Un día regalaré a mi hija su primera arma
letal. Un enorme pedazo de acero
laqueado de 1700 kilogramos: un automóvil engullidor de gasolina con dirección hidráulica.
Luego de muchas sesiones de práctica, se sentará sola el volante y me quedaré
en casa, rezando porque regrese sana y salva.
“Los primeros 30 a 90 días de
conducción independiente son los más mortíferos”, informa Pam Fischer, ex
directora de la División de Seguridad de Tráfico en Autopistas de Nueva Jersey
y líder de la Coalición de Conducción Segura para Adolescentes de Nueva Jersey.
Para la mayoría de los progenitores, el
auto de los hijos simboliza, a la vez, libertad y temor. No podemos esperar a
que vayan solos a su práctica de fútbol y ellos ansían cortar el cordón
umbilical con un decidido giro de la llave.
Pero un niño y cuatro ruedas pueden ser una
combinación mortal. Los accidentes automotores son la principal causa de muerte
adolescente en Estados Unidos. Según el Instituto de Seguros para la Seguridad
en Carreteras, 2524 chicos perdieron la vida en choques vehiculares durante
2013 y casi dos de cada tres víctimas eran varones.
Sin embargo, en 2003 la
cifra de fallecimientos fue 5718 y en la década de 1980, no era infrecuente
perder siete mil adolescentes cada año. “Hemos reducido enormemente las muertes
adolescentes en todo el país”, comenta Fischer, “pero como defensora de la
seguridad, [insisto en que] cero es la única cifra aceptable”.
Esa tendencia a
la baja se debe, en parte, a las legislaciones graduadas de conducción que las
entidades federales comenzaron a implementar a mediados de los años noventa,
privilegios de conducción que se confieren mediante un programa de tres niveles:
licencias de aprendiz, intermedia y completa.
Los requisitos varían de un
estado a otro, de modo que es posible obtener un permiso de aprendiz o
restringido con solo 14 años (en seis estados) o hasta los 16. Además, la
mayoría de las entidades federales ordena que el aprendiz reciba cierta
cantidad de horas de conducción supervisadas, casi siempre por un progenitor o
guardián.
Por ejemplo, mientras que Dakota del Sur y Arkansas no exigen cubrir
dichas horas, Massachusetts requiere de 30 a 40 horas y adicionalmente, 12
horas obligatorias de clases al volante bajo la supervisión de un profesional
con licencia. Así mismo, la mayoría de los estados impone horario de toque de
queda a los conductores con licencias intermedias, pues numerosos estudios han
demostrado que casi la mitad de los accidentes mortales adolescentes ocurre
durante la noche.
Excepto por tres estados, todos restringen
la cantidad de pasajeros adolescentes que pueden viajar con un conductor
intermedio, ya que cuando hay dos o más adolescentes en un vehículo se triplica
el riesgo de choque. Nueva Jersey es el único estado donde los aprendices e
intermedios deben portar una calcomanía reflectante, práctica que Gran Bretaña
y España han utilizado desde hace años para que la policía identifique a los
conductores novatos. Luego de dos años de implementada la medida, la tasa de
accidentes adolescentes en Nueva Jersey se redujo casi 10 por ciento.
No obstante, ninguna reglamentación
sustituye la intervención parental. “Progenitores o guardianes deben ser los
primeros responsables de hacer que se cumplan las reglas”, enfatiza Fischer.
Massachusetts, Connecticut, Minnesota y cuatro condados de Virginia ordenan un
curso de enseñanza para padres y conforme más escuelas públicas de todo el país
reducen la educación en conducción como consecuencia de recortes
presupuestales, los progenitores recurren a la instrucción privada, aunque
algunos protestan por los costos.
