Las economías emergentes de América Latina, sobre todo las más destacadas, comparten una debilidad en común: sus mercados internos no cuentan con el dinamismo necesario para proveer empleos suficientes y salarios dignos a la población. Son países que, más allá de contar con fundamentos macroeconómicos sólidos, aún conservan microeconomías frágiles, incapaces de robustecer los bolsillos de las pymes y familias.
Por ello tienen gobiernos que prometen y se enfocan en lograr tasas de crecimiento económico por encima de 5 por ciento anual sostenido. Saben que allí está la clave para incidir en la realidad de las personas. Ha sido el discurso económico en las contiendas electorales. No obstante las buenas intenciones, este año será uno más donde la ciudadanía seguirá esperando, pues el crecimiento económico no llegó y no llegará.
Las condiciones de la economía mundial, crónicamente exiguas desde 2008, empeoraron en el segundo semestre del año. Lo que resulta fatídico para América Latina, pues al contar con el bajo rendimiento interno que le refería, sus posibilidades para una expansión significativa se reducen al impulso del exterior. No abundan las alternativas.
La OCDE sintetiza con claridad el bosquejo económico global actual: crecimiento diminuto, desempleo un poco alto, e inflación afortunadamente controlada. Como sea, el desempleo y la inflación exceden la tasa de evolución del PIB, lo que nunca serán buenas noticias. Y bueno, para muestra, Japón y la zona euro, que quizás alcancen tasas de expansión de 0.4 por ciento y 0.8 por ciento, respectivamente. Vaya, ni por dónde esperar mayor demanda comercial.
Algo similar ocurre con los mercados financieros internacionales, los cuales experimentan fuerte volatilidad. Los recortes de liquidez que la Reserva Federal estadounidense viene acumulando desde 2013, han desembocado en migración de capitales e inestabilidad en los tipos de cambio, principalmente en las economías emergentes. Sucede que como todo el mundo está un tanto inquieto por los cambios que puedan anunciarse, los dineros se mueven con nerviosismo.
Agréguese que, por tratarse de países con alta tasa de dependencia respecto de los ingresos que les producen las materias primas y los recursos no renovables, la depreciación de los precios del petróleo, de 30 por ciento en los últimos 18 meses, los ha vuelto aún más endebles. Es otro elemento fundamental en este círculo vicioso de incapacidad interna. La arquitectura de las finanzas públicas debe modificarse, es necesario abandonar tal correlación.
La única buena nueva es sobre la economía de Estados Unidos, que continúa con una lenta pero sostenida recuperación. Al cierre de septiembre registró un alza de 3.9 por ciento, cifra que sintoniza con el 4.6 por ciento observado al 30 de junio. Al respecto, los inventarios privados, la inversión fija no residencial y el consumo personal, igual mostraron mejoría en el tercer trimestre, lo que es buen síntoma sobre las expectativas para las empresas.
Pero bueno, con los datos optimistas del gigante norteamericano tampoco alcanza para todos, no es suficiente el impulso para toda América Latina. Los anhelos seguirán vivos y las tareas pendientes. Son los gobiernos que hemos elegido.
Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado le corresponde a usted.