En el otoño de 2003, el coronel Steven Kleinman, un interrogador veterano de la Fuerza Aérea, entró a un cuarto en una ubicación clasificada cerca de Bagdad.
Estaba a oscuras y las paredes estaban pintadas de negro, recuerda él. Un infante de marina y un intérprete estaban sentados uno al lado del otro. Enfrente de ellos, se arrodillaba un iraquí, entrecerrando los ojos ante un reflector. El infante de marina le hacía preguntas al iraquí, y cada vez que éste respondía, el interrogador lo abofeteaba con dureza y lo llamaba mentiroso. Estupefacto, Kleinman sacó al infante de marina del cuarto y le preguntó qué estaba haciendo. Él respondió: “Señor, ésa es la única manera en que logramos hacer que esta gente hable. Esa mierda del manual de campo no va a funcionar aquí”.
Esa “mierda del manual de campo” es la guía para los interrogadores militares que enumera las técnicas que están autorizados a usar al interrogar a los detenidos. Lo que se conoce como el Manual de Campo del Ejército fue creado en 1945 y ahora está en su tercera edición; tiene un papel crucial en la política contraterrorista de EE UU. Poco después de que Barack Obama se mudó a la Oficina Oval en 2009, él expidió un decreto presidencial en el que obligaba a todos los interrogadores del gobierno de EE UU a apegarse al manual, el cual prohíbe la asfixia por agua, la privación prolongada del sueño y otras “técnicas mejoradas para interrogar” usadas por la CIA después del 11/9. La agencia ya había dejado de usar esos métodos a causa de su naturaleza controvertida, pero Obama acabó formalmente con el programa, el cual el Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia dijo que “no era un medio efectivo de obtener inteligencia”.
No obstante, la tortura todavía tiene sus defensores, y los decretos presidenciales se pueden revocar fácilmente. Para evitar que administraciones futuras regresen a las medidas duras, los senadores Dianne Feinstein y John McCain ahora proponen una legislación que establecería al manual de campo como una ley inapelable. La propuesta probablemente sea votada en junio, y aun cuando todavía no se finaliza su redacción, se espera que sea aprobada.
Pero el manual es en gran medida inútil, según Kleinman y otros dos expertos involucrados con el Grupo de Altos Valores al Interrogar Detenidos (HIG), un organismo establecido por Obama para interrogar a sospechosos de terrorismo y que patrocina la investigación relacionada con ello. La razón, dicen ellos, es que no es científico. Mientras la nueva legislación se abre paso entre los vericuetos congresistas, Kleinman y otros investigadores del HIG dicen que EE UU necesita replantear cómo se entrena a los interrogadores, con base en investigación empírica reciente. “Es el momento ideal para que se rediseñe el Manual de Campo del Ejército”, dice Melissa Russano, profesora de la Universidad Roger Williams en Bristol, Rhode Island, quien ha contribuido con varios proyectos financiados por el HIG. “Los costos de no hacerlo son increíblemente altos”.
Adular al detenido
Esta no es la primera vez que Kleinman ha tratado de cambiar los protocolos estadounidenses para interrogar. Hace más de una década, conforme creció la insurgencia iraquí, él vio cómo los interrogadores estadounidenses —como ese infante de marina en Irak— optaron por medidas brutales y humillantes. La razón, según cree Kleinman, es que muchos de los métodos en el Manual de Campo del Ejército no funcionaban. Cuando surgió un escándalo por el trato a los prisioneros en el centro de detención de Abu Ghraib en Irak, la administración de Bush decidió revisar el manual por primera vez en décadas. La nueva versión puso restricciones al abuso, pero “no hubo un intento de probar efectivamente la eficacia de los enfoques”, dice Kleinman. El ex interrogador de la Fuerza Aérea dio su testimonio ante el Congreso en 2007, insistiendo en que el manual fuera remplazado. Pero sus propuestas fueron ignoradas.
Desde la creación del HIG en 2009, la investigación sobre los interrogatorios ha crecido constantemente. Un ensayo, un sondeo controversial de 2010 coescrito por Kleinman, analizó la eficacia de las técnicas del manual. Pero el documento no clasificado de 100 páginas nunca se publicó, dice Kleinman, porque sus conclusiones hubieran puesto en riesgo la relación del HIG con los militares.
Ahora, sin embargo, con McCain y Feinstein presionando por una nueva legislación, Kleinman y sus coautores accedieron a permitirle a Newsweek revisar el sondeo, el cual detallaba cómo la mayoría de las técnicas del manual eran defectuosas. Una involucra denigrar a los prisioneros. Otra recomienda hacer preguntas ominosas, como: “¿Sabes lo que te puede pasar aquí?” Técnicas como éstas “son muy ineficaces”, dice Mark Fallon, un ex agente federal y director del Comité de Investigación del HIG. Estos métodos, junto con otras técnicas para inducir estrés, pueden afectar la memoria y contaminar la inteligencia, según el sondeo de Kleinman. “No quiero obligar a la gente a decirme cosas”, dice él, “porque entonces me dirán cosas que ni siquiera saben”.
Algunos de los métodos del manual parecen funcionar bien, específicamente el adular a un detenido, hacer preguntas directas y desarrollar una compenetración con un prisionero. Russano dice que la investigación reciente indica que mostrar empatía, respeto y humanidad ayuda a obtener información confiable. En un estudio, ella y sus colegas entrevistaron a más de 40 interrogadores experimentados para establecer qué técnicas ellos hallaban como las más efectivas. Una mayoría citó el cultivar una compenetración. Aun cuando las películas, como La noche más oscura, retratan a la tortura y otras medidas coercitivas como efectivas, “el interrogar no es como Hollywood lo hace parecer”, dice Ali Soufan, un ex agente del FBI que ahora dirige una compañía privada de inteligencia.
