El 13 de mayo, seis personas murieron cuando su avioneta fue
derribada por presuntos narcotraficantes en el estado de Chihuahua, al norte de
México; otro descarado acto de terrorismo que muestra que la intensidad de la
guerra contra el narcotráfico en este país vecino de Estados Unidos podría
estar aumentando.
De acuerdo con varios testigos oculares, el avión fue alcanzado por
disparos hechos por numerosas personas en tierra. Las fuentes dicen que el
ataque fue resultado de una disputa por el territorio entre el cártel de
Sinaloa y el cártel de Juárez, que ha atormentado a la zona durante años.
Hace dos semanas, el Cártel de Jalisco Nueva Generación y su filial, el grupo
de Los Cuinis, movilizaron a más de 500 hombres en un
ataque coordinado en el que varios
soldados murieron cuando su helicóptero de la armada fue derribado por
narcotraficantes en un uso de la fuerza sin precedentes.
Aunque el gobierno mexicano afirma que su estrategia de
seguridad está funcionando, los niveles de violencia en los estados de
Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, el Estado de México, Chihuahua, Jalisco y
Sinaloa indican lo contrario. Además, desde 2014, se han realizado en México 276 ataques contra el ejército, los
cuales han costado la vida a 62 miembros de las fuerzas armadas.
El Secretario de la Defensa de México, General Salvador Cienfuegos, condenó
vehementemente el ataque contra el helicóptero. Cuatro días después del ataque,
Cienfuegos declaró que “a los cobardes criminales hay que
combatirlos con unidad ciudadana y todo el peso de la ley… No permitamos que
[estos criminales] se mezclen entre nosotros; denunciémoslos a ellos y a
quienes los apoyan; desterrémoslos y con ellos a la ilegalidad, la
irresponsabilidad, la corrupción, y la impunidad que los cobija, dondequiera
que estén”.
Cienfuegos sorprendió a muchos observadores al emitir una advertencia tan
franca. En noviembre pasado, en un discurso poco convencional para un
Secretario de Defensa mexicano, dijo, “El desarrollo y el progreso de la
nación están en juego; es así que el presente que vivimos nos da la oportunidad
invaluable para sumar y tomar decisiones acertadas para ponderar desafíos y
consolidar el rumbo.”
En medio de su período presidencial de seis años, el presidente Enrique Peña Nieto no ha logrado poner en práctica una
estrategia clara contra el crimen organizado. Tras empujar el problema de
seguridad hasta el fondo de la lista de prioridades mientras perseguía las reformas
económicas y sociales, Peña Nieto reacciona ahora frente a los brotes de violencia,
pero nunca ha presentado un plan exhaustivo para imponer la ley ante el crimen
organizado.
Mientras que la popularidad de Peña Nieto se viene abajo,los mexicanos consideran a las Fuerzas Armadas
como la institución más confiable. Sus sacrificios en la guerra contra las
drogas y al ayudar a la población en los desastres naturales les han valido la
confianza y el respeto de la gran mayoría de los mexicanos.
Aunque el Ejército Mexicano nunca criticaría abiertamente la política de un
presidente, los comentarios de Cienfuegos le imploran al gobierno que haga más para
hacer frente al narcotráfico y para responder enérgicamente a la violencia.
Con la creciente violencia en México, y mientras los descarados ataques
contra las Fuerzas Armadas se vuelven más comunes, resulta claro que los
líderes civiles deben revaluar su enfoque para combatir el narcoterrorismo y
convencer a su pueblo de que tienen un plan.
Roger F. Noriega es ex subsecretario de Estado para
asuntos del Hemisferio Occidental (Canadá, América Latina y el Caribe) y ex
embajador de Estados Unidos ante la Organización de Estados Americanos. Coordina
el programa del Instituto Empresarial de Estados Unidossobre América Latina y escribe para la
serie Latin American Outlook de dicho Instituto. Este artículo
apareció por primera vez en el sitio de AEI.