Suecia no solo ha venido premiando año tras
año a los que se destacan en la lucha por la paz, sino que esta vez el propio Estado
sueco se lanza a esta lucha en la voz de su primer ministro, Stefan Löfven, al
reconocer públicamente a Palestina como Estado independiente. Abandona el
establishment de la Comunidad Europea, ninguno de cuyos miembros, fieles todos a
Washington, se había atrevido a reconocer al Estado Palestino, se zafa de los
protocolos diplomáticos y pone el dedo en la llaga viva, lanzándose
valientemente a la búsqueda de la paz mundial. ¡Bravo, Suecia! ¡Qué país tan
noble, qué límpida y altruista su gente!
Hace mucho tiempo yo esperaba este gesto
del Estado Vaticano. Jesús era palestino y era lógico que la Iglesia católica
saliera en defensa de la justicia, pero la Curia Romana, enmarañada entre
dogmas y rituales, desmoralizada por los curas desquiciados, ha perdido la
transparencia y sencillez del mensaje de Jesús, y no queriendo indisponerse con
los poderosos del mundo, le ha faltado valor para dar este paso.
¡Bravo por Suecia! Los escandinavos
modernos han heredado la intuición de los vikingos para adivinar los vericuetos
que conducirán al botín, que esta vez es la caja negra de la paz. La paz se
estrelló en el Oriente Medio y sobre sus escombros se han levantado los
inmensos nubarrones del Estado Islámico que envuelven en la zozobra y la muerte
a muchas poblaciones de Irak, Irán, Siria y amenazan con llegar a Turquía.
En los mecanismos de la caja negra de la paz
encontrarán los registros de una Palestina avasallada, con su territorio
mutilado y su población por décadas atacada. Ahí encontrarán el vil asesinado
de Yasser Arafat en un hospital de París; la construcción del muro de la
ignominia como si se tratara de una encerrona de fieras; las vías de acceso al
exterior y al mar, clausuradas; niños y ancianos vilmente masacrados.
Los acuciosos ingenieros suecos sacarán
hasta la última tarjeta de microchips de la caja negra, guardadas allí por décadas,
desde cuando el Reino Unido creó el nefasto estado de Israel, valiéndose del método
de “asentamientos judíos” sobre territorios palestinos, y aún más allá, al
inicio, hasta las Alturas del Golán y el Monte Sinaí, territorios estos últimos
que Egipto logró recuperar. Israel sería la cuña clavada en el corazón del
Oriente Medio que enceguecía los ojos del mundo con el brillo de su oro negro,
para defender “los intereses” de Occidente.
Con la astucia de sus ancestros, los
escandinavos encontrarán miles de circuitos y códigos que difícilmente podrán
decodificar, pero que todos, absolutamente todos, tienen que ver con el
despertar virulento de la Yihad que se ha alzado como un dragón entre los
espumajos del oro negro, para incendiar Occidente con sus lenguas de fuego.
Israel acaba de rasgar las vestiduras, ha
sentido el dedo acusador. Estados Unidos ha desaprobado al primer ministro
sueco y las Naciones Unidas que nunca reconocieron a Palestina como miembro
activo sino como “Estado observador”, no tardará en condenar la acción y tras
ella, el Reino Unido, aún en shock por el degollamiento de sus emisarios.
¡Bravo por Suecia!, país valiente que ha
decidido incursionar en los siete mares de injusticias y atropellos. Emprende
una batalla titánica contra la ceguera de Occidente empuñando la verdad y la
justicia y con el blindaje que ofrecen las reservas morales que tiene la
humanidad, lideradas por esta noble nación.
Ningún país tiene la estatura moral como
Suecia para hacer esta valiente declaratoria que la enfrenta directamente con
los poderosos del mundo, pero que va tras la hazaña de lograr la paz mundial.
No hay que ser adivino para vislumbrar que a partir de ahora las relaciones
internacionales tomarán otro rumbo. Con este reconocimiento a Palestina el
statu quo de Europa y Estados Unidos ha sido sacudido, y si países europeos
empiezan a alinearse con Estocolmo, como parece ser España, habrán fuertes
tensiones entre Europa y Estados Unidos y abandono de posicionamientos en vista
de la paz mundial, la cual parece estar más lejos que Alfa de Centauro, aquí en
el convulsionado planeta.