Andrew Wakefield es a la par reverenciado e
injuriado. Para un pequeño grupo de padres, es un héroe que no se retractará de
su aseveración de que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubeola
(triple viral) puede provocar autismo.
Sin embargo, para la mayoría es el hombre
que escribió un estudio fraudulento que ha sido refutado muchas veces y del que
se retractó la revista que lo publicó, un hombre cuyas posturas conllevan
consecuencias peligrosas para todos nosotros. Ellos le dirán que el ex médico
—el Consejo Médico General del Reino Unido le retiró la licencia en 2010 por violaciones
éticas y negarse a revelar un potencial conflicto de intereses financieros— ha
descarrilado la confianza del público en los programas de vacunación que
estaban erradicando de manera segura unas enfermedades graves y altamente
contagiosas.
Ante el más reciente brote de sarampión en
EE UU —que comenzó en el parque de atracciones Disneylandia en el sur de
California a finales de diciembre de 2014 y desde entonces se ha propagado a 17
estados e infectado a más de 100 personas—, Wakefield defiende sus posturas
sobre la vacuna contra el sarampión. “La responsabilidad cae directamente sobre
los hombros de quienes han estado involucrados en el diseño de políticas de
vacunación, el cual es del todo inadecuado y linda en lo peligroso”, dice él.
“El gobierno es el único culpable de este problema”.
El artículo ahora retractado que puso en
marcha el efecto dominó de la triple viral-autismo fue publicado por Wakefield
y una docena de coautores en The Lancet en febrero de 1998. Éste proveía las
historias clínicas de 12 niños, explorando incidencias de enterocolitis
crónica, síndrome de colon irritable y trastorno regresivo del desarrollo, así
como la inmunización con la vacuna triple viral. “En ocho niños, el comienzo de
los problemas de conducta había sido ligado, ya fuese por los padres o por el
médico del niño, con la vacunación contra el sarampión, las paperas y la
rubeola”, escribieron los autores.
Los índices de vacunación en el Reino Unido
se desplomaron después de la publicación de ese artículo, y el estudio ayudó a
lanzar el movimiento contra la vacunación en EE UU. En una encuesta de la Liga
Nacional de Consumidores realizada en EE UU el año pasado, un tercio de los
padres con hijos menores de 18 años y 29 por ciento de los adultos en general
creen que las vacunas pueden provocar autismo.
En la década de 1980, los Centros de Control
y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EE UU lanzaron
acciones para contener los brotes mediante aumentar los índices de
inmunización, dice el Dr. Robert Amler, quien encabezó la iniciativa. Los CDC
trabajaron con las legislaturas estatales para exigir que todo niño proveyese
pruebas de inmunización para poder inscribirse y quedarse en escuelas públicas
o privadas, y se empezaron a ver reducciones en los casos de sarampión después
de cuatro o cinco años. Para 2000, la transmisión nativa de sarampión fue
erradicada de EE UU, según el Dr. Walter Orenstein, director del Comité
Nacional de Asesoría en Vacunación y ex director del Programa Nacional de
Inmunización de los CDC.
Pero el sarampión ha regresado en fechas
recientes, y 2014 vio la mayor cantidad de casos de sarampión (más de 600)
desde que la enfermedad fue declarada como erradicada en EE UU, dicen los CDC.
Y hubo más casos de sarampión en enero de 2015 que en todo 2012. Entre el 1 de
enero y el 6 de febrero, se reportaron 121 casos de sarampión.
Wakefield desestima la idea de que él tenga
alguna responsabilidad por el brote actual, a pesar de la disminución en los
índices de vacunación en algunas partes del país y el miedo perpetuado a un
vínculo triple viral-autismo: “La gente que me echa la culpa en realidad le
está pasando su ineptitud a otros”.
