Los investigadores crearon un modelo estadístico con el que pronosticaron que
30 por ciento de los casos de depresión en la edad adulta podrían deberse al bullying.
En el estudio se analizaron los registros, entrevistas y diagnósticos obtenidos
de más de 2,600 adolescentes de Gran Bretaña, realizados cuando éstos tenían
entre 13 y18 años.
El estudio reveló otras estadísticas interesantes. Por ejemplo, un total de
5.5 por ciento de los adolescentes que no sufrieron bullying cuando eran adolescentes
padecían depresión a los 18 años. Casi 15 por ciento de aquellos que eran hostigados
frecuentemente padecieron depresión más adelante, mientras que otro 7.1 por
ciento, que afirmaron haber sufrido bullying ocasionalmente fueron
diagnosticados con depresión durante la primera etapa de su adultez.
La mitad de aquellos que sufrieron bullying no informaron a sus padres acerca
de ello, y hasta tres cuartas partes no informaron tampoco a sus profesores, una
conclusión que es “tan sorprendente como preocupante”, señala Lucy
Bowes, coautora de estudio e investigadora de la Universidad de Oxford. Es
importante que los niños se comuniquen con sus familias y sus profesores para
que les ayuden a enfrentar esta situación, de acuerdo con el estudio.
En el estudio se encontró que las formas más comunes de bullying fueron los
insultos y el abuso verbal.
Enun
editorial publicado en The BMJacerca
del mismo tema, María Ttofi, criminóloga psicológica de la Universidad de
Cambridge que no participó en el estudio, escribe que este último no sólo
valida las investigaciones previas realizadas acerca del bullying y la
depresión, sino que va más lejos al establecer diagnósticos de depresión reales
y verificados.
“Dado que en todo el país la relación entre las conductas de bullying y el
ajuste psicosocial muestra una marcada coherencia, [el estudio] presenta claros
mensajes anti-bullying que deben ser apoyados por los padres y las autoridades escolares”,
escribe Ttofi.
La investigación muestra que hay formas eficaces de detener el bullying,
como la detección temprana y el diálogo acerca del tema por parte de los padres
y los maestros, además de dejar claro entre los niños que se trata de una
conducta perjudicial que no será tolerada.