Hace doce años, un joven empresario suizo-armenio, de apenas treinta y cinco, se embarcó en un megaproyecto que involucró una inversión de 3500 millones de dólares, que es lo mismo que gastó Brasil en construir y renovar estadios para el Mundial de Fútbol de 2014. Sarkis Izmirlian llega a la mitad del camino al inaugurar el proyecto turístico más ambicioso de occidente en lo que va del siglo, y el cual se espera que genere el 10 por ciento del producto interno bruto de Bahamas.
Para darle vida al desarrollo hotelero llamado Baha Mar, se construyeron al mismo tiempo cuatro hoteles que suman dos mil doscientas habitaciones y una decena de piscinas; se remodelaron tres mil metros lineales de playa y Jack Niklaus diseñó un campo de golf con capacidad para albergar cualquier evento del PGA Tour. La joya de la corona es un moderno casino que, de acuerdo con Alex Pariente, vicepresidente de marketing internacional del Baha Mar, está a la par de cualquiera de Las Vegas o de Macao, amén de ser manejado con las mismas reglas, políticas y límites.
De acuerdo con Pariente, este proyecto pretende darle a los turistas lo mismo que Las Vegas, pero con playas casi tan hermosas como las del Caribe mexicano, y a tan solo treinta minutos de Miami y a menos de tres horas de vuelo de las principales ciudades del este de Estados Unidos. Del mismo modo, al turista mexicano le evita tener que volar cinco horas para llegar a Las Vegas, y al turista sofisticado de Latinoamérica le reduce las dieciocho horas si viaja desde Brasil, o las veinte horas que duran los vuelos de Chile y Argentina, gracias a una alianza con Copa, que vuela desde Panamá.
Todo un clásico
Bahamas se internacionalizó como destino en 1965 gracias a las pantallas de cine donde un joven y atractivo Sean Connery (interpretando a James Bond) se paseaba rodeado de bellas mujeres por las playas de Paradise Island, una de las más de setecientas islas que componen este archipiélago. Durante el siglo XVI fue refugio de piratas, y unos doscientos años antes le salvó la vida a un grupo de marineros comandados por el genovés Cristóbal Colón, quien de paso demostró la entonces insólita teoría de que la tierra era redonda.
Luego de que James Bond lo hiciera famoso, Bahamas convirtió el complejo Atlantis en su barco insignia: atacaron un segmento de mercado inteligente enfocado a las familias, y tal virtud hizo que, con el tiempo, se quedaran solo con una parte de la oferta. Para Alex Pariente el viajero internacional actual está mucho más informado: “Los niños crecen y la gente tiene muchas más opciones de destinos, por lo que buscan un nivel de entretenimiento integral, esto es, que incluya shopping, casinos, campos de golf”.
Al rezago mencionado anteriormente se le sumaron las crisis financieras y económicas que sacudieron el continente y el mundo desde la década de 1980, sin contar los grandes desastres naturales de finales del siglo pasado, que dañaron buena parte de la infraestructura turística en todo el Caribe. Como resultado, Bahamas llegó a tener tasas de desempleo de 15.7 por ciento. Con el proyecto Baha Mar se calcula que se crearán seis mil nuevos empleos.
¿Y los chinos?
La crisis en Bahamas obligó a su gobierno a deshacerse del hotel Sheraton en Cable Beach. El destino estaba casi abandonado, pues toda la atención se centró en Atlantis. El hotel representaba pérdidas para la administración pública, así que buscó a Sarkis Izmirlian y le ofreció un mal negocio: rescatar el Sheraton. Consciente de que un solo hotel no lograría revivir un destino de turismo internacional, el joven empresario propuso construir un nuevo complejo. Tardaron tres meses en aceptar, pero lo apoyaron en todo.
Invirtieron 450 millones de dólares en renovar el aeropuerto de Nassau, los caminos de acceso fueron hechos de nueva cuenta, e incluso cambiaron de lugar la casa del primer ministro, tres bancos y hasta el cuartel de policía en Cable Beach.
Sin embargo, cuando Izmirlian fue a buscar recursos, el único banco con liquidez y disposición para prestarle dinero era el Chinese Export-Import Bank, que como todo en China es estatal y, como toda potencia mundial, siempre busca beneficiar sus empresas. Así pues, como condición pidieron que fuera la State Construction Engineering Corporation (de origen chino) la que se encargara de construir Baha Mar.
Por supuesto, al gobierno de Bahamas eso no le pareció una buena idea, sobre todo porque el país tiene una alta tasa de desempleo y esta negociación lo privaba de la nueva fuente de trabajo. Era una decisión difícil, pero finalmente Sarkis convenció al gobierno de que no existía el talento necesario en Bahamas para llevar a cabo el proyecto. La administración pública de Bahamas terminó cediendo, pero limitó a doscientas las licencias de trabajo para operar Baha Mar una vez terminada la fase de construcción. Así, los casi seis mil empleados son bahameños.
Se buscan alas
El siguiente reto que enfrenta Bahamas es llenar las más de un millón trescientas mil habitaciones/noche para vender por año. Y es que los vuelos al destino son reducidos y usan aviones pequeños. Ello llevó, en primera instancia, a que el consorcio financiara a empresas como American Airlines
—que ya vuelan a Nassau— para aumentar la capacidad de su flota.
“Apuntamos a poder ganar uno de cada cuatro viajes de clientes mexicanos y uno de cada cuatro de clientes sudamericanos que van a Las Vegas”, cuenta Alex Pariente a Newsweek en Español, y también adelanta que gracias a una iniciativa de Copa, hoy tienen una conexión a toda Sudamérica desde Panamá.
Pariente no se anda por las ramas y lanza una invitación muy directa a Miguel Alemán (dueño de Interjet) y Roberto Alcántara (dueño de Viva Aerobús) para que se decidan a abrir vuelos directos a Nassau. “Podría ser un buen negocio para todos, en especial porque nosotros estamos participando directamente en el proyecto”, afirma.
De este modo, la tierra a la que arribó Cristóbal Colón en 1492 se prepara con una gran inversión multinacional que incluye restaurantes, centros de convenciones, tiendas de marca y una gran oferta que pretende revivir la isla, no solo para competir con destinos como Cancún y a la larga Cuba, sino también para arrebatarle una cuota de mercado a Las Vegas y a Macao.