La última vez que el Estado Islámico, o EI, apuntó su siniestra maquinaria propagandista hacia Italia, Roma respondió con un encogimiento de hombros colectivo. En agosto, cuando la prensa italiana reportó que el grupo yihadista tenía en la mira al papa Francisco, el Vaticano lo consideró “nada serio”. El pontífice despidió al jefe de la Guardia Suiza (al parecer por ser demasiado estricto) y continuó moviéndose con libertad sin el “papamóvil” a prueba de balas.
“No hay una preocupación en especial en el Vaticano”, dijo el reverendo Federico Lombardi, sacerdote jesuita, a la Agencia Católica de Noticias. Las autoridades en Roma parecían igual de despreocupadas.
Ahora el gobierno italiano está tomando la amenaza del califato con mucha mayor seriedad, y quizá con buenas razones. En octubre, la revista del EI, Dabiq, publicó una portada con la bandera negra del grupo yihadista ondeando sobre la Plaza de San Pedro. El artículo, “La cruzada fallida”, llamaba a una guerra contra la Iglesia católica. El mes pasado, el Estado Islámico publicó un video escalofriante mostrando la decapitación de 21 cristianos coptos egipcios en una playa de Libia. La cámara luego hizo corte a un militante apuntando su cuchillo hacia Italia y prometiendo “conquistar Roma, con el permiso de Alá”. También el mes pasado, una cuenta de Twitter afiliada al EI prometió que los homosexuales pronto serían arrojados desde la “Torre inclinada de Pizza [sic]” en Italia.
En los últimos meses, las autoridades italianas se han apresurado para prepararse en caso de que las amenazas sean reales. Poco después del ataque a Charlie Hebdo en París, Italia y Albania establecieron en conjunto un cuerpo especial de terrorismo para entrenar a los oficiales de policía y establecer una base de datos antiterrorista. Los jefes de seguridad italianos también instalaron 500 soldados en sitios alrededor del país, con planes de sumar 4800 más. Y hace unas semanas, el gabinete italiano propuso nuevos castigos destinados a terroristas. Entre ellos: sentencias en prisión de hasta seis años a quienes sean condenados por reclutar yihadistas y la capacidad de revocar pasaportes de sospechosos de ser militantes.
Expertos de seguridad y fuentes del Servicio Secreto italiano dicen a Newsweek que Roma últimamente se ha preocupado de que el Estado Islámico se haya infiltrado en el país. Ellos no solo sospechan que docenas de yihadistas que pelearon en Irak y Siria han regresado a casa en Italia, temen además que los yihadistas pudieran estar escondiéndose entre miles de personas que llegan allí en botes desde la Libia destrozada por la guerra (algunos de estos migrantes son ciudadanos libios; otros pasan por el país desde Irak y el África subsahariana).
Desde el derrocamiento de Muammar el-Gadafi en 2011, Libia se ha sumido en el caos, permitiendo la aparición de milicias beligerantes, algunas de las cuales son leales al EI. “Nos hallamos enfrentando un país [Libia] con un territorio enorme e instituciones fallidas, y eso tiene consecuencias potencialmente graves no solo para nosotros, sino para la estabilidad y sustentabilidad de los procesos de transición en estados africanos vecinos”, dijo Paolo Gentiloni, ministro italiano del exterior, al parlamento del país el mes pasado. “El tiempo a nuestra disposición no es infinito y está en peligro de acabarse pronto.”
Son solo “bravucones”
En los últimos cuatro años, la guerra civil de Libia —y la cantidad de personas que huyó de ella— ha abrumado a la Unión Europea (UE), en especial a Italia. Una excolonia italiana, Libia, se halla a solo 175 kilómetros al sur de la isla de Lampedusa y a 482 kilómetros al sur de Sicilia. Alrededor de quinientos recién llegados arriban a esas islas cada día desde África. Algunos buscan mejores oportunidades económicas; otros dicen que son refugiados, huyendo por sus vidas. Miles han muerto en el camino cuando los botes sobrecargados se hunden en el Mediterráneo.
La Armada italiana respondió con Mare Nostrum, una flota de barcos desplegada para hallar a estos migrantes en el mar, sacarlos de los botes peligrosos y transportarlos con seguridad a Italia, donde son trasladados en tierra firme a campamentos. Estos barcos salvaron alrededor de 17 000 personas de navíos hundidos el año pasado, un aumento de 66 por ciento en relación con 2013. Pero en noviembre, Italia terminó la Mare Nostrum: los italianos no estaban contentos con el costo del programa (alrededor de 10 millones de dólares al mes) o la afluencia de recién llegados. Ellos también sentían que la Unión Europea no proveía los recursos suficientes para ayudar en las acciones de rescate. Bruselas respondió con la Operación Tritón, la cual está pensada para asegurar las fronteras de la UE, no para rescatar gente o detener la oleada de nuevos arribos. Los barcos usados por Tritón son mucho más pequeños que los usados en Mare Nostrum, y hay muchos menos. Desde que terminó el programa italiano, cientos de migrantes han muerto al tratar de cruzar hacia Italia.
