Cuando los visitantes del Depósito Nacional de Propiedades de Flora y Fauna, ubicado cerca de Denver, entran en el almacén de casi cinco kilómetros cuadrados y ven la enorme cantidad de animales muertos y productos que se guardan en él, suelen pararse en seco, abrir bien los ojos y pronunciar alguna palabra que denote sorpresa y sobrecogimiento. “Wow” parece ser una elección popular.
“Siempre me gusta ver las caras de las personas cuando dan vuelta en la esquina”, le dice Coleen Schaefer, supervisora del depósito, a un grupo de visitantes en un cálido día de febrero. Ella forma parte de la oficina de ejecución de la ley del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos, que confiscó todos estos productos del comercio ilegal de flora y fauna y los llevó al depósito, ubicado dentro de la Reserva Natural Nacional Arsenal, en las Montañas Rocosas.
Fuera del depósito, las montañas nevadas se alzan en la distancia. Durante todo el año, venados, coyotes, mochuelos de madriguera, bisontes y varios cientos de criaturas más vagan por el terreno de 15 000 acres. El Arsenal de las Montañas Rocosas, que alguna vez fue una fábrica de armas del Ejército y luego una planta fabril para pesticidas y herbicidas, fue sometido a una amplia limpieza ambiental a fondo y fue designado como reserva natural en 1992. La limpieza terminó en 2010.
Dentro, los visitantes miran cara a cara más de cinco millones de especímenes en el depósito, el único en su tipo en Estados Unidos. El volumen absoluto es, de acuerdo con Schaefer, “increíble”. Hay una gran variedad de botas de piel de tortuga marina, abrigos de piel, tigres disecados, aves exóticas, coral robado del océano e hileras e hileras de reptiles de México y Sudamérica. Hay curiosidades, como pisapapeles de tortuga, sujetalibros hechos de pezuñas de cebra y banquillos de pata de elefante. Los diminutos caballitos de mar empacados en bolsas de plástico nunca llegarán a su destino previsto en Asia Sudoriental para ser usados como medicina tradicional. Hay estantes llenos de cabezas de tigres y jaguares con las fauces abiertas en un rugido perpetuo.
Schaefer señala un pequeño artículo en una mesa frente a las cabezas. “Probablemente lo más triste es el feto de tigre arrancado a su madre, disecado para que alguien lo pudiera poner en un estante”, dice.
Este lugar es horripilante. Pero así es como debe ser. El comercio de flora y fauna está en auge y, por ello, el futuro de los elefantes, rinocerontes, tigres y muchas otras especies en todo el mundo está gravemente amenazado. El tráfico de animales muertos o vivos se ha disparado en la última década, con un mercado negro valorado en cerca de 10 000 millones de dólares, aunque no es posible calcular una cifra exacta debido a su naturaleza ilícita.
Podemos ver lujosas bufandas hechas del pelo suave de los antílopes tibetanos, que pueden venderse por 5000 dólares o más si están bordadas. Son increíblemente suaves. Para una de estas bufandas shahtoosh, como se conocen, se requiere alrededor de una docena de antílopes, una especie con un alto riesgo de extinción, de acuerdo con Schaefer (otras fuentes indican que se requieren aproximadamente cuatro). El problema, señala Dan Rolince, agente auxiliar especial del Servicio de Pesca y Vida Silvestre a cargo de la Región de la Montaña-Pradera, es que si una persona quiere un chal hecho con el pelaje de un antílope tibetano, “no es posible trasquilar a los antílopes. Es necesario matarlos”. Y en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies de Flora y Fauna en Peligro de Extinción se señala a los antílopes tibetanos como pertenecientes al “Apéndice I”, la clasificación más estricta, que prohíbe cualquier comercio con estos.
