¿Cuándo se concibió la idea de que asistir a un partido de balompié se convertiría en un riesgo de seguridad?
Un tema que genera las más airadas reacciones es el relativo a las preocupantes imágenes que se observan en las tribunas de un estadio donde se presenta un juego de fútbol.
Por supuesto que otros deportes han presentado sucesos violentos, solamente que el caso del balompié es llamativo en el análisis social, a la incidencia en varios países, en juegos internacionales y especialmente en cuanto al hecho de que esa noticia vuelve a los medios reiteradamente.
Si es un vehículo para descargar la frustración, que si es ese ánimo grupal el que envalentona a los aficionados, si el contexto social es el que provoca que las expresiones de apoyo al equipo se tornen tan hostiles como esas imágenes que observamos en los noticiarios, donde un “grupo de hinchas arremete contra los elementos de seguridad”… ¿cuándo se concibió la idea de que asistir a un juego de fútbol se convertiría en un riesgo incluso para la seguridad —ya no digamos familiar— personal?
Estadios con vigilancia que los hace parecer búnkeres (envidiable para varias alcaldías del país), incluyendo un circuito cerrado de televisión el cual pone la duda de sospechoso a cualquier inocente aficionado, además zonas aledañas fuertemente resguardadas por policías con escudos y armaduras, se convierten en el paisaje urbano desde donde se accede a presenciar lo que deberían ser dos horas de un espectáculo deportivo al que denominan “el juego del hombre”.
Parece que hay más cosas en juego afuera de ese campo, provocando que el juego original carezca de ese sentido de unión y empatía para el cual estaba proyectado en un inicio.
No es casual observar en las redes sociales mensajes arengando al equipo de preferencia, como tampoco lo es el que se comiencen a calentar los ánimos de cara al crucial duelo venidero. Hasta ahí podemos decir que todo bien. Lo fuerte viene cuando comienzan a aparecer fotografías con armas, mensajes intimidatorios o abiertamente amenazantes.
El caso de México, desde aquella “importación” de líderes de lo que vendrían a ser las primeras barras, a lo que vemos ahora, con custodias de policías de la ciudad, desde la carretera de acceso al mismo centro urbano, para evitar incidentes. Los recursos de seguridad para cuidar al visitante del propio ciudadano que debería ser el protegido.
El Distrito Federal ha emitido leyes, más leyes, sobrelegislando, emitiendo tanto que es imposible conocer todo, y sí, se puede decir que relativamente se ha controlado la violencia, desgraciadamente un elemento el cual se ha presentado en varias plazas de la república.
La propuesta desde la participación en un foro televisivo es concreta: debemos crear un Manual del Aficionado contra la Violencia. Una copia en cada boleto, la gente poco a poco lo va a leer y a identificarse con lo que se puede hacer en cuanto a derechos, y en cuanto a cómo reaccionar ante determinadas situaciones.
Los esfuerzos de legisladores federales quedan en el intento de lograr medidas, lo que llama la atención es que a esto no le haga eco la mismísima Federación Mexicana de Fútbol.
Alejandro Aguerrebere es columnista especializado en deportes. Colabora en varios periódicos y programas de radio y televisión tanto nacionales como internacionales. @Alejou