La twitterósfera se deleita con la proliferación de hechos inútiles, combinando despreocupadamente la información con el conocimiento.
¿Sabía usted que “el hecho de determinar la belleza de una mujer con base en el tamaño de sus senos se conoce como colposinquanonia?” ¿Sabía que los osos pueden contar? Hablando de osos, ¿sabía que Alaska es “el estado más al oriente, al occidente y al norte de Estados Unidos?” He aquí otra: “China tiene más residentes de habla inglesa que Estados Unidos.” Bueno, estoy condenado.
Los “hechos” anteriores han sido seleccionados de tres publicaciones de Twitter: UberFacts, Fucking Love Facts y Holy Shit Facts, que hacen poco más que vomitar este tipo de bocados inútiles. No son los únicos: también está Tech Facts (“En conjunto, la humanidad ha dedicado 200,000 años a jugar Angry Birds”, lo cual es escalofriante, pero no sorprendente), Celebrity Facts (Isaac Newton, Kobe Bryant, et al.), Facts In Your Face, y Weird Hacks and Facts, por si el chisme sobre la colposinquanonia no fuera lo suficientemente extraño.
Tal es el amor de Twitter por divulgar hechos, que la editorial Norton ha publicado recientemente el libro 1,339 Quite Interesting Facts to Make Your Jaw Drop (1,339 hechos bastante interesantes que le dejaran con la boca abierta). Un ejemplo: “El juego de las damas chinas fue inventado en Alemania.” Pasarán horas antes de que pueda levantar mi mandíbula del piso.
El factualismo, entendido como el hecho de conocer y mencionar datos verdaderos pero irrelevantes, solía ser ocasión de burla. En su libro Tiempos difíciles, Charles Dickens nos presenta a Thomas Gradgrind, “Un hombre de realidades. Un hombre de hechos y cálculos.” Este pedante insufrible está “listo para pesar y medir cualquier fragmento de la naturaleza humana, y decirle a usted exactamente a qué viene. Es una sencilla cuestión de cifras, un caso de aritmética simple.” En consecuencia, la palabra “gradgrindiano” se convirtió en un adjetivo para describir a una persona obsequiosamente dedicada a los hechos. De manera reveladora, el uso de la palabra ha crecido notablemente durante la última década.
Esto se debe, quizás, a que todos somos Thomas Gradgrind, al menos un poco. No estaría escribiendo acerca de la obsesión con los hechos de la Twitterósfera si sólo fuera una moda pasajera, una broma de hashtag destinada al olvido digital. Pero no lo es. Mientras escribo esto, UberFacts tiene 7.11 millones de seguidores y una aplicación independiente, que cuenta con 328 reseñas con un promedio de 4.5 estrellas. “Me encanta esta aplicación”, se lee en una de esas reseñas. “Puedo explorarla durante horas. Está llena de información y datos maravillosos.”
Más intrigante, y atrevida, es la forma en que UberFacts se describe a sí mismo: “Las cosas menos importantes que nunca tendrá que saber.” Es decir, para decirlo suavemente, una venta por convencimiento, la cual lleva ingeniosamente hasta el tácito meollo del asunto. UberFacts sabe que usted realmente no necesita saber cuántos conserjes hay en Estados Unidos (115,000) o que “Dormir una siesta de sólo 6 minutos puede ayudar mejorar su memoria.” Pero si usted está en la página de UberFacts, con el puntero del ratón merodeando el botón de “Seguir”, es muy posible que usted quiera saberlo, habiendo desarrollado un apetito insaciable por lo inútil.
En muchos sentidos, el problema con UberFacts y sus hermanos es el problema de la Internet en general, que prospera gracias a la peligrosa combinación de información y conocimiento. Esta es la Era de la Información, mientras que el conocimiento ha sido relegado a una época más pintoresca, como el Renacimiento. Todo, desde la enfermedad de Parkinson hasta la guerra en Siria, ha sido destilado y separado en viñetas e hipervínculos para su comodidad. Usted sólo tiene que hacer clic, y luego hacer clic otra vez.
La Internet pudo haber producido un progreso generalizado, una especie de infotopia. Sin embargo, no ha sido así. Usted podría memorizar cada chisme publicado en cada cuenta de Twitter basada en hechos, y aun así, usted no sabría nada sobre ciencia, cultura o cualquiera de los demás temas divididos en 140 caracteres y lanzados a las masas. En @ScienceTrueFacts, por ejemplo, uno aprende lo que significa el lema en latín de Hogwarts (” Nunca haga cosquillas a un dragón dormido”), seguido por la incongruencia de que “El color rojo puede hacer que su corazón lata más rápidamente.” ¿De dónde proviene ese hallazgo? ¿Cuánto más rápidamente? ¿Y los otros colores? Más importante aún, ¿por qué? Nada de esto se aborda. Al haber aprendido esa pequeña porción de información, usted no ha aprendido prácticamente nada de valor.