Es difícil decir cuántos de los que se ocultan entre los inmigrantes podrían ser terroristas o simpatizantes del EI. El país no encabeza la lista de enemigos del Estado Islámico, y este parece ver a Italia más como una plataforma de lanzamiento para ataques futuros en otros países, como Francia. Pero para una “nación firmada con la sangre de la cruz”, como dijeron los militantes del EI en el video de Libia, los expertos en contraterrorismo creen que es un disparate subestimar el ímpetu de los yihadistas de asesinar italianos, u otros occidentales en el país.
La amenaza del terrorismo aquí (y el vandalismo en Roma cometido por hooligans holandeses) explica por qué el gobierno ha inundado las calles con policías recientemente. Tal vez en ninguna parte el aumento en la presencia policiaca es más evidente que en Roma, hogar del Vaticano, el Coliseo y la Basílica de San Pedro. Caminé por la ciudad el 23 de febrero y hallé policías en casi todo sitio de importancia.
Pero a la mayoría de los italianos no parece preocuparle especialmente el EI. En respuesta a la amenaza de “Pizza” del mes pasado en Twitter, algunos tomaron los medios sociales y se burlaron de los terroristas con el hashtag “We_Are_Coming_O_Rome”, una referencia a otro tuit con errata de la cuenta del EI. El hashtag popular daba consejos de viaje divertidos, como este: “No acepte las ofertas de ‘saltarse la fila’ en el Vaticano; es un fraude. Solo espere su turno como todos los demás”. En una encuesta nacional reciente del Observatorio Europeo de Seguridad, solo 1.3 por ciento de los italianos listó el “terrorismo” como su mayor preocupación, debajo del desempleo, la corrupción, la economía y los impuestos. Solo la “degradación medioambiental” tuvo una calificación más baja.
“Tienes que reírte [del EI], son solo bravucones”, me dijo Francesco Borgonovo, editor de noticias del diario italiano Libero. “Pero también tienes que aumentar las medidas en contra del terrorismo en Italia, empezando por la primera amenaza: la inmigración. Está completamente fuera de control.”
Convertir Europa en un infierno
El gobierno italiano no se ríe del Estado Islámico. El mes pasado hablé con Sabrina Magris, presidenta de la Escuela Universitaria Internacional de Roma y Florencia, la cual ofrece entrenamiento en contraterrorismo y negociación de rehenes a varios gobiernos alrededor del mundo. Ella me dijo que los funcionarios italianos están cada vez más preocupados por la situación en la Libia posterior a Gadafi y la afluencia de terroristas que se escabullen dentro de Italia. Una cantidad creciente de milicias libias han proclamado su lealtad al EI en meses recientes; en respuesta, las agencias de inteligencia italianas han redoblado su vigilancia en línea de sospechosos de ser partidarios del EI.
Examine con cuidado la suficiente propaganda del EI y verá por qué Roma está desasosegada. Italia “tiene una costa larga que mira hacia los países cruzados del sur a los que se podría llegar usando botes pequeños”, escribió Abu Irhim al-Libi, un bloguero a favor del EI, el mes pasado. “Si el EI puede entremezclarse exitosamente con quienes huyen de la costa libia de camino a Europa” —añadió Al-Libi— “esto podría convertir la vida en los estados europeos del sur en un infierno.”
No obstante, una fuente del Servicio Secreto italiano minimizó esta amenaza. El gobierno está mucho más enfocado en los combatientes extranjeros que llegan a través de los medios tradicionales, con sus papeles en orden, refirió a Newsweek. “¿Por qué los terroristas arriesgarían sus vidas para llegar a Italia en un bote abierto?”, inquirió la fuente.
No importa cómo traten de llegar allí, la mejor manera de evitar que los militantes se infiltren en Italia, añadió la fuente, es enfocarse menos en el espionaje electrónico y más en desplegar personal a lo largo y ancho de Europa para identificar terroristas potenciales. Magris no está de acuerdo. Aun cuando la respuesta italiana es “actualmente la mejor que podemos implementar”, gracias a la complejidad de los problemas libios y de inmigración, dice ella, Italia debería aumentar sus medidas de análisis de datos para hacer tropezar a los miembros jóvenes del EI que no son expertos en ocultar sus mensajes en línea. El país también debería reclutar y desplegar agentes jóvenes para recabar inteligencia, especialmente mujeres, dijo ella, porque el EI las usa cada vez más para recabar inteligencia en el exterior.
Ahora, más que nunca antes, Italia está enfocada en el contraterrorismo, dice Marco Lombardi, profesor adjunto de manejo de crisis en la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Pero algunos políticos del país están batallando con la discordancia, añade. Para evitar ofender a quienes simpatizan con los migrantes y refugiados en la izquierda y para evitar avivar la islamofobia de la derecha, los políticos italianos tal vez son demasiado cuidadosos cuando hablan del EI. “La inteligencia italiana está en un brete y monitorea alrededor de cincuenta o sesenta combatientes extranjeros”, dice Lombardi. Pero cuando se trata de la política, los funcionarios electos han hablado más que actuar, y en realidad no han implementado las leyes diseñadas para frustrar a los terroristas. “Esta es la mayor amenaza que hemos tenido en los últimos treinta años, y aun cuando el gobierno es más consciente, hay una desconexión entre lo que los funcionarios dicen y cómo actúan.”
Si esa brecha no se cierra, Lombardi y otros temen que Italia podría convertirse en un nuevo semillero de terrorismo o, peor aún, otro París.
Tal vez el papa debería volver a treparse a ese auto a prueba de balas.