Él señala que su ahora tristemente célebre
estudio nunca aseveró una relación causal entre la vacuna triple viral y el
autismo. “Nosotros simplemente reportamos la descripción de los padres de lo
que les pasó a sus hijos, y los hallazgos clínicos”, dice él. “Nosotros no
afirmamos que la vacuna provocase autismo. De hecho, dijimos que esto no
demuestra una asociación. Y sólo instamos a que se investigase más”. Los
autores del artículo escribieron en ese entonces: “Nosotros no demostramos una
asociación entre la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubeola y el
síndrome descrito”.
No obstante, durante una conferencia de
prensa dos días antes de la publicación del artículo, Wakefield ya presionaba
para que se utilizasen vacunas separadas en vez de la triple viral combinada.
“Con el debate sobre la triple viral que ha comenzado”, dijo él entonces, “no puedo
apoyar que se continúe el uso de las tres vacunas juntas. Necesitamos saber
cuál es el papel que tiene la inflamación intestinal en el autismo… Mis
preocupaciones son que más de un caso ya son demasiados”.
Al preguntarle recientemente si todavía cree
que la vacuna triple viral provoca autismo, Wakefield respondió
inequívocamente: “Sí, lo hago. Pienso que la triple viral contribuye a la
epidemia actual de autismo”.
Por años, Wakefield ha afirmado en repetidas
ocasiones su opinión de que el riesgo radica en la vacuna triple viral, no en
las vacunas sencillas. “La triple viral no protege contra el sarampión”, dice
él. “La vacuna del sarampión protege contra el sarampión”. Él argumenta que la
razón de que veamos más casos es porque los gobiernos del Reino Unido y EE UU
retiraron del mercado las vacunas sencillas, dejando la triple viral como única
opción, y a que, cada vez más, los padres rechazan esa opción.
Merck, el fabricante de la triple viral,
dejó de hacer las tres vacunas monovalentes (o sencillas) para el sarampión,
las paperas y la rubeola en 2008 debido a limitaciones en la manufactura, dice
una portavoz de la compañía. En 2009, con base en las aportaciones del Comité
de Asesoría en Prácticas de Inmunización de los CDC, los clientes y las sociedades
profesionales como la Academia Americana de Pediatría y la Academia Americana
de Médicos Familiares, Merck decidió no reanudar la fabricación de las vacunas
sencillas y más bien enfocar sus recursos en la vacuna triple viral combinada.
Hoy, la mayoría de los funcionarios de salud
pública apoyan la vacuna combinada. “No había evidencia de la necesidad de
vacunas individuales”, dice Orenstein. “Se pensó que la seguridad era
comparable. Evitaba tres inyecciones y visitas extras y facilitó el proteger a
los niños”.
Aún más, la vacuna combinada tiene sentido,
dice Amler. El cuerpo está diseñado para manejar múltiples cosas a la vez y se
ha “demostrado una y otra vez que dar más de un antígeno” a la vez no crea un
“aumento en los efectos secundarios o efectos adversos”. Por otro lado, si los
proveedores de atención médica administrasen los antígenos de forma individual,
ello conllevaría más visitas al médico y “afectaría las posibilidades de que el
niño obtenga la protección completa a tiempo”.
Los críticos han sostenido que la defensa de
Wakefield a las vacunas sencillas tiene motivos financieros. El periodista de
investigación Brian Deer afirmó en su mordaz crítica en el BMJ que Wakefield
usó información fraudulenta recabada, según halló el Consejo Médico General,
con una “indiferencia cruel por la aflicción y el dolor que pudieran sufrir los
niños [estudiados]”. Deer también reveló que Wakefield presentó una solicitud a
la oficina de patentes del Reino Unido para un nuevo “agente de
vacunación/terapéutico” para el sarampión y el síndrome de colon inflamado en
junio de 1997, varios meses antes de que se publicara el estudio en The Lancet.
Hoy, Wakefield afirma que esa patente no era
para una vacuna. “Lo que teníamos era una sustancia que se presenta de forma
natural y se halla en la leche materna. No es un medicamento o una vacuna, es
un suplemento nutricional, pero estimula el sistema inmune”.
