Incluso cuando usted haga todo bien, no hay garantía de que un rehén sea liberado.
El primer ministro británico, David Cameron, advirtió a los líderes mundiales en la cumbre de la OTAN a principios de septiembre que no cedan a las demandas de los terroristas al pagar rescate por los rehenes, fomentando así el negocio próspero del secuestro.
“Lo que importa… es no permitir que se pague dinero a los secuestradores terroristas, porque ese dinero termina en armas de fuego, termina en otras armas, termina en complots terroristas, y termina en más secuestros”, dijo Cameron.
Cameron llamó a tales pagos como “derrotistas” y reiteró que se firmó una declaración el año pasado en la cumbre del G-8 oponiéndose a los pagos de rescates. Mientras países como Francia, Italia y España argumentan que no han roto el acuerdo, se dice que Cameron está furioso porque algunos han roto el “espíritu” del acuerdo.
“No tengo dudas de que esos países que han permitido el pago de rescates, que [el dinero] terminó entre los grupos terroristas, incluido este grupo terrorista”, dijo él, refiriéndose al Estado Islámico, otrora conocido como EIIL, el cual secuestró, y recientemente asesinó, al trabajador humanitario británico David Haines.
En la semana que ocurrió la muerte brutal del periodista estadounidense Steven Sotloff, las compañías mundiales de seguridad y los negociadores de rehenes —cuyo negocio se ha expandido considerablemente en la última década conforme se ha incrementado la necesidad de tales servicios— se preguntan si se pudo haber hecho algo más para salvar su vida.
¿Fue decisión de su familia guardar silencio, en vez de hacer público su cautiverio, un freno para liberar a Sotloff? ¿Fue un factor el hecho de que el periodista de 31 años de Florida también tenía la ciudadanía israelí? Un agente de seguridad, que ha trabajado en secuestros en Siria y pidió conservar su anonimato, dice: “No fue ninguno de los dos. La religión no tuvo nada que ver con ello… tampoco el que la familia se cerrara a la prensa. Siempre se trató del dinero”.
Después de que Sotloff se “oscureció” en agosto del año pasado mientras trabajaba dentro de Siria, tras haber cruzado ilegalmente la frontera con Turquía, expertos de seguridad aconsejaron a su familia que guardase silencio sobre su captura.
En contraste, la familia de James Foley montó una enorme campaña de concientización, reclutando a sus muchos colegas y seguidores y contratando investigadores internacionales para que rastreasen su desaparición. El empleador de Foley, el grupo Atlantic Monthly, contactó a otros periodistas que tenían contactos fuertes con el régimen de Damasco y la oposición siria, para tratar de determinar su ubicación. En cierto momento, ellos creyeron que él estaba en una prisión del régimen dentro de Damasco.
¿Una táctica de negociación fue mejor que la otra? Desde que el EIIL surgió en el norte de Siria, los periodistas que cubrían la región se han mantenido al tanto de los colegas que han desaparecido. Al principio, ello fue visto como secuestros al azar. Luego pareció que los periodistas eran “cazados”, con los seres humanos usados como una mercancía intercambiable por dinero, influencia política y favores. Había lecciones que aprender de anteriores operaciones de secuestro, y EIIL estaba estableciendo claramente un lucrativo plan de negocios. Por ejemplo, se estima que Al-Qaeda en el Magreb obtuvo alrededor de 50 millones de dólares en los últimos 10 años con los secuestros.
Una investigación del The New York Times en julio descubrió que desde 2008, Al-Qaeda ha ganado alrededor de 125 millones de dólaresv en rescates pagados por gobiernos casi exclusivamente europeos, en especial Francia, Italia y Alemania. El reportaje siguió el caso de una turista italiana cuyo gobierno al final pagó. “Tu gobierno sí paga. Ellos siempre pagan”, le dijo uno de sus secuestradores poco antes de liberarla.
