Israel, Estados Unidos y Reino Unido están lanzando drones para combatir en frentes terrestres.
Son el futuro de la guerra y ningún ejército estará completo sin ellos. Por eso, Israel recién se sumó a la lista de países que han desplegado vehículos terrestres no tripulados (UGV, por sus siglas en inglés). El “Loyal Partner” de las Fuerzas de Defensa israelíes es un UGV operado por soldados desde una ubicación remota; llamémoslo un dron terrestre que tiene muchos otros hermanos mecánicos.
Un ejemplo: Oshkosh, gigante de la defensa, ha desarrollado una tecnología de conducción autónoma con la que vehículos militares pueden ver mejor a los humanos en condiciones de combate de poca visibilidad (actualmente, a prueba con la Armada de Estados Unidos). Por su parte, el Ejército y la Armada estadounidenses llevaron a cabo dos pruebas con la tecnología de conducción independiente de Lockheed Martin, otro importante contratista para la defensa que ha desarrollado su propio vehículo de conducción independiente, igual que Mesa Robotics y QinetiQ North America (el Ejército hizo pruebas con todas esas compañías el año pasado). Por último, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa y la compañía Boston Dynamics han creado un “AlphaDog” (también llamado Legged Squad Support Systems), robot cuadrúpedo de aspecto animal, capaz de transportar hasta 200 kilogramos de equipo y recorrer 32 kilómetros sin necesidad de recargar combustible.
Entre tanto, el Ejército británico ha adquirido 60 “Terriers”, vehículos blindados diseñados para atravesar obstáculos enemigos y excavar cunetas y zanjas. Aunque suele ir tripulado, el Terrier también puede operarse a distancia. “Los UGV brindan ventajas significativas en el campo de batalla”, señala un representante del ministerio de Defensa británico. “Ofrecen libertad de maniobra y gracias a sus funciones especializadas de búsqueda y despeje, protegen al personal contra dispositivos explosivos terrestres”.
En próximo años, Israel dispondrá de una segunda clase de UGV, “Border Protector”, sustituto de “Guardium”. Los dos vehículos patrullan la frontera con Gaza, detectando bombas y “escuchando” disparos para determinar su origen.
Bienvenidos a la nueva era del combate. “Los UAV” —lo que conocemos comúnmente como drones, solo que A significa aéreo— “han tenido un efecto revolucionario en el combate aéreo y antiterrorista, de modo que los UGV podrán hacer lo mismo en tierra”, pronostica Ben Barry, exbrigadier del Ejército británico. Desde hace tiempo, Gran Bretaña ha utilizado UGV como “Wheelbarrow” y “Panama” en la eliminación de bombas, y para los combatientes internacionales en Irak y Afganistán, dispositivos así se han vuelto herramientas indispensables. Según un reciente informe del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, comité experto sito en Washington D.C., Estados Unidos tiene ya un inventario de miles de drones terrestres.
Sin embargo, esos dispositivos cambiarán las reglas del juego. Muchos de ellos pueden circular por zonas de conflicto a velocidades de hasta 65 kilómetros por hora, distribuyendo alimentos y municiones o neutralizando bombas enemigas. En un reciente ensayo, la tecnología Oshkosh permitió que la mitad de los vehículos de un convoy de la Armada estadounidense concluyeran un recorrido por terreno escabroso sin necesidad de conductores, mientras que los vehículos adaptados con el sistema Lockheed Martin realizaron la misma tarea para el Ejército.
Los sistemas de conducción autónoma ofrecen ventajas: el teniente coronel Armond Thomas, de la División de Ciencia y Tecnología del Comando Combinado para Soporte de Armas, señala que los UGV “no tienen las limitaciones de la resistencia humana”, lo que significa que pueden operar sin descanso, conducidos por soldados a distancia, en tanto que un conductor humano necesita dormir para hacer bien su trabajo.
El humilde convoy de suministros es parte de una de las operaciones militares más críticas. Aun para un comandante con fuerzas de combate superiores, todo estará perdido sin el suministro continuo de alimentos y municiones; y no obstante, los convoyes de abastecimiento están muy expuestos debido a que deben viajar en caravanas de varios vehículos. Es por ello que los insurgentes afganos e iraquíes se ensañan con los convoyes de suministro.
Hace poco, militantes de la ciudad de Peshawar, Pakistán, atacaron un convoy de suministros de la OTAN que se dirigía a Afganistán, matando a dos conductores; el año pasado, seis soldados perdieron la vida en un ataque parecido en la región tribal de Khyber, Pakistán; entre 2003 y 2007, más de 3000 soldados y contratistas estadounidenses perecieron en ataques contra convoyes de abastecimiento en Irak y Afganistán; y Jessica Lynch, tal vez la prisionera de guerra más conocida del conflicto en Irak, fue capturada luego de un ataque iraquí contra un convoy de suministros estadounidense.
