El ‘Negrito’, de apenas seis años, jugaba con un vecino afuera
de su casa en la colonia Lomas de San Guillermo, en Chihuahua. Su madre, Tania
Concepción Mora, lo observaba desde el pórtico. “Es un niño muy sociable, le
gusta tener muchos amigos”, describiría después. De pronto, en un segundo,
desapareció.
Eso pasó la tarde del jueves 14 de mayo. “Todo fue muy rápido.
Me metí a apagar una olla de frijoles, y cuando volví ya no estaba.” Al
observar que Christopher Raymundo Márquez Mora no regresaba, poco después de
las nueve de la noche, comenzó su búsqueda.
Primero lo hizo sola. Creía que posiblemente estuviera jugando
en la calle o en casa de alguno de sus amiguitos. Pero nada. Con el paso de las
horas, su intranquilidad se convirtió en desesperación, así que pidió el apoyo
de amigos y vecinos.
Llamó a los números de emergencia. Se lanzó la Alerta Amber
mientras la búsqueda continuaba. Casa por casa, calle por calle, por los
arroyos y cerros de la zona. Se imprimieron volantes con la imagen del pequeño,
que también se reprodujeron en redes sociales.
Así pasaron 37 horas hasta que, el sábado por la mañana,
policías acudieron a su casa para notificarle del hallazgo de un cadáver, a un
costado del Cereso de Aquiles Serdán. Y aunque para ese momento existía la
esperanza de que no se tratara del niño desaparecido, todo indicaba que así
era. Y así fue.
Paralelamente, otro drama se desarrollaba no lejos de ahí. Las
horas que Tania Concepción no durmió, fueron las mismas que pasó en vela un
adolescente de quince años, quien no pudo con la culpa y contó lo ocurrido a su
madre.
Él, otro joven de su misma edad, dos niñas de trece años y otro
más de doce, cinco en total, invitaron a Christopher a recoger leña. Cerca de
un arroyo, en un lote baldío, decidieron “jugar al secuestro”. Lo amarraron de
pies y manos para golpearlo en repetidas ocasiones con un palo y con piedras.
Luego lo sofocaron.
Una de las niñas cavó un hoyo de unos cinco metros de
profundidad. Ahí depositaron el cuerpo, bocabajo. Para asegurarse de que el
menor muriera, la otra lo apuñaló por la espalda. Dicen que hasta en 27
ocasiones. Cubrieron la fosa con maleza y encima pusieron un animal muerto para
distraer la atención.
Los adolescentes de quince años permanecen en calidad de
detenidos. De ser procesados, alcanzarían hasta diez años de prisión. Rogelio
Guzmán Holguín, magistrado de la Sala de Menores Infractores del Supremo
Tribunal de Justicia, dijo que los otros tres no son considerados imputables,
por lo que solamente serían sometidos a terapias psicológicas, trabajos de
reinserción y asistencia social.
La madre rechaza esa opción, al igual que la tía del pequeño
victimado. Rita Isela asegura que le extirparon los ojos y que le rebanaron las
mejillas. “¡Que se haga justicia y que esto no quede impune porque ellos eran
cinco, mi niño qué les podía hacer. Lo ataron, lo acuchillaron, lo apalearon.
Es algo que no puedo concebir y como abuela pido justicia, que no los dejen
libres”, gime Claudia Alvarado Martínez, la abuela materna.
Vecinos respaldan esta demanda. Denuncian que los menores
implicados realizaban actos vandálicos en casas abandonadas del
fraccionamiento. “Jugaban” a incendiarlas. Además, dicen, mataban animales que
usaban en “ritos para adorar al demonio”. En las viviendas deshabitadas, en
efecto, hay pintas. “Gracias a Satan (sic) y a Luzbel”, se lee en ellas. Se
atribuyen a los agresores.
Sin poder establecer hasta dónde estas versiones son leyendas
urbanas, lo cierto es que por la crueldad y saña con la que actuaron los
asesinos, la defensa de la madre del menor prepara un amparo indirecto para que
los cinco involucrados sean enjuiciados y encarcelados.
MENTES CRIMINALES
Apenas el pasado 21 de abril, la Cámara de Diputados aprobó la
minuta que le remitió el Senado y que crea el Sistema Integral de Justicia para
Adolescentes. Esa reforma constitucional establece que “las personas menores de
doce años, a quienes se atribuya que han cometido o participado en un hecho que
la ley señale como delito, sólo podrán ser sujetos de asistencia social”.
El internamiento, añade, se utilizará sólo como una medida
extrema y por el tiempo más breve que proceda, “y podrá aplicarse únicamente a
los adolescentes mayores de catorce años de edad”.
Víctor Alonso Tadeo Solano, abogado de Tania Concepción,
anunció que buscará crear un precedente de jurisprudencia para que los cinco
atacantes, sin importar su edad, reciban como castigo la reclusión.
“Actuaron con una crueldad extrema, por eso deben ser juzgados
de acuerdo con la magnitud del hecho cometido. Este no fue un juego de niños,
sino un homicidio”, precisó. Incluso no descarta llevar el caso a la Suprema
Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y a la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH).
Y es que hay más agravantes. Tres de los agresores son hermanos
entre sí y primos de la víctima. “Hasta tuvieron la maldad de burlarse en mi
cara al fingir que me ayudaban a buscarlo. Por eso merecen estar presos”,
reitera la madre.
Por desgracia, este tipo de hechos no pueden ser considerados
como aislados, pues se reproducen a lo largo y ancho del país.
La PGR registró de 2006 a 2011 un total de 7743 adolescentes de
entre dieciséis y diecisiete años, detenidos por la comisión de algún delito
federal: 3089 por delitos contra la salud; 1520 por violaciones a la Ley
Federal de Armas de Fuego y 3134 por posesión o consumo de narcóticos.
De acuerdo con datos del Censo Nacional de Impartición de
Justicia Estatal 2013 del INEGI, en 2012 hubo 19 178 casos de adolescentes
procesados por algún delito. De ese total, 5693 casos se relacionan con
diferentes tipificaciones de robo; 619 corresponden a homicidios perpetrados
por adolescentes; 163 a secuestros; 905 con abuso sexual, violaciones y otros
delitos que atentan contra la libertad sexual, y 937 casos se clasifican como
delitos de narcomenudeo.
Según datos del Censo Nacional de Gobierno, Seguridad Pública y
Sistemas Penitenciarios Estatales 2013, 10 583 adolescentes ingresaron a los
centros de tratamiento en ese año. De ellos, 14 por ciento fueron reincidentes,
es decir, 1483.
Un 78 por ciento de los casos de adolescentes reincidentes
estuvieron involucrados en robos; un 3.9 con homicidios, y un 3.5 por ciento
con narcomenudeo.
Estas cifras, que ilustran el drama de la familia Márquez Mora,
me llevan a hacerle a usted, amable lector, la invitación a reflexionar sobre
varias preguntas: ¿qué rayos estamos haciendo mal en los hogares, la escuela y
los medios? ¿Dónde carajos desviamos tanto el rumbo como para que nuestros
niños piensen en que el secuestro puede ser un juego? Los niños y adolescentes
asesinos (no se les puede llamar de otra forma) ¿deben ser juzgados como
menores?
Por lo pronto, por más que releo este texto para su corrección,
no concibo, no entiendo qué hay en las mentes de estos niños como para cometer
este crimen con tanta frialdad, el cinismo con el que actuaron y lo aberrante
del hecho. Me aterra más que este homicidio pueda quedar impune.
Lo cierto es que hoy, en Chihuahua, hay un niño menos y cinco
asesinos más.