La razón principal por la que no podemos controlar el comercio ilegal de flora y fauna es que los recursos son escasos. Sólo unos doscientos agentes especiales e inspectores de flora y fauna manejan este tipo de delitos en Estados Unidos. Los inspectores sirven como la primera línea de defensa contra los artículos ilegales que entran y salen del país; es un trabajo que Schaefer desempeñó durante dos años a mediados de la década de 2000 en el puerto de Los Ángeles y en el Aeropuerto Internacional de la misma ciudad. En ocasiones, señala, los turistas traen artículos ilegales inocentemente, sin el correcto papeleo o sin saber que las joyas o las baratijas que compraron no son admitidas. Pero en otros casos, ella y sus colegas han encontrado monos drogados para transportarlos ilícitamente y loros bebé en calcetas amarradas a los cuerpos de las personas, con los picos atados con bandas elásticas. “Si puedes imaginarlo, entonces es probable que ya se haya hecho”, dice Schaefer acerca de los trucos usados para el contrabando.
Pasamos cerca de una colección de medicinas y cosméticos chinos tradicionales: jalea de tortuga para distintas dolencias, caviar para una costosa crema facial, pene de tigre como afrodisiaco. Schaefer nos dice que esta última mezcolanza es un artículo de gran demanda, principalmente porque les parece eficaz a los compradores que no saben que, a menudo, está mezclado con viagra.
Algunos cadáveres de animal confiscados pueden ser salvados. En el Depósito Nacional Eagle, las águilas doradas y calvas muertas por disparos o trampas ilegales, electrocución, colisiones con vehículos o causas naturales se recolectan, se guardan en un congelador y se envían a las tribus estadounidenses nativas que cuentan con una acreditación federal para usar las plumas con fines ceremoniales. El depósito tiene 20 000 pedidos atrasados de esas plumas.
Desde la promulgación de la Ley Lacey de 1990, Estados Unidos ha prohibido el comercio de fauna, peces y plantas capturadas, poseídas o transportadas ilegalmente. Algunas otras leyes aprobadas desde entonces han contribuido a esta causa. El 11 de febrero, el Departamento del Interior, el Departamento de Justicia y el Departamento de Estado dieron a conocer un plan para la “Estrategia Nacional para Combatir el Tráfico de Flora y Fauna”, a raíz del continuo crecimiento de este rentable negocio y su función en la generación del crimen organizado y la corrupción entre funcionarios públicos.
El plan se centra en reforzar la ejecución de la ley y reducir la demanda mediante la comunicación con la gente y el crecimiento de la conciencia pública, de manera que los estadounidenses consideren la posesión de objetos de marfil, por ejemplo, como un tabú social. “El trabajo artístico es exquisito”, dice Schaefer, mientras admiramos estatuillas de marfil en el depósito. “Es hermoso. Pero el medio que usaron es una especie en peligro de extinción.”
Solo entre 2010 y 2012, cazadores furtivos mataron 100 000 elefantes africanos, de acuerdo con un estudio de la Universidad Estatal de Colorado. Los elefantes están siendo cazados más rápidamente de lo que pueden reproducirse; si se deja sin atender, la moda del marfil podría causar la extinción del mamífero terrestre más grande del mundo. El 30 de mayo, en un parque nacional de Kenia, un amado elefante macho llamado Satao, probablemente de unos cincuenta años y con colmillos de casi dos metros de largo, fue herido con una flecha envenenada para que los cazadores furtivos pudieran arrancar el marfil de su rostro.
En noviembre de 2013, el gobierno federal aplastó seis toneladas de marfil ilegal decomisado durante unos veinticinco años en el Arsenal de las Montañas Rocosas para simbolizar una lucha mundial común contra la caza furtiva. El marfil demolido se encuentra en diez enormes recipientes ubicados en el depósito. Schaefer permite que varios de nosotros toquemos los trozos, y luego nos pide que abramos las manos para mostrar que no hemos guardado ningún pedazo como recuerdo.
De todos los animales en peligro de extinción cuya futura existencia Schaefer trata de asegurar, hay uno que le causa más dolor. “Es el tigre, porque estamos tan cerca de perderlo totalmente del planeta”, dice, con la voz quebrada. Sacude la cabeza, murmurando que no sabe de dónde ha venido este estallido de emoción. “Ahora hay más tigres en cautiverio que en la naturaleza. Solo hay 3200 en libertad, y uno se pregunta, ¿por cuánto tiempo más?”