A simple vista, las colinas de caliza del
sur de Líbano no son la mejor inversión en bienes raíces. Situada muy cerca de
la volátil frontera con Israel, la angosta franja de tierra ha sufrido 15 años
de guerra civil y devastadoras contiendas con el Estado judío. Sin embargo, en
los últimos años ha surgido una docena de flamantes mansiones junto a los
estrechos caminos vecinos a la pequeña población de Jouaiya, como a 100
kilómetros de Beirut: suntuosas residencias que se antojan fuera de lugar entre
olivares y pastizales para ovejas, ruinosas granjas y senderos de tierra.
Algunas con techos de anaranjadas tejas, columnas neoclásicas y amplios patios
amurallados; otras que semejan chabacanas pagodas chinas.
Los lugareños revelan que las mansiones,
unas de ellas aún en construcción, pertenecen a miembros de los niveles medio y
alto de Hezbolá, grupo militante y político chiita considerado una organización
terrorista por Estados Unidos e Israel, y cuyo brazo armado es igualmente
designado en la Unión Europea. Aun así, en los últimos 30 años, el Partido de
Dios libanés ha conseguido dominar tanto la política como la seguridad en una
nación de poco menos de cinco millones de habitantes –gracias, en buena medida,
a la generosidad iraní, una acaudalada diáspora extranjera y algo de habilidad
política- y ha contribuido al enriquecimiento de muchos chiitas, la secta
históricamente pobre de Líbano.
Pero parece que los buenos tiempos de
Hezbolá y sus partidarios están llegando a su fin. Las utilidades petroleras
iraníes, que lubricaran al apoderado iraní con cientos de millones de dólares
anuales, parecen haberse agotado. Las sanciones occidentales impuestas a
Teherán a resultas de su programa nuclear, aunadas a la caída en los precios
del petróleo, han vaciado las arcas de la República Islámica. Debido a la
menguante demanda global, el exceso de oferta en Medio Oriente y el auge de la
industria estadounidense del fracking, el barril de crudo ahora cuesta menos de
50 dólares cuando en junio cotizaba en 100 dólares. Por otra parte, desde 2011
Irán ha experimentado una caída de 60 por ciento en sus exportaciones
petroleras, mientras que el déficit nacional ha alcanzado un pasmoso total de 9
mil millones de dólares.
Por lo anterior, según funcionarios de
Hezbolá y observadores allegados al partido, Irán empieza a reducir,
drásticamente, las sumas que otorga a su aliado libanés. “Hay varios miembros…
que reciben sus salarios mucho después”, informa Khalil, comandante de Hezbolá,
quien solicitó usar un seudónimo por no estar autorizado para hablar con los
medios. “Y algunos perciben menos que antes”.
No es la primera vez que el partido incurre
en problemas de fondos. En el verano de 2008, el petróleo alcanzó un máximo de
147 dólares por barril antes de desplomarse, ese invierno, al nivel de 32
dólares y precipitar un año muy difícil para el apoderado más poderoso de Irán.
A resultas de ello, analistas calculan que Teherán recortó a la mitad la
financiación de Hezbolá. Sin embargo, el cuarentón Khalil asegura que los
recortes actuales son aun más severos. Recio veterano de la guerra siria, no
pierde su actitud desafiante y optimista, aun cuando se prepara para lo peor.
“Estamos acostumbrados a vivir bajo una nube negra”, dice. “Y esta también
pasará. Ahora nos daremos cuenta de quién permanece a nuestro lado, no solo por
el dinero y la ayuda”.
Pero las dificultades presupuestales no
podrían llegar en peor momento para Hezbolá. Hace poco, la organización
descubrió a un espía Mossad en los niveles más altos de sus filas y se dice que
su brazo militante ha perdido casi mil combatientes en la guerra civil de Siria.
Ya que Hezbolá desempeña un papel cada vez más prominente en la lucha contra
ISIS y los grupos rebeldes sirios, el conflicto en aquel país amenaza con
mermar sus recursos, razón por la que Matthew Levitt, analista del Instituto
Washington para Políticas del Cercano Oriente en Washington, D.C. opina que
este revés petrolero es el más significativo que el grupo jamás haya sufrido.
Dado que los observadores del petróleo
pronostican una larga carrera en los precios del crudo, es muy posible que los
recortes de Hezbolá se vuelvan extremos. El presupuesto militar no se verá
afectado, al menos todavía, pero la ralentización enfurecerá a los soldados del
frente sirio que, de hecho, ya se quejan de que el alto mando y su parentela no
sufren las privaciones cotidianas de la guerra. Umm Ayman, viuda de edad media
y residente del área de Dahiyeh, suburbio del sur de Beirut donde se concentra
el apoyo para Hezbolá, tiene un hijo de 17 años que combate en Siria. La mujer
reveló que, en las últimas semanas, el partido ha recortado la ayuda para los
familiares de sus soldados.
“Nuestra familia solo recibe la mitad de la
asistencia médica y las medicinas que necesita”, lamenta. “Antes llegaba cada
mes, sin problemas; pero ahora sufrimos”.
Y no es la única. Mientras los críticos
siguen atacando al partido por la guerra en Siria, la ralentización ha
conducido a una reducción paulatina en los servicios sociales y en los pagos a
los aliados políticos libaneses. Según Khalil y una fuente libanesa allegada a
Hezbolá, un político druso aliado al partido solía recibir 60 mil dólares
mensuales, mas hoy solo obtiene 20 mil dólares al mes. Ambos informantes
aseguran que otro político libanés que gozaba de un salario mensual de 40 mil
dólares, ahora debe conformarse con 15 mil.
“Creo que Hezbolá está muy preocupado”,
comenta Levitt. “Cuando una organización se posiciona como el partido que
satisface todas esas necesidades, las expectativas crecen”. Como crecen las
mansiones en las colinas de la frontera.