La música es una de las más grandes influencias en el comportamiento de una sociedad.
Hace 25 siglos Platón escribió, en su libro La República, que “la música es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo”. Pocos años después Aristóteles expandió un poco más el tema. “Nada hay tan poderoso como el ritmo y el canto de la música, para imitar, aproximándose a la realidad tanto como es posible, la cólera, la bondad, el valor, la misma prudencia, y todos los sentimientos del alma, como igualmente todos los opuestos a estos”, dice en su libro Política. Y muchos siglos después, alrededor del año 1861, Abraham Lincoln habló de cómo “quien escribe la música de la nación, forma el alma de la misma”.
Así, filósofos, políticos y sabios hablan de cómo la música que escucha una sociedad tiene una gran influencia en el comportamiento de quienes la integran. Esto queda demostrado al ver las revoluciones sociales que se levantaron alrededor de Los Beatles mientras cantaban “But if you go carrying pictures of Chairman Mao, you ain’t going to make it with anyone anyhow (Pero si sigues llevando retratos del Presidente Mao, no vas a hacer nada con nadie)” en contra de la Guerra de Vietnam y el comunismo en China. O la influencia que tuvo la música de Pink Floyd, en especial el disco The Wall, en la caída del Muro de Berlín, en 1989. ¿Cómo podemos pensar que la música que escuchan los jóvenes hoy no influencia su comportamiento?
Es evidente que con los grandes avances que se han dado en el campo de la tecnología en los últimos años, los jóvenes pasamos muchas más horas escuchando música que lo que lo hacían nuestros padres. Simplemente porque nosotros podemos tener más de 10 000 canciones en nuestro teléfono celular y escucharlas mientras caminamos, mientras vamos en el auto o en el transporte público, escucharlas en clase, en la calle o en nuestra casa. Ya no es necesario que nos sentemos en nuestro cuarto con un reproductor de discos compactos o de LP. Me atrevo a decir que muchos jóvenes pasamos más tiempo oyendo música que escuchando a nuestros padres, y eso es sumamente grave, especialmente si lo contrastamos con los mensajes que las canciones de hoy en día insertan en nuestras mentes.
La canción número uno en el Billboard —el tabulador más reconocido en cuanto a popularidad de canciones y artistas en el mundo— es Blurred Lines, de Robin Thicke, TI y Pharrell Williams. Eso quiere decir que la canción más escuchada en el mundo es una que se refiere a la mujer como “the hottest bitch of the party (la perra más caliente de la fiesta)”, y que después de eso le dice, “I’ll give you something big enough to tear your ass in two (Te voy a dar algo lo suficientemente grande como para romper tu trasero en dos)”. El video musical más visto en el mundo es Wrecking Ball, de la cantante de 21 años Miley Cyrus; en el video Miley —quien antes era una estrella de Disney Channel conocida como Hannah Montana— sale desnuda, bailando eróticamente sobre una bola de demolición.
Un estudio del Guttmacher Institute, en Estados Unidos, muestra que los adolescentes están iniciando su vida sexual a los 12 y 13 años. Además, las naciones latinoamericanas ocupan los primeros lugares entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) por embarazos en adolescentes y jóvenes de entre 15 y 19 años. Con canciones como “I just had sex, and it felt so good (Acabo de tener sexo, y se sentía tan bien)”, de The Lonely Island, es de esperarse que algunos jóvenes quieran seguir los pasos de sus ídolos y comportarse como lo hacen ellos.
La lista de los artistas más escuchados por los jóvenes de hoy se reduce a cinco o seis: Justin Timberlake, Katie Perry, Miley Cyrus, Justin Bieber, Daft Punk y Pharell Williams. Ninguno de ellos tiene un mensaje positivo para los jóvenes. La época en la que todos se tomaban de las manos en medio de un concierto para, junto con John Lennon entonar Give peace a chance ha alcanzado su amargo y catastrófico final en la historia de la música.
Woodstock, en 1969, ha sido uno de los conciertos más importantes de la historia de la música, no porque había millones de jóvenes durmiendo en el pasto y fumando mariguana mientras escuchaban a leyendas del rock como Janis Joplin y Hendrix, sino porque marcó el final de una época y el inicio de la liberación sexual para los ciudadanos de Estados Unidos y posiblemente de toda América. Una liberación que no se trataba de salir a la calle y tener sexo con quien fuera, una sexualidad en la que no se disfrutaba de denigrar a nadie, simplemente fue el final de una represión sexual que oprimía a homosexuales y a mujeres por cientos de años, fue el inicio del cliché “todos somos iguales”.
Hoy, uno de los conciertos más importantes es el Ultra, en Miami, al que asisten miles de jóvenes y en el que hace dos años Madonna salió a incitar a los espectadores a probar una famosa droga conocida como “molly” (MDMA). Un concierto de música electrónica en el que la música es lo menos trascendente, lo importante es drogarse, ya después de eso todo se escucha increíble y los jóvenes brincan sin parar, la mayoría a ritmos que nunca antes han escuchado y que posiblemente nunca volverán a escuchar.
En 2013, la familia del famoso cantante de R&B, Marvin Gaye, acusó a Robin Thicke de haber plagiado fragmentos de la canción Got to give it up para su canción Blurred Lines. Lo que pasó fue que Thicke —al igual que muchos artistas hoy— intentaba recuperar un poco de la música “de antes”, regresar a esos ritmos y estilos que tuvieron tanto éxito en las décadas de 1960 y 1970.
Podemos ver también esta añoranza del pasado en la moda; hoy no es extraño ver a mujeres jóvenes usando pantalones de mezclilla a la cintura o a hombres con camisas floreadas al estilo de la década de 1960. También está presente en una aceptación y acercamiento a las drogas por parte de los jóvenes, algo que parecía haber disminuído en la década de 1990 y a inicio del 2000.
La realidad es que las décadas del 1960 y 1970 no son sinónimo de mariguana y LSD. La música de ese tiempo no es muertes por sobredosis. Aunque esas circunstancias se dieron, el mensaje en la música era algo más profundo, era un mensaje que proponía y exigía un cambio. Los artistas de esa época no buscaban hacer música para ser famosos, la hacían con una intención real de cambiar al mundo, creían en la habilidad de la música para lograrlo, para entrar en los corazones de quienes los escuchaban y, de alguna manera, cambiar sus mentes. Hacían música por amor al arte.
Existen hoy nuevas propuestas como Hiatus Kaiyote, Immortal Technique, The Risin Sun y The Brocollis, o proyectos como Shikaka (quienes solamente pueden ser escuchados en vivo), que hacen música porque la aman. Son nuevos artistas, todos de diferentes géneros musicales, que se unen en un mismo propósito: cambiar el mundo de la música para poder guiar a las personas hacia un mundo más humano, más realista, más despierto y más consciente.
@CCamsanchezb