Periodistas franceses y españoles también fueron liberados previamente este año, aumentando las esperanzas de los Foley y Sotloff de que sus hijos también serían liberados.
Al principio, las organizaciones terroristas separadas en Siria no estaban seguras de qué hacer con sus cautivos y si debían empezar a regatear. Algunos “almacenaron” rehenes—como Foley, quien estuvo en cautiverio por casi dos años— hasta que los grupos sintieron que su “precio” podía usarse para hacer avanzar sus organizaciones o sus intenciones.
EIIL —siguiendo el ejemplo de Al-Qaeda, quienes tenían un floreciente negocio de secuestros durante el caos en Bagdad después de la invasión de 2003— rápidamente se percató de que matar a los rehenes aumentaría el precio de otros rehenes que todavía tenía. Ha sido una acción brutal, sin detenerse ante nada, lo que ha fortalecido su posición.
Después de la conmoción inicial por el asesinato de Foley, ¿Sotloff hubiera podido ser salvado?
“Su caso fue muy diferente del de Foley, así que no se puede comparar”, dice el negociador de rehenes que ha trabajado en casos en Siria. “Mucha información sigue surgiendo”.
¿Cómo funciona en sí la negociación de rehenes? La planeación del manejo de la contingencia (o crisis) empieza tan pronto como hay conocimiento de que alguien ha desaparecido. Los primeros pasos son asegurarse de que no es un “secuestro virtual”, en el que alguien no ha sido realmente secuestrado pero se exige dinero. (Esa práctica es más común en Sudamérica.)
El negociador de rehenes dice que al trabajar dentro del contexto sirio, se debe reunir información crucial en las primeras 24 a 48 horas de la desaparición: “Necesitamos identificar los hechos. ¿El individuo ha sido secuestrado? ¿Está lastimado? ¿Estará perdido?” Él compara esta parte del consejo con hallar una aguja en un pajar.
Tan pronto como se ha establecido que la persona en verdad ha sido secuestrada, se debe contactar a los empleadores. Si la víctima es un trabajador independiente, el caso es más problemático. Con suerte, diferentes grupos de seguridad ya habrán puesto sus “ojos en el terreno”, un lugareño con el que ya han trabajado y en quien confían.
Luego, los gobiernos y otros interesados (como comunidades locales y líderes religiosos) son informados. Luego se ponen en consideración los eventos en el terreno para una redada potencial: ¿hay combates? Si es así, ¿involucran milicias? ¿Grupos terroristas? ¿Tropas del gobierno? Si es así, ¿cuál sería la respuesta a una redada potencial para liberar al cautivo?
Todo esto formará parte de las líneas temporales que el negociador considera, lo cual ayuda a identificar la intención del secuestrador. “No podemos perder ninguna oportunidad que pueda llevarnos a la liberación del cautivo”, dice él. La información se guarda entre un círculo estrecho, altamente confidencial. La especulación, en especial la de los medios de comunicación, puede ser letal. Cuando finalmente los captores hagan contacto —y puede demorar meses—, “necesitamos pruebas de que siga con vida. Hay muchas formas diferentes [de pruebas]”.
Tan pronto como empiezan las negociaciones, debe mantenerse una relación estrecha con los secuestradores. “Si no se cumple con sus requisitos en las primeras etapas, el individuo será marcado… y las consecuencias pueden ser enormes. Cualquier cosa desde palizas hasta tortura, hasta la muerte… Así es como de cautelosos debemos ser”.
Es poco probable, dadas las circunstancias de la muerte de Foley, que Sotloff hubiera podido ser salvado, dice esta fuente. Aun cuando hay indicios de que equipos de seguridad habían localizado la ubicación de los prisioneros, la misión de rescate se vino abajo en varias etapas. Él enfatiza lo vital que es estar preparado antes de que un individuo sea capturado.
“Todo tiene que encajar en el momento y lugar precisos”, dice él. “Trágicamente, en este caso… no fue así”.
@janinedigi