Un popular dentífrico contiene algo que usted no querrá llevarse a la boca.
Como el cáncer es un enemigo ubicuo, la presencia de sus mortíferos emisarios en objetos cotidianos nos mueve a mórbida indiferencia: hay carcinógenos en el café, las hamburguesas, los tapetes, la ropa lavada en seco y hasta en la crema de maní. Y ahora parece que también se encuentran en una de las cremas dentales más populares del mercado, un producto que cualquiera pone en el carrito de la compra sin pensarlo dos veces.
El posible responsable es un germicida llamado triclosán, parte de la fórmula de Colgate Total, conocida marca de Colgate-Palmolive. Lanzada en 1997, el fabricante asegura que es “la única crema dental aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos [FDA] para combatir la placa dentobacteriana y la gingivitis”, gracias a que cubre dientes y encías con triclosán.
La afirmación es parcialmente cierta: ninguna otra pasta del mercado estadounidense contiene triclosán, aunque muchos cosméticos y jabones antibacterianos incluyen la sustancia en su formulación. No obstante, es justo su capacidad para combatir bacterias lo que plantea interrogantes sobre la seguridad de Colgate Total y el buen juicio de FDA, que no tomó en cuenta las advertencias sobre la sustancia.
El triclosán es un compuesto aromático clorado que consiste de dos anillos benceno (fuerte hidrocarburo; cada cual con seis átomos de carbono e hidrógeno) unidos mediante un átomo de oxígeno, con tres átomos de cloro que se proyectan como púas y un solitario grupo hidroxilo (oxígeno + hidrógeno). Utilizado por primera vez en la década de 1970 en el ámbito hospitalario, su uso como antimicrobiano se ha diseminado y ahora, no solo hay triclosán en Colgate Total y muchos jabones de uso doméstico, sino que podemos encontrarlo en enfriadores, calzado con protección desodorante y hasta maquillaje, dice Mae Wu, abogada en el Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales (NRDC, por sus siglas en inglés), quien insiste en que el triclosán “está por doquier”, pese a que “nos hemos arreglado muy bien sin el compuesto” durante siglos de cohabitación humana-microbiana.
“El triclosán es 110 por ciento mercadotecnia”, acusa Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Políticas sobre Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota, quien colaboró para que dicho estado fuera el primero de la Unión en prohibir la mayor parte de los usos de triclosán. Osterholm me dijo que el compuesto ha sido desplazado por agentes antimicrobianos muy superiores y más seguros, y que incluso Procter & Gamble ha empezado a publicitar su dentífrico Crest como “100 por ciento libre de triclosán” cosa que, si bien podría ser otro truco de mercadotecnia, al menos hará que más personas cuestionen la presencia de triclosán en artículos de uso doméstico, obligando a Colgate a retirarlo.
“Saben que el público ha entendido el problema”, concluye Osterholm acerca de la declaración sobre Crest.
“El triclosán no es un ingrediente esencial de muchos productos”, escribe el doctor James M. Steckelberg, de la Clínica Mayo. “Aunque el compuesto añadido al dentífrico ha demostrado su utilidad en la prevención de gingivitis, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) no tiene pruebas de que jabones antibacterianos y enjuagues corporales con triclosán ofrezcan más beneficios”. En su sitio web, la FDA señala que los jabones con compuestos antimicrobianos como triclosán no han demostrado ser “más eficaces en la prevención de enfermedades que el lavado con simple agua y jabón”; no obstante, se abstiene de declarar que el compuesto es peligroso y solo sugiere a los consumidores que reflexionen antes de adquirir productos que incluyan triclosán en su formulación.
A principios de verano, la Sociedad por la Epidemiología en Atención Médica de Estados Unidos, cuya misión es prevenir infecciones hospitalarias, hizo una recomendación directa en sus lineamientos de higiene nosocomial: “No utilizar jabones que contengan triclosán”. Dichos lineamientos también citan “inquietudes sobre las potenciales consecuencias humanas y ambientales del químico” y sugiere sustituirlo por el uso de productos para aseo de manos con base de alcohol.
