice que O’Malley fue valiente al asumir esa postura: “El valor en la defensa de los derechos civiles y de los derechos humanos tiene resonancia en la comunidad negra. Siempre la ha tenido, siempre la tendrá”.
Los planes de campaña de O’Malley incluyen revelar una agenda de desarrollo urbano en los próximos meses que, a juzgar por su énfasis hasta ahora, insistirá en la economía y la desigualdad. Pero teniendo en cuenta el constante flujo de videos que documentan la brutalidad policiaca en todo Estados Unidos, los votantes negros esperarán que hable acerca de su papel no sólo en la reducción del índice de criminalidad, sino también en la promoción de un tipo de trabajo policiaco que actualmente está entrelazado con la avalancha de muertes de varones afroestadounidenses.
Los críticos de O’Malley no se quedan callados. “Pienso que los ciudadanos de Baltimore van a expresar abiertamente sus opiniones sobre sus años en Baltimore”, señala Stokes. “Y las cosas simplemente se volverán más intensas si pretende avanzar más allá de su 1 o 2 por ciento.”
Dicho lo anterior, O’Malley tiene sus partidarios. Incluso uno de sus críticos más acérrimos, David Simon, el creador de la serie The Wire, dice que si el exgobernador de Maryland ganara el nombramiento demócrata para presidente, tendría su voto. Y teniendo en cuenta la fidelidad de los afroestadounidenses al Partido Demócrata, sin duda O’Malley obtendrá la mayoría de sus votos frente a un adversario republicano.