Los inversionistas globales están tocando Stradivarius como una cobertura.
En la calle Wigmore de Londres se está dando un evento musical de proporciones globales. Cuando termine el próximo mes, un mínimo de US$45 millones habrá cambiado de manos. Los compradores están pujando por el instrumento más exclusivo del mundo, una viola hecha por el maestro italiano del siglo XVII Antonio Stradivari.
Esto es aproximadamente US$28 millones más que el récord previo por un instrumento —un violín— alcanzado en una transacción privada hace dos años, y US$29 millones más que el récord previo en una subasta, obtenido por un violín Stradivarius vendido en 2011.
Los tres instrumentos no son los únicos con una buena actuación. Según una investigación hecha por Florian Leonhard, comerciante londinense de instrumentos; en la última década el Stradivarius promedio ha visto un aumento anual en su precio de 10.9 por ciento, y algunos instrumentos han registrado hasta 20 por ciento.
“Los instrumentos raros son una inversión continua sin picadas”, explica Tim Ingles, cuya firma, Ingles & Hayday, se encarga de la subasta en conjunto con Sotheby’s. “En 2008, cuando la gente que poseía acciones y propiedades entraron en pánico, los dueños de Stradivarius no lo hicieron. De hecho, la gente se percató de que los instrumentos raros son una inversión segura”.
Aun así, US$45 millones es un salto fenomenal en comparación con el récord previo. Ello se debe a que la MacDonald, como se le llama al instrumento, no solo es la Mona Lisa de los instrumentos musicales; también es una viola.
“La gran mayoría de instrumentos de Stradivari son violines, así que comprar uno no es tan difícil”, explica Ingles. “Tal vez tengas que esperar un par de años”. Unos 650 de los 1100 instrumentos de cuerda de Stradivari sobreviven, al igual que 150 de los 250 violines hechos por su contemporáneo igual de famoso, Giuseppe Guarneri del Gesù.
Al contrario del pasado, cuando las fundaciones usualmente compraban instrumentos para ponerlos a disposición de los músicos, los compradores de hoy día son inversionistas. “Los no músicos que coleccionan violines raros no son algo nuevo”, señala Leonhard, una de las principales autoridades para valuar instrumentos. “La diferencia es que ahora hay grandes coleccionistas por todo el mundo. Hoy, coleccionar instrumentos es una manera de hacerse de un nombre, y ha hecho que individuos de alto valor neto se interesen en coleccionar”.
Un coleccionista, David Fulton, millonario de Silicon Valley, posee cerca de 20 instrumentos hechos por Stradivari y Guarneri. El banquero londinense Jonathan Moulds también posee varios Stradivarius y Guarneris, los cuales, dice él, han triplicado su valor en 15 años. Tanto Fulton como Moulds son músicos amateur consumados, pero los clientes de Ingles y Leonhard también incluyen a fondos de cobertura e individuos con poco interés en la música.
Hay otras ventajas del negocio de los instrumentos para los inversionistas de cierto tipo. El comercio no solo es esotérico sino que no está regulado. Como los comerciantes usualmente también valúan los instrumentos, puede haber conflictos de interés.
Los comerciantes como Ingles y Leonhard gozan de un respeto a nivel mundial, pero hace dos años otro comerciante principal fue sentenciado a seis años de prisión por fraude. Dietmar Machold, avecindado en Viena, defraudó decenas de millones de dólares al decirles a sus clientes que sus violines raros valían una suma modesta, para luego venderlos por una cantidad mucho mayor, embolsándose la diferencia.
Como extra al misterio del valor de un Stradivarius o un Guarneri, hay un experimento científico realizado previamente este año. En una prueba a ciegas que involucró varios Stradivarius e instrumentos modernos, a un grupo de violinistas connotados se le pidió que eligiese el violín cuyo sonido le gustara más. La mayoría eligió un instrumento moderno. Y cuando se les pidió que identificasen un violín moderno y un Stradivarius, la mayoría no pudo hacerlo.
Pero tales reportes no parecen disuadir a los compradores. Francesca Peterlongo, quien preside una importante fundación musical en Italia, dice: “La razón de que Stradivari y Guarneri sean tan caros no es solo que sean marcas famosas y que hay tan pocos de ellos, sino también que músicos famosos los han tocado. Los compradores buscan poder decir: ‘Tengo el violín que solía tocar Itzhak Perlman’”.
Pero la fiebre está dejando a los músicos en una situación precaria. “La competencia de los coleccionistas privados e inversionistas ha dejado a muchos músicos fuera del mercado”, señala Evan Rothstein, subdirector de cuerdas de la Escuela de Música Guildhall en Londres. “Aun así, por importantes que puedan ser los mejores instrumentos, los artistas más talentosos siempre se las arreglan para hacer oír su voz a través de su creatividad expresiva”.
Y algunos compradores con mentalidad filantrópica ayudan activamente a impulsar las carreras de los ejecutantes al prestarles instrumentos. Esto no es necesariamente un gesto altruista. Si lo prestan a alguien famoso, aumenta el valor del instrumento.
El chelista estadounidense Joshua Roman, quien toca un Stradivarius prestado que otrora usó la chelista legendaria Jacqueline du Pré, siente algo de simpatía por los compradores. “Incluso si están dispuestos a prestarte un instrumento, el seguro lo hace muy difícil”, dice él. “Las compañías aseguradoras tienen reglas muy estrictas, exigiendo por ejemplo que el instrumento tenga una alarma contra robos y una alarma contra incendios. Y se ponen nerviosas si viajas con el instrumento”.
El éxito financiero de los instrumentos de Stradivari tiene un efecto colateral en violines menos famosos. De hecho, los instrumentos pueden ser el nuevo Jackson Pollock, un nicho de moda donde la gente tremendamente adinerada puede depositar su dinero y mejorar su reputación en el ínterin.
Pero Leonhard insiste en que eso no es lo que sucede con los instrumentos clásicos. “Los artistas como Pollock son movidos por la moda. Él hizo un agujero en sus latas de pintura, las colgó del techo y dejó que gotearan y lo llamó arte. El interés en tal arte puede cambiar rápidamente, pero ese no es el caso con los violines. Un Stradivari es una pieza sólida que ha existido por cientos de años”.
Aun así, el interés del inversionista por los instrumentos se asemeja estrechamente al de las artes visuales. En esa comparación, las elaboradas cajas de madera hechas en talleres de los siglos XVII y XVIII en Cremona, en el norte de Italia, siguen siendo una ganga. Ingles hace notar: “Si llamas a la MacDonald la Mona Lisa del mundo instrumental, sí, entonces puedes decir que está subvaluada. Pero hay un mercado más grande para las artes visuales que para los instrumentos”.