El apoyo que los drones terrestres darán a los convoyes de suministros, permitirá que los comandantes asignen otras tareas de combate a los soldados de las caravanas. “En esencia, los sistemas autónomos multiplicarán la disponibilidad de efectivos y nos permitirán responder, eficaz y flexiblemente, a una gran variedad de misiones y amenazas cambiantes”, explica Paul Rogers, director del Centro del Ejército Estadounidense para Investigación, Desarrollo e Ingeniería Automotriz de Tanques, socio de Lockheed Martin en el desarrollo de una tecnología de conducción autónoma que puede instalarse en los vehículos militares existentes para convertirlos en UGV.
En otras palabras, los ejércitos podrán combatir con menos soldados y eso se traducirá en menos féretros transportados de vuelta a casa. “Uno de los motivos más poderosos para este esfuerzo es el deseo de reducir bajas”, explica Barry, actual miembro de la división de combate terrestre en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, centro de especialistas londinense.
En opinión de John Urias, presidente de Oshkosh y otrora teniente general del Ejército estadounidense, los drones terrestres son una bendición para cualquier comandante. “Una de las experiencias más traumáticas que puede vivir un comandante, es la pérdida de vidas”, asegura. “Pero siempre es posible sustituir un vehículo”.
Tiene lógica mantener protegidos a los soldados y el sofisticado software moderno, así como los bajos costos de la computación, vuelven factible ese objetivo. Con el ritmo de desarrollo actual, los drones terrestres estadounidenses muy pronto se unirán a los Loyal Partner y Terrier en misiones de vida real, y en un mundo con una creciente cantidad de conflictos insurgentes —incluyendo cada vez más ataques suicidas y bombas al borde de carretera (dispositivos explosivos improvisados)—, el envío de camiones no tripulados para entregar suministros es una solución muy atractiva. Lo único que requerirá el guerrero del futuro será acceso a una fuente eléctrica y un dispositivo de control remoto por ondas de radio.
Con todo, el versátil, casi humano, pero prescindible dron terrestre también podría cambiar la naturaleza misma de la guerra.
“La cifra de bajas potenciales ha sido, históricamente, un factor que limita el respaldo del público para una acción militar”, señala John Kaag, profesor asociado de filosofía y estudios globales en la Universidad de Massachusetts, Lowell, y coautor de Drone Warfare, libro de próxima publicación. “Los UGV realizan muchas funciones que los soldados de tierra han desempeñado hasta ahora. Con la disponibilidad de drones, los responsables de tomar decisiones no enfrentarán tantos riesgos al marchar a la guerra”.
Aunque también crean un nuevo riesgo: desplegar drones terrestres podría causar confusión en cuanto a la posibilidad de un conflicto armado. ¿Acaso la simple presencia de un AlphaDog o Loyal Partner podría constituir una agresión militar?
Por otro lado, la posibilidad de enfrentamientos entre UGV y personas también plantea interrogantes sobre su uso. No es equitativo que un ejército equipado con drones terrestres combata insurgentes, pues estos tienen que enfrentar máquinas que no sienten dolor. Sin embargo, una vez que un país tenga drones terrestres, el público esperará que se haga uso de las máquinas y no de los soldados. Según Barry, eso hará que los insurgentes intenten desarrollar sus propios drones terrestres.
El siguiente paso, explica el jefe de ingeniería de sistemas no tripulados de Oshkosh, John Beck, es refinar la tecnología para que el enemigo no pueda detectar si el vehículo lleva conductor. De lo contrario, el enemigo, simplemente, disparará contra los vehículos tripulados, eliminando el beneficio de los automatizados. Mas el desarrollo no se detiene allí. El año pasado, durante una prueba del Ejército estadounidense, los drones terrestres se aproximaron a objetivos seleccionados, dispararon y regresaron a la “base”: la siguiente etapa para producir un auténtico UGV de combate. Por supuesto, el uso de robots en vez de humanos permitirá reducir las bajas, pero el ser humano piensa y reflexiona en las consecuencias antes de tirar del gatillo, mientras que los robots, incluso pilotados por soldados, no tienen semejantes consideraciones y más que limitarla, escalarían la violencia.
“Pasarán años antes de implementar una misión militar donde los UGV alcancen lo que los expertos llaman ‘autonomía letal’”, dice Kaag, “mas eso significa que este es, justamente, el momento de responder una pregunta: ¿Quién es responsable cuando un comandante humano da una orden y un androide lleva a cabo la acción letal? El futuro está cerca, mucho más de lo que creemos”.
@elisabethbraw