Soufan presenció esto de primera mano mientras interrogaba a Abu Zubaydah, un detenido de alto valor para la CIA, en una prisión secreta en Tailandia en 2002. Como Newsweek lo reportó en 2009, a Zubaydah le habían disparado varias veces durante su captura y estaba en mala condición. Soufan y un colega atendieron sus heridas, se ganaron su confianza y consiguieron que hablara. Entre otra información nueva y crucial, Zubaydah les dijo que Khalid Sheikh Mohammed fue la mente maestra de los ataques del 11/9. La CIA luego empleó tácticas brutales, como la asfixia por agua, en un intento de hacer que Zubaydah divulgase más. Pero estas medidas duras no pudieron obtener inteligencia útil, según el reporte del Senado.
Una de las tácticas más efectivas de Soufan era convencer a un detenido de que sabía más de lo que en verdad sabía. Una técnica similar fue usada por primera vez por Hanns Scharff, un legendario interrogador alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Scharff convencía sutilmente a los prisioneros de que él sabía todo sobre ellos; los prisioneros, a su vez, sentían que no tenía caso ocultar información. En un estudio nuevo, Pär-Anders Granhag, un investigador de la Universidad de Gotemburgo en Suecia, y sus colegas probaron el método de Scharff mediante entrevistar voluntarios sospechosos de un crimen falso. Ellos hallaron que los sospechosos tenían menos probabilidades de ocultar información si creían que el interrogador ya la tenía.
No obstante, a veces usar evidencia de esa manera puede ser contraproducente. Por ejemplo, el manual de campo recomienda una técnica que es similar al método Scharff pero inferior en aspectos claves, dice Granhag. En la versión del manual, llamada “Lo sabemos todo”, se supone que un interrogador usa evidencia agresivamente, dando respuestas si un detenido duda o se niega a responder. Este enfoque se asemeja un poco a la Técnica Reid, un método usado rutinariamente por los departamentos de policía de EE UU. Ésta involucra presentar a los sospechosos evidencia tan apabullante que ellos se sienten obligados a admitir su culpa. Pero la investigación de Russano y otros sugiere que este enfoque, si se lleva demasiado lejos, puede presionar a la gente a hacer confesiones falsas. La sutilidad, dice Granhag, es la clave: “Para Scharff, la información debía ser suscitada, nunca exigida”.
Una alternativa a la tortura
Muchos interrogadores dicen que el entrenamiento necesita ponerle más énfasis a las técnicas para cultivar una compenetración y continuar rechazando la tortura. Pero Fallon dice que la versión actual del Manual de Campo del Ejército todavía ofrece una alternativa a algunas de las tácticas brutales autorizadas después del 11/9. Mientras la CIA aplicaba estas técnicas mejoradas alrededor del mundo, el Pentágono desarrolló una serie paralela de medidas duras para su uso en la prisión estadounidense de Bahía de Guantánamo. Aun cuando el manual actual prohíbe algunas tácticas duras como el uso de perros de ataque, otras todavía podían ser permisibles.
Sobre el tapete está un apéndice especial al final del manual, en el que se expone una “técnica restringida para interrogar” llamada “Separación”. Ésta involucra colocar a un prisionero en aislamiento por 30 días o más, y puede usarse sólo en “combatientes enemigos ilegales” no protegidos por los Convenios de Ginebra, una serie de acuerdos internacionales que establecen los estándares para el trato humano de prisioneros. La meta de este método es disminuir la “resistencia del detenido al interrogatorio” y prolongar la “conmoción por la captura”. Si los detenidos no pueden ser aislados físicamente en celdas, a los interrogadores se les permite aplicar goles y orejeras, y a los cautivos se les debe permitir un mínimo de cuatro horas de sueño cada 24 horas.
Kleinman y Fallon piensan que esta técnica podría interpretarse para permitir métodos crueles, como el confinamiento prolongado en solitario y la privación del sueño y los sentidos. El sondeo de Kleinman de 2010 enumera una miríada de problemas mentales y psíquicos provocados por el confinamiento en solitario, como depresión, psicosis y afectación de la memoria. Naciones Unidas expresó preocupaciones similares en un reporte reciente. Y en 2010, Fallon, Kleinman y otros firmaron una carta conjunta al entonces secretario de defensa, Robert Gates, criticando la táctica de separación. Ellos dicen que nunca recibieron una respuesta. (Gates dice a Newsweek que no recuerda haber recibido la carta.) En una declaración, un portavoz del Departamento de Defensa dijo que, por ley, “ninguna persona en custodia o bajo control del Departamento de Defensa será sujeta a un trato o castigo cruel, inhumano o degradante”.
No todos los interrogadores piensan que el manual necesita cambiarse. Mike Nemerouf, un ex sargento del Ejército de EE UU, dice que el documento “hace un buen trabajo al identificar los motivadores primarios de los detenidos”. Él también defendió el apéndice, diciendo que hay numerosas salvaguardas para descartar el abuso. Charles Mink, un ex interrogador del Ejército de EE UU, cree que el apéndice debería ser eliminado, pero por lo demás apoya el manual. “Necesita ser una legislación”, dice él, “antes de que el pueblo estadounidense juramente al próximo presidente”.
Pese a sus críticas al statu quo, Fallon y Kleinman apoyan firmemente el nuevo proyecto de ley. Pero ellos creen que también debería ordenar una revisión a consciencia del manual. “Aprobar una legislación excelentemente redactada que resulte en un bastión contra la tortura”, dice Kleinman, “es el paso más importante que debemos dar”.