En estos aciagos tiempos, en que poderosos e influyentes alumnos preparatorianos del Instituto Cumbres exhiben en video que las mujeres son un objeto de lujo y sexual que debe servirlos y complacerlos, prácticamente es imposible no referirse al mirreynato, ese régimen moral que privilegia la herencia y las relaciones sociales por encima de la cultura del esfuerzo.
En México este régimen mirreynal se caracteriza por la ostentación, la impunidad, la corrupción, la desigualdad, la discriminación y un ascenso social descompuesto. Sus protagonistas son una especie de júniores versión 3.0 que han crecido y se han exhibido de una manera mucho más brutal y aparatosa que los hijos de los millonarios del siglo XX.
“Hay un régimen que habrá que derrocar: el mirreynato, cuyo principal síntoma es el absoluto desprecio por la cultura del esfuerzo”, manifiesta el investigador, académico y periodista Ricardo Raphael en entrevista con Newsweek en Español.
“No estoy pidiendo que derrumbemos la Bastilla otra vez —agrega—, sino que derrumbemos al mirrey que hay dentro de nosotros y que desprecia la cultura del esfuerzo y que es impune, ostentoso, discriminador.”
Y es que mientras en el siglo pasado al júnior le gustaba conducir un auto Maserati por las calles de Nueva York, hoy el mirrey desea ostentarse, fotografiarse en el avión de su padre, demostrar que tiene el poder de cerrar un restaurante y sobajar a las autoridades, explica el autor del libro Mirreynato, la otra desigualdad, que circula bajo el sello editorial de Temas de Hoy.
“Los mirreyes son individuos corruptos cuya fortuna viene de la corrupción, y son impunes y ostentosos”, agrega el investigador. Y explica que “se apropian de los bienes, las riquezas, los recursos públicos, la justicia y la ley, y con eso pueden marcar distancia con los demás”.
Por esa razón, el mirreynato genera circunstancias de desigualdad y discriminación profunda con las que ha descompuesto el ascensor social: quien va hacia arriba no puede subir, y quien va hacia abajo no puede bajar.
Expone nuestro entrevistado: “Siempre que hablamos de desigualdad y pobreza volteamos a ver a quienes menos tienen, pero para entender esa problemática hay que examinar la otra desigualdad, la que en sentido inverso viven los del penthouse.
“Hay tres mil familias en este país que ingresan 84 000 pesos diarios, y hay tres millones de familias que ingresan 100 pesos diarios. No podemos decir que esa sea una comunidad, sino que hay un Estado que lo permite. Estoy convencido de que la peor de las violencias de nuestro país es la desigualdad, la cual provoca mucha de la violencia que estamos viviendo y alienta el desprecio por la cultura del esfuerzo.”
Ricardo Raphael considera también que para derrocar el mirreynato —en México muy bien representado por personalidades como las “ladies de Polanco”, la “lady Profeco”, Miguel Sacal y hasta el “Niño Verde”— se debe comenzar por derribar al mirrey que cada ser humano lleva dentro.
“Hablamos mal de la trabajadora del hogar, del obrero, de los maestros, de los policías; utilizamos frases vejatorias contra las mujeres o no somos conscientes de los niveles de desigualdad. Todo eso se debe a un gran clasismo discriminatorio. Hemos dejado de lado la educación como principal motor de ascenso, pero la usamos para hacer política sindical, electoral, grillesca.
“Todos esos elementos requieren ser combatidos —concluye—. Y entonces a lo mejor este purgatorio llamado mirreynato concluirá y pasará a otro estadio. Ese nivel de conciencia es lo único que nos permitiría en el futuro construir un régimen con mayor dignidad e igualdad para vernos al tú por tú; igualados, esa sería la gran propuesta. ¿Recuerdas esa frase de ‘eres un igualado’? Yo diría: ojalá todos lo fuéramos.”