Esta falta de cohesión hace imposible lograr algo semejante al conocimiento real: uno se queda con mil piezas de mil rompecabezas diferentes. Pero esto también se aplica a casi cualquier experiencia de lectura promedio en Internet. Justo en este momento, es posible que usted tenga tabuladores abiertos para leer las reseñas de Yelp sobre un restaurante tibetano, un #longread sobre el Medio Oriente, el marcador del juego de anoche de los Marineros de Seattle, su correo electrónico, su cuenta de Facebook, su cuenta de Twitter y una presentación de diapositivas de perros salchicha. No hay nada malo en ello. Así es como vivimos, ¿no es cierto? El pequeño y esquizofrénico UberFacts no es más que un microcosmos de la inmensa y esquizofrénica Internet.
En pocas palabras, TMI (too much information, demasiada información, por sí usted ha estado viviendo en una cueva o en el norte de Vermont) ahora nos atormenta a todos. En un artículo reciente publicado en Aeon Magazine, el intelectual británico Dougald Hine describió a la información como “El material más en bruto del proceso mediante el cual llegamos al significado: un torrente indiferenciado de sentido y de carencia del mismo en el que buscamos hechos.” El conocimiento es lo que buscamos con frecuencia, pero la reflexión es algo infrecuente en la frenética tormenta de arena de la Internet.
En su excelente estudio de la era digital, titulado The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains (La superficialidad: lo que la Internet está haciendo con nuestros cerebros), Nicholas Carr señala que la experiencia digital es adversa a la verdadera adquisición de conocimiento: “La cacofonía de los estímulos de la Red provoca un cortocircuito en el pensamiento consciente e inconsciente, evitando que nuestras mentes piensen de manera profunda o creativa. Nuestros cerebros se convierten en simples unidades de procesamiento de señales, guiando la información rápidamente hacia la conciencia y de regreso.” La idea misma de una publicación de Twitter ya sugiere el tipo de alimentación forzada mediante la cual se engorda a los gansos antes de convertirlos en foie gras. La gula más sombría es aquella en la que el sujeto está indefenso. Algunas personas incluso podrían calificarla de tortura.
UberFacts también pone al desnudo la locura de la democratización de la información, de hacer que cada profano se convierta en un experto en cualquier tema sobre el cual desee mostrar su maestría. A principios de esta primavera, el blog Gizmodo analizó las publicaciones de UberFacts y descubrió que muchos de sus hechos “eran totalmente erróneos o engañosos.” Gizmodo descubrió que, de las 64 afirmaciones publicadas en Twitter en un solo día, sólo 38 eran verdaderas, lo cual no es un gran promedio de bateo para un popular proveedor de supuestas verdades. También en este caso, ese es el estilo de la Web: afirmar primero, verificar después.
O quizás ni siquiera se molesten en verificar. Por ejemplo, el columnista Lenny Pozner del Hartford Courant informó recientemente que los “alucinados teóricos de la conspiración” de la Internet siguen afirmando que el asesinato de 20 niños en la Escuela Primaria Sandy Hook hace dos años había sido un engaño. Pozner se quejó de que, a pesar de que existen montañas de morbosas pruebas, estos embaucadores “no son capaces, o no están dispuestos, a distinguir objetivamente los hechos comprobados de las corazonadas fugaces y de las acusaciones sin fundamentos.” UberFacts parece bastante moderado si se compara con estos odiosos maniáticos.
Quizás piense que voy a concluir con una perorata de viejo cascarrabias sobre la belleza de la palabra escrita, el anhelo del alma humana por algo más que hechos fugaces. Y tiene razón, o casi. Exceptuando el hecho de que la Internet llegó para quedarse, al igual que UberFacts y otros sitios similares. Usted también podría maldecir al teléfono inalámbrico. Podría mudarse a Idaho y vivir fuera de la red, pero esa es una solución que no puedo apoyar.
Una solución más moderada: combatir al factualismo. Resistirnos activamente a convertirnos en un Thomas Gradgrind, ya sea en el mundo material o en el digital. Haga lo que su tía en Sheboygan le dijo después de que usted le mostró Foursquare y ella se quedó curiosamente indiferente: sea tan sólo un poquito más atento con respecto a la clase de información que consume, con cuánta frecuencia la consume, cuáles pueden ser los costos de ese consumo. Yo nunca defendería algo tan cutre como la conciencia, pero no hay nada malo en darse cuenta de que algo es una estupidez, apagar la máquina y alejarse. Como dijo David Foster Wallace en su famoso discurso de graduación en la Universidad de Kenyon en 2005, “Aprender a pensar significa aprender realmente a ejercer cierto control sobre cómo y qué pensamos. Significa ser lo suficientemente conscientes y despiertos para elegir aquello a lo que prestamos atención y para decidir cómo obtenemos un significado a partir de la experiencia.”
Por supuesto, todo esto va dirigido a mí mismo, tanto como a usted, querido lector. En cuanto a UberFacts, sólo tengo una frase: Dejar de seguir.
@alexnazaryan