Aun cuando él sigue defendiendo la vacuna
sencilla y culpa a los reguladores del gobierno por sugerir que fuese descontinuada,
Wakefield también impulsa una conexión triple viral-autismo. Al preguntarle si
había ampliado la investigación para demostrar una vinculación causal,
Wakefield dijo que había publicado alrededor de 15 artículos adicionales que
hablaban de la enfermedad gastrointestinal que vinculaba la vacuna triple viral
con el autismo.
Casi toda la comunidad médica no está de
acuerdo con él. Varios estudios han puesto a prueba su hipótesis, y observaron
a miles de niños, no sólo 12. Un estudio de 1999 a 498 niños publicado en The
Lancet no apoyó una asociación causal entre la triple viral y el autismo. Un
estudio de 2002 a 535,544 niños vacunados en Finlandia no mostró una asociación
entre la vacuna triple viral y la encefalitis, la meningitis aséptica y el autismo.
Otro estudio de 2002, que observó a 537,303 niños nacidos en Dinamarca, proveyó
“evidencia fuerte contra la hipótesis de que la vacuna triple viral provoca
autismo”, escribieron los autores. Wakefield discrepa del estudio danés,
diciendo que la metodología tenía fallas. No obstante, aunque es difícil
demostrar un negativo, Amler argumenta que “estudio tras estudio tras estudio
no se ha podido mostrar una asociación. Simplemente no [la] hay”.
En una revisión rigurosa a la seguridad de
la inmunización en 2012 que observaba los “Efectos adversos de las vacunas:
Evidencia y causalidad”, el Instituto de Medicina revisó 22 estudios
relacionados con las vacunas y el autismo. La organización sin fines de lucro,
a la que Orenstein llama un “grupo independiente no influenciado por la
industria o el gobierno”, escogió el mismo estudio danés como uno entre sólo un
puñado que no tenía limitaciones o fallas serias en su diseño o metodología.
Finalmente, la revisión rechazó una relación causal entre la vacuna triple
viral y el autismo.
Wakefield dice que los CDC han sabido por
años de una asociación entre la vacuna triple viral y el autismo y creó una
“cortina de humo” para “proteger intereses especiales”. Él ha recibido, dice
él, 5,000 páginas de documentos, transcripciones y grabaciones de un soplón que
“confirman más allá de la más mínima sospecha que los CDC estaban involucrados
en un fraude para cubrir esto”.
Las afirmaciones de un encubrimiento por
parte de los CDC, dice Orenstein, se basan en un artículo de 2014 titulado
“Temporización de la vacunación contra sarampión-paperas-rubeola y autismo
entre niños afroestadounidenses: un segundo análisis a los datos de los CDC”,
por Brian Hooker, el cual fue publicado en la revista Translational
Neurodegeneration. Ese artículo reevaluó una serie de datos de un estudio de
2004 realizado por investigadores de los CDC y publicado en Pediatrics; Hooker
reportó que los niños afroestadounidenses quienes recibieron la vacuna
antiviral antes de los 24 o 36 meses de edad tenían más probabilidades de ser
diagnosticados con autismo. Sin embargo, como el estudio de Wakefield en 1998
para The Lancet, la revista luego se retractó a causa de un conflicto de
intereses no declarado así como “preocupaciones sobre la validez de los métodos
y análisis estadístico”, escribieron los editores. “Los Editores ya no tienen
confianza en la solidez de los hallazgos”.
Dos documentos que Wakefield envió a
Newsweek, cartas recientes enviadas por Wakefield y Hooker a los CDC y el
Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE UU, alegan que los
investigadores de los CDC quienes escribieron el estudio de 2004 modificaron
las edades de los grupos y substituyeron registros escolares con certificados
de nacimiento (con el fin de excluir engañosamente algunos participantes) para
evitar el reportar un aumento estadísticamente significativo en el autismo.