En 1974, la FDA prometió que daría un vistazo al uso de triclosán en el jabón de manos, y al cabo de cuatro décadas, el estudio sigue inconcluso aunque, supuestamente, será publicado en 2016.
Mientras, la mayoría de la población absorbe triclosán lo sepa o no. El químico está casi en todas partes e ingresa en el cuerpo por ingestión o a través de la piel. En 2003, Centros para Control y Prevención de Enfermedades hizo pruebas en 2517 personas determinando que casi tres cuartas partes tenían triclosán en orina; además, estableció que el dentífrico era un vehículo de contaminación particularmente poderoso. “Las personas que cepillaron sus dientes con Colgate Total tenían cinco veces más triclosán en orina que quienes no usaron el producto”, escribió Wu en una publicación del blog de NRDC.
Mucho menos claro es lo que el triclosán ocasiona (o no) en el organismo humano. Por ejemplo, una revisión científica de la Universidad de California en Davis concluyó que, en lo tocante al triclosán y triclocarbán (agente antibacteriano químicamente relacionado), “los beneficios no justifican el riesgo”. Los investigadores escribieron que las dos sustancias provocan padecimientos neurológicos y cardiacos, aunque reconocen que “la investigación es incipiente”.
Otro reciente estudio sugiere que el triclosán podría ocasionar cáncer de mama, pero la conclusión deriva de experimentos con roedores. También se empieza a sospechar de efectos dañinos de triclosán en el sistema endocrino, que distribuye hormonas por todo el cuerpo: en 2006, un ensayo con ranas toro y renacuajos expuestos a triclosán en ambientes acuáticos reveló que “la exposición a niveles bajos de la sustancia interfiere con la expresión del gen asociado con la hormona tiroidea y puede alterar el desarrollo posembrionario mediado por dicha hormona”. Si el triclosán realmente interfiere con el sistema endocrino, eso volvería vulnerables a niños pequeños, lactantes y mujeres gestantes (también existen inquietudes en cuanto a la acumulación de la sustancia en canales y vías fluviales, donde su acumulación podría “alterar la vida acuática cambiando las comunidades bacterianas nativas”, dice la ecologista acuática Emma Rosi-Marshall).
Pese a que la FDA ahora insta a los estadounidenses a reconsiderar el consumo de triclosán, la agencia reguladora no se mostró igualmente preocupada hace 17 años, cuando declaró que Colgate Total era adecuado para la venta en supermercados. En 2010, el Concejo para la Defensa de Recursos Naturales exigió que la FDA diera acceso a la documentación pertinente a la aprobación de Colgate Total, un expediente de 35 páginas que el público jamás había visto.
Bloomberg News pidió a tres científicos que revisaran el proceso de aprobación de Colgate Total. “La documentación presentada, en conjunto con las recientes investigaciones sobre triclosán, plantean interrogantes en cuanto a la meticulosidad de la agencia para aprobar Colgate Total hace 17 años y si dicha aprobación debe mantenerse a la luz de nuevas investigaciones”, concluyó Bloomberg tras el exhaustivo análisis.
“No existe un consenso en la literatura científica”, confiesa la contraalmirante Sandra L. Kweder, directora asistente del despacho de nuevos medicamentos de la FDA, quien argumenta que ahora los fabricantes de jabones tienen la obligación de demostrar que su producto es seguro y eficaz.
Cabilderos de la industria tienen la complejidad a su favor: dada la cantidad de químicos a que está expuesta una persona y la disposición genética individual al cáncer, es muy difícil establecer una correlación epidemiológica directa entre los productos de uso personal y la incidencia de cáncer. De hecho, la ciencia aún debate al respecto con villanos reconocidos como bisfenol-A (BPA) y los ftalatos.
Pero algunos no están esperando por una resolución que podría darse en un futuro lejano. A principios de año, Minnesota se convirtió en el primer estado que prohibió el uso de triclosán, aun cuando productos con aprobación de la FDA –como Colgate Total- quedarán fuera del alcance de la proscripción que tendrá efecto a partir de 2017.