“Quieren gastar la menor cantidad posible y
que sus hijos aprendan solo lo suficiente para pasar el examen”, acusa la
estrella de las pistas, Doug Herbert. “Pero muchos cursos ni siquiera les
enseñan a conducir”. En 2008, una semana después de la muerte de sus hijos, Jon
(17) y James (12) –Jon conducía por arriba del límite de velocidad cuando estrelló
su Mazda contra un Hummer-, Herbert fundó Putonthebrakes.com. “Necesitaba hacer
algo luego del accidente”, recuerda. “Busqué terapia de duelo, psicoterapia,
pero finalmente soy un corredor. Decidí usar mis contactos y experiencia para
evitar que otras familias sufrieran ese mismo dolor”.
Cada año, su organización recluta
conductores profesionales para capacitar –sin costo- a casi cinco mil
adolescentes y sus padres en autos donados por Kia. Creada en 2003,
Drivingskillsforlife.com es una academia de aprendizaje virtual con 14 módulos
de vídeo y que, además, alberga programas en vivo con una planilla propia de
profesionales –desde dobles de Hollywood hasta corredores Indy 500- en ciudades
de todo Estados Unidos. Casi cada dos fines de semana, unos 400 adolescentes se
inscriben para participar, gratuitamente, en las clínicas de conducción
práctica. “Vamos más allá de la educación básica”, explica Jim Graham, gerente
general del programa. “Nos enfocamos en destrezas como manipular el vehículo,
identificar riesgos y conducir distraídos”. Driveithome.org y
teendriversource.org son otros sitios que ayudan a los adultos a ser mejores
entrenadores en conducción.
Sin embargo, casi todas las familias pagan
por instrucción. En Nueva Jersey, el costo promedio de seis horas de clases
obligatorias es de 300 dólares. “Me encantaría que nuestra cultura, nuestra
nación entendiera que se trata de invertir en una destreza de vida”, dice
Fischer. DrivingMBA, escuela de Arizona con dos campus, cobra 800 dólares por
un curso básico de 19 horas que incluye: una clase para padres, estudio en
aulas, instrucción práctica y tiempo en un complejo simulador. “Permitir que
los adolescentes experimenten un choque en el simulador es una herramienta muy
poderosa”, asegura Charles Sobczak, socio de DrivingMBA.
Nuevas tecnologías, como simuladores antaño
reservados a capacitación de aviadores, han mejorado la seguridad en los
caminos. MyKey es un innovador sistema estándar en casi todos los modelos Ford
y sus numerosas características incluyen permitir que los progenitores fijen
una velocidad límite o mantengan la radio en silencio hasta que los cinturones
de seguridad estén colocados. En un estudio de 2011, el Hospital Infantil de
Filadelfia descubrió que 50 por ciento de los adolescentes fallecidos en
accidentes vehiculares no usaban el cinturón. “Es increíble que los chicos –que
prácticamente crecieron en autos- olviden sujetarse el cinturón”, reflexiona
Fischer. Otros sistemas de seguridad que están a punto de convertirse en
tendencia principal incluyen volantes que vibran al desviarse del carril o
detectores de radar que alertan al conductor cuando hay un vehículo en su punto
ciego.
No importa si la instrucción es privada,
pública, parental o centrada en la tecnología, Fischer ofrece otros consejos
importantes. “Los hábitos de conducción inician tan pronto como sales del
hospital para regresar a casa con tu bebé. Si tienes el pie pesado, eres un
conductor agresivo o acostumbras escribir mensajes de texto mientras conduces,
¿adivina qué mensaje estás enviando?”. Y cuando compres el primer auto de tu
hijo, un modelo viejo no es siempre lo mejor. “Busca un vehículo que tenga, por
lo menos, características de seguridad críticas, como bolsas de aire y control
electrónico de estabilidad”. AAA.org e IIHS.org son dos sitios que califican
los autos más seguros para adolescentes.
Sí, es difícil dejar que los adolescentes
tomen el volante. Pero desde que el primer Modelo T salió de la línea de
armado, tener un auto se ha convertido en un rito de paso. Humanizados en el
cine, corriendo como bólidos en eventos deportivos y deslumbrándonos en
comerciales del Súper Tazón. Nuestro romance con los coches jamás perderá
velocidad… A condición de que nuestros hijos puedan frenar completamente y con
seguridad.