La vida apacible cotidiana de los pueblos de la Sierra Alta y de diferentes regiones de Hidalgo, alterada por distintos hechos y diversas épocas, son semejantes a la narrativa de Tianguistengo, utopías de neblina, libro de la autoría del profesor José Inocente Zúñiga Mercado.
Las utopías de todos los tiempos conducen, con sus equivalentes, a las quimeras y fantasías; los ensueños e ideales; las alucinaciones y los caprichos; los anhelos y espejismos; los delirios y desvaríos; las ficciones o apariencias; los mitos y las fábulas, los cuentos y las leyendas, a un mundo de realidades, como las ocurridas en el barrio de Matlatenco y en el mismo Tianguistengo.
Esas utopías están contenidas en 30 capítulos, desde la remota década de 1880, surgidas en el barrio de Matlatenco, cuyo significado náhuatl, “a la orilla de las enredaderas”, da la pauta para tratar de entender cómo fueron tejidas las historias en las páginas del libro, enriquecido con fotografías auténticas de los personajes que le dan sustento testimonial.
Las ficciones y apariencias se entremezclan con los hechos de amor y actos de violencia, característicos en comunidades aisladas en la orografía o en el altiplano de nuestro territorio, y de tragedias como la de una niña que al impulsarse en un columpio, sostenido por un lazo gastado por el uso, se rompió, la pequeña cayó de gran altura, precipitándose de cabeza contra unas piedras.
La menor murió instantáneamente.
Otra aciaga tragedia: un joven huasteco, recién casado con una hermosa serranita, al herrar a sus mulas, una de esas bestias dio tremenda coz en el extremo del palo de una escoba que atravesó el cuerpo del joven, desde el estómago hasta un pulmón.
Las rencillas entre hombres que machete en mano terminaban en la trágica muerte de uno de ellos.
Esos acontecimientos se desarrollaron en Tianguistengo, al iniciarse el siglo 20.
La distancia entre Tianguistengo con la ciudad de Pachuca tenía que caminarse durante tres o cuatro días para llegar o regresar. ¿Qué comían los viajeros en esas durísimas jornadas? Llevaban morrales con enchiladas, tamales y bocoles-gorditas de maíz con sal y manteca.
La dieta diaria serrana se componía —y se compone— de memelas picadas, aderezadas con manteca, chile seco, frijoles y queso huasteco desmoronado y café negro endulzado con piloncillo y rebanadas de plátano macho hervido.
Personajes
Tianguistengo tenía entre sus personajes, en la etapa descrita, al cacique personificado en don Ruperto Alarcón, político adinerado, padre de Gabriel Alarcón Chargoy, convertido con el tiempo en rico magnate al amparo de William Jenkis, dueño del monopolio Operadora de Teatros, cadena de salas de cine establecidas a lo largo y ancho del país.
Alarcón fue posteriormente dueño del diario El Heraldo de México.
Otro personaje singular, el párroco de la iglesia de Santa Ana, el padre Arcadio, anciano retobado y endurecido por los muchos años de oficiar en la Sierra. Flaco, vientre abultado, brazos largos; con nariz similar a la punta de un barco; de expresión fría, que con frecuencia se ausentaba porque tenía que visitar incomunicadas rancherías.
Otro personaje ilustre, el licenciado Refugio Manuel Mercado Fuentes, diputado federal del constituyente de Querétaro de 1917, que en la época revolucionaria fue de los organizadores para la defensa de Tianguistengo de los bandoleros capitaneados por el general Huarache.
La asistencia en escuelas rurales era una proeza en las primeras décadas del siglo veinte, donde solamente impartían educación hasta el tercer grado, había que caminar kilómetros de ida y de regreso, todos los días, por dificultosos caminos de herradura.
Entre las crónicas se incluye el nombre de Alfredo Bojalil Gil, El Güero Gil, requintista del famoso trío Los Panchos, quien asesinó a balazos, en un baile celebrado en salones de la presidencia municipal de Huauchinango, estado de Puebla, a dos serranos de Tianguistengo, El origen, los celos, porque una de las víctimas cortejaba a una linda joven, pretendida por el guitarrista.
Destaca una particularidad interesante en el libro, el autor no usa la primera persona en el texto; no escribe “mi familia, mis abuelos mis padres””, ni el yo”. Tampoco detalló que él, el niño José Inocente, fue quien sufrió graves lesiones en el rostro, provocadas por la coz de una mula, evento narrado en el capítulo 28.
La parte final del libro, comparte trozos de la biografía del matrimonio formado por Crisóforo Zúñiga y Elvira Mercado, quienes concibieron en Tianguistengo a cuatro de sus siete hijos: Rufina, José Inocente, Ana María y Carolina.
Por cambio de domicilio, en Pachuca nacieron otros tres hijos: José Luis, Juan Manuel y Crisóforo.
Don Crisóforo Zúñiga murió en Pachuca el 24 de abril de 1969. Este viernes se cumplirán 46 años de su fallecimiento. Sus restos reposan en el panteón municipal de esta tierra minera. Doña Elvira le sobrevivió unos años más.
El final del libro tiene un remate poético del maestro Zúñiga: “Cuando llegó el momento—Crisóforo y Elvira— se fueron hacia la patria desconocida de la verdad, del olvido, donde el tiempo intocable de la eternidad es cobijado por las utopías de la neblina”.
(Texto de la presentación del libro Tianguistengo, utopías de neblina, realizada ayer miércoles).
Anselmo Estrada Alburquerque