En una declaración publicada en su sitio en
la red, los CDC explicaron que se eligió incluir sólo a niños con certificado
de nacimiento en vez de a todos los niños porque estos documentos ofrecían
información sobre características adicionales que pudieran ser factores de
riesgo para el autismo, como el peso de un niño al nacer, la edad y educación
de la madre, las cuales no están en los registros escolares.
También dijo que los hallazgos demostraban
que la vacunación entre los 24 y 36 meses era un poco más común entre los niños
con autismo. “Este hallazgo es más probable que sea el resultado de los
requisitos de inmunización para el programa de asistencia de educación especial
preescolar en niños con autismo”, dicen los CDC. En su declaración no
comentaron sobre la supuesta modificación a las categorías de edad y no
respondieron a las solicitudes de Newsweek para que lo comentasen. “Estudios
adicionales y una revisión reciente más rigurosa por el Instituto de Medicina
han descubierto que la vacuna triple viral no aumenta el riesgo de autismo”,
reiteraron los CDC en su declaración.
Wakefield discrepa profundamente con los CDC
y pide que se establezca una organización independiente, “como la
Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés), que
investigue las acusaciones de lesiones por vacunas y lleve a cabo la ciencia.
Necesitamos retirarle todo incentivo financiero y político y poner la seguridad
de los niños por encima de todo lo demás”.
Pero otras agencias federales que parecen
tener pocos intereses en el programa de vacunación han llegado a conclusiones
similares. El Tribunal de Reclamos Federales de EE UU emitió una decisión en
2009 como parte de sus Juicios Generales sobre Autismo en el caso de Cedillo
contra Secretaría de Salud y Servicios Humanos, en el que el oficial de
audiencia George L. Hastings Jr. escribió: “Considerando toda la evidencia,
encuentro que los demandantes no han podido demostrar que… la vacuna triple
viral puede contribuir a que se cause autismo o disfunción gastrointestinal”.
Recientemente, el Programa de Compensación
por Lesiones con Vacunas de índole federal concedió millones de dólares a dos
niños con autismo. Sin embargo, los documentos del caso están sellados, y no
está claro si la encefalopatía inducida por vacunas citada en ambos casos tuvo
algo que ver con los diagnósticos de autismo a los niños.
Mientras tanto, Amler dice que los CDC
evalúan y reevalúan de manera continua sus recomendaciones de inmunización. Por
ejemplo, dice él, una vacuna contra el rotavirus introducida a finales de la
década de 1990 resultó tener una complicación poco común después de pasar de
las pruebas al uso generalizado. Aun cuando era una complicación rara y “en
total, [un problema] menos severo que todos los bebés admitidos con rotavirus”,
dice Amler, la CDC la retiró. La vacuna contra el rotavirus que ahora se da a
los niños fue introducida años después y no ha tenido los mismos tipos de
complicaciones.
“Sí tenemos mecanismos para evaluar y hacer
cambios cuando los datos o la ciencia muestran que hay riesgos que no se habían
anticipado o cuando los beneficios ya no superan a los riesgos”, dice
Orenstein. Él explica que el Comité de Asesoría en Prácticas de Inmunización
trabaja como una salvaguardia integrada a los CDC para hacer nuevas
recomendaciones cuando sean necesarias y para desarrollar el programa de
inmunización de rutina junto con la Academia Americana de Pediatría y la Academia
Americana de Médicos Familiares.
Aun cuando Wakefield insiste en que “la
presa está a punto de estallar” y todos veremos pronto que él siempre tuvo la
razón, importantes organizaciones profesionales como la Academia Americana de
Pediatría y grupos como Autism Speaks continúan poniendo énfasis en la
seguridad y eficacia de la vacuna triple viral e instando a los padres que
vacunen por completo a sus hijos. La conclusión, dice Amler, es que toda la
evidencia señala al hecho de que “ser expuesto al virus del sarampión es una
amenaza mucho mayor que cualquier efecto secundario o reacción adversa”.