La movilidad moderna es el vehículo perfecto para diseminar un virus como el ébola por todo el planeta.
En la película ‘Contagio’, dirigida por Steven Soderbergh en 2011, Beth (personaje interpretado por Gwyneth Paltrow) regresa a Estados Unidos tras un viaje de negocios en Hong Kong donde contrajo un virus desconocido. Se trata de una variante de la influenza AH1N1 producto de la mutación entre cerdos y murciélagos.
Luego de infectar a su hijo, ambos mueren, pero el contacto que tuvieron con otras personas durante el período de incubación hace que la enfermedad se reproduzca rápidamente y se convierta en una epidemia apocalíptica.
Para hablar del actual brote de ébola en África occidental —el más mortífero desde la aparición de esta enfermedad, en 1976—, hago referencia al filme porque demuestra que la movilidad moderna, lo mismo por fines turísticos, laborales o académicos, se convierte en el vehículo perfecto para diseminar cualquier virus por todo el planeta.
La advertencia de la organización Médicos sin Fronteras de que la presente epidemia “está fuera de control”, generó una paranoia mundial. Estados Unidos, China, la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han puesto en marcha medidas para detener los contagios.
En nuestro país, el director general de Epidemiología de la Secretaría de Salud, Cuitláhuac Ruiz Matus, aseguró que “es absolutamente poco probable” que la enfermedad llegue a México.
Lo mismo me comentó el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Pablo Kuri Morales, cuando conversé con él en Informativo 40 Noche el pasado martes 5 de agosto: el riesgo de que el virus llegue a territorio nacional “es muy bajo”, lo que no significa que se dejen de hacer recomendaciones a la población; entre ellas, no viajar a Guinea, Sierra Leona y Liberia, donde está concentrado el contagio.
El caso cero
El pasado viernes 8 de agosto, la OMS declaró que el brote de ébola en África occidental es una “emergencia pública sanitaria internacional” y recomendó medidas excepcionales para detener su transmisión; entre ellas, realizar exámenes a la salida de aeropuertos, puertos marítimos y cruces fronterizos a todas las personas que presenten algún síntoma, además pidió a la comunidad internacional ayuda urgente para los países afectados.
De acuerdo con las últimas cifras del organismo, 932 personas han perdido la vida y al menos 1711 se han contagiado, números que superan por mucho lo que era considerado como el peor brote que, en 1976, dejó 280 víctimas.
La razón: la enfermedad apareció en una zona transfronteriza donde se producen constantes desplazamientos de personas de unos pueblos a otros, y a la resistencia de la población de acudir a hospitales. Además de que corre el rumor de que Médicos sin Fronteras están propagando la enfermedad.
Familiares de muchos enfermos consideran que los centros de aislamiento instalados en la zona son “paredones de muerte”, por lo que deciden atenderlos en sus propias casas o recurrir a “sanadores tradicionales”. Y cuando se registran muertes, no hay los cuidados necesarios para aislar los cuerpos. De esta forma, los contagios se multiplican.
La OMS sospecha que el caso cero de la actual epidemia se registró en el distrito de Guéckédou, en Guinea, en diciembre del año pasado, y que de ahí se propagó a otras zonas (Macenta y Kissidougou), hasta llegar a la capital del país, Conakry. Fue así como el ébola llegó por primera vez a una gran ciudad y la epidemia adquirió tintes alarmantes.
Pero el problema fundamental es que Guinea tardó tres meses en informar del brote a las autoridades sanitarias. Para cuando lo hizo, ya era tarde: el 31 de marzo se anunciaron los primeros casos confirmados en Sierra Leona y, casi de manera inmediata, en Liberia.
El origen del mal
Conocida originalmente como la fiebre hemorrágica del Ébola, este virus debe su nombre al río que se encuentra en la República Democrática del Congo, donde se registró el primer brote en 1976. El virus se encuentra de manera natural en ciertas especies de murciélago que habitan las zonas boscosas de África.
Hasta ahora se tienen ubicadas cinco cepas diferentes y su tasa de letalidad puede llegar hasta el 90 por ciento. La transmisión se da a través del contacto directo con heridas, sangre, secreciones, semen y otros líquidos corporales de las personas infectadas. El período de incubación va de dos a 21 días.
Los primeros síntomas son fiebre repentina, debilidad, dolor muscular, de cabeza y garganta; luego se presentan vómitos, diarreas, disfunción renal y hepática, hasta llegar a las hemorragias internas y externas.
Desde su primera aparición a la fecha se han producido 18 brotes en el Congo, Gabón, Uganda y Sudán, con un total de 534 casos y 289 defunciones.
Debido a que no hay una vacuna contra el mal, el personal médico enfrenta el virus mediante el reforzamiento del sistema inmunológico. Por eso, un alto porcentaje de los fallecidos corresponde precisamente a médicos y enfermeras que han estado en estrecho contacto con los pacientes sin las medidas preventivas adecuadas.
Tales son los casos de los estadounidenses Kent Bradley, doctor, y la misionera Nancy Writebol. Ambos trabajan para la organización religiosa Samaritan’s Purse y contrajeron el mal mientras atendían a otros enfermos en Liberia. Fueron trasladados a la Unión Americana para ser atendidos en el Hospital de la Universidad de Emory en Atlanta.
Lo mismo ocurrió con el religioso español Miguel Pajares, infectado en Liberia donde ayudaba a otros enfermos, quien también fue trasladado a Madrid junto con la monja española Juliana Bonoha, aunque ella dio negativo en la prueba de la enfermedad.
Por lo pronto, el Instituto Nacional de Salud en Estados Unidos anunció que en septiembre comenzará a probar una vacuna experimental contra el ébola en seres humanos. Esta agencia ha trabajado en ella en los últimos años y ha visto resultados positivos en sus experimentos con primates.
Mientras tanto, el doctor Pablo Kuri insiste en que en México “podemos sentirnos tranquilos”, aunque reconoció que habrá que estar atentos “por si hay una situación mayor”.
Sin embargo, insisto, para los fenómenos biológicos no hay fronteras, y en este mundo globalizado los riesgos son mayores.
Hannia Novell es periodista y conductora del noticiario de la televisión mexicana Proyecto 40. Twitter: @HanniaNovell