Colgate-Palmolive insiste en que su producto es seguro. Patricia Verduin, directora de investigación y desarrollo de dicha empresa, me envió una extensa refutación de numerosos estudios que supuestamente demuestran los riesgos potenciales de triclosán. Señaló que 90 investigaciones, con un total de 20 000 individuos, han hecho de Colgate Total “el dentífrico más exhaustivamente probado y revisado en todo el mundo”. Añadió que los estudios que vinculan el compuesto con cáncer y problemas tiroideos “utilizan concentraciones excesivas de triclosán; en algunos casos, miles de veces superior a la exposición de un producto de consumo”. Verduin también señaló que “las autoridades reguladoras internacionales… afirman que el triclosán, como se utiliza en productos de consumo, no es carcinogénico ni interfiere con el sistema endocrino humano”.
En una carta al editor de Fox News, Verduin sostiene que las “[recientes] afirmaciones de que el triclosán en Colgate Total puede producir cáncer son absolutamente falsas”, y descarta como “rumores” los hallazgos de posibles alteraciones endocrinas provocadas por el compuesto.
Sin embargo, a juzgar por la contienda sobre BPA (que también tiene defensores), es muy probable que el triclosán encuentre una creciente marejada de recelo público que ocasionará la aparición de cada vez más productos con sellos verdes proclamándose libres de triclosán, como ya hace Crest. Muchas corporaciones importantes han retirado el compuesto de jabones y cosméticos, y sin duda otras harán lo mismo, aunque sea para proyectar una imagen de vida saludable.
Tal vez el triclosán esté perdiendo popularidad, pero para algunos, el mayor temor es que los reguladores federales se dejan convencer con excesiva facilidad por una ciencia que no obedece al interés público, sino a las utilidades corporativas. El año pasado, en un editorial abierto del The New York Times, el reportero Ian Urbina señaló que los reguladores federales permiten que la industria sea su propio vigilante, de manera que solo unos pocos de los 85 000 químicos industriales utilizados en la actualidad –incluidos los que tenemos en el cuarto de baño- han pasado por una inspección gubernamental imparcial. “A diferencia de los productos farmacéuticos y los plaguicidas”, escribió Urbina, “los químicos industriales no necesitan probarse antes de salir al mercado. Según las legislaciones que regulan sustancias químicas, los productores rara vez tienen que cumplir el requisito de proporcionar al gobierno federal la información necesaria sobre evaluaciones de seguridad”.
Con todo, hay quienes insisten en que los químicos no ofrecen peligro alguno cuando se utilizan con moderación. Por ejemplo, Bruce D. Hammock, director del Laboratorio de Plaguicidas y Biotecnología de UC Davies, participó en el estudio sobre triclosán y triclocarbán. “Triclosán presenta riesgos reales”, reconoce, “y también, beneficios”. Por ello, invita a que se hagan más investigaciones sobre sus efectos en el cuerpo humano.
Hammock dice que el triclosán es “un antimicrobiano bastante bueno” que debe utilizarse en el hospital y no en la cocina. “Ese no es su lugar”, dice acerca de su inclusión en jabones para manos o trastos.
Sin embargo, los dentífricos son otra cosa y Hammock señala que la concentración del triclosán en Colgate Total es muy baja mientras que la incidencia de gingivitis es lo bastante elevada para ameritar su inclusión en la fórmula. Concluye asegurando que está muy complacido con su elección de crema dental: Colgate Total.
Algunos reguladores comparten esa confianza. Jeff Ventura, funcionario de prensa de la FDA, me envió una declaración afirmando que “con base en pruebas científicas, la proporción riesgo/beneficio, en este caso es favorable a [Colgate Total]”. No obstante, la declaración también resalta que “el uso de un ingrediente puede ser aceptable para un producto y no para otro”, lo que allana el camino para la prohibición de triclosán en jabones. Después de todo, los reguladores federales no pueden ignorar una inquietud creciente apuntalada por crecientes evidencias.
Al preguntar si la FDA revisaría su aprobación para Colgate Total, Kweder vacila.
“Ha pasado mucho tiempo desde 1997”, responde.
@AlexNazaryan