Los futbolistas, como cualquier otro bien, son comprados, vendidos, y ofrecen rentabilidad.
Suecia, junio de 1958; sin transmisión en vivo ni televisor a color, la final de la Copa del Mundo da la vuelta a la tierra. Viaja en barco. Las cintas de 8 mm del juego, las fotografías del partido, llegan a todos las redacciones de prensa que, impactadas, miran cómo un delgadito y frágil niño negro había sido capaz de intimidar vikingos en Europa. Brasil ganaba su primer campeonato mundial. Aquella noche nace la magia, el famoso jogo bonito, y nace también la figura de un niño, tiene 17 años, lo llaman Pelé.
El fútbol no había hecho más que empezar. La historia de Pelé, la del niño que sale de un barrio humilde para volverse Rey, se vuelve con el tiempo un patrón de mercado. A partir de ese día la búsqueda del sustituto en las favelas, las barracas o las praderas africanas forma parte del tráfico de jugadores que alimentan las grandes ligas. La teoría de Pelé se comprueba años después, cuando un tímido niño argentino que manejaba la pelota entre el lodo y los charcos de un potrero como nadie había visto jamás, aparece en televisión con voz suavecita y entrecortada: “Mi primer sueño es jugar en el Mundial, y el segundo salir campeón con Argentina…”. Maradona, desde luego, lo cumplió.
Brasil y Argentina desencadenan el éxodo más grande en la historia del deporte. Convertidos en los grandes proveedores del fútbol mundial, miles de jugadores llegan desde entonces cada año a probar suerte en equipos europeos, el gran mercado. Y así llegamos hasta Messi, otro niño que, descubierto por cazatalentos, es cobijado, arropado y criado en La Masía, el proyecto más sólido y humano que existe en este negocio. El Barcelona, con esa imparable academia de futbolistas, logra un modelo envidiable. Alcanza un éxito sin igual en la producción de jugadores hechos en casa hasta el punto de conseguir que tres de sus grandes joyas, Messi, Xavi e Iniesta, compitan el mismo año por el Balón de Oro.
Sin embargo, ni todos los clubes, ni todas las canteras ofrecen los mismos valores que sostienen al Barça. El proceso que lleva a un niño latinoamericano, africano o asiático a convertirse en figura, está lleno de crueldad, corrupción y, desde luego, hambre. La cadena que arrebata una promesa juvenil del barrio al gran fútbol la encabezan entrenadores, agentes, padres, amigos, inversionistas, directivos y exfutbolistas. Aviadores, coyotes que literalmente compran pequeños futbolistas por kilo con la intención de que uno entre 1000 logre debutar en primera división y, quizá, si las lesiones, carencias fisiológicas, psicológicas y sociales se lo permiten, llegue a ser estrella, y entonces costar miles de dólares más de lo que se pagó por él.
Los futbolistas, como cualquier otro bien, son comprados, vendidos, y ofrecen rentabilidad. Miremos el caso de Falcao, la última estrella colombiana que se convirtió en caso de éxito para este modelo financiero en búsqueda de talento juvenil. Siendo la gran figura del Atlético de Madrid, Radamel Falcao tomó la palabra, subió a la grada, se despidió de su afición y acto seguido lloró. La escena puede embarrarse como parte de la novela rosa que almidona el fútbol, pero el llanto de Falcao era auténtico, no eran lágrimas de tristeza o despedida, eran de rabia, impotencia y libertad. Porque el Tigre que todos veíamos cada domingo festejar con garra golazos que hicieron títulos, en realidad vivía encerrado en la bóveda de un banco, es otro esclavo encadenado a los accionistas de un fondo de inversión.
El Doyen Group invierte en minas, acero, gas, petróleo, bienes raíces y deportes. En su división Sports Investments, (pueden verla en la web quien tenga curiosidad) aparece la imagen de un niño en huaraches pisando un balón de fútbol. El negocio está en comprar derechos de promesas sudamericanas de entre de 14 y 17 años, y después alquilarlos por el mundo. Sobre todo a clubes endeudados como el Atlético de Madrid, que no pueden pagar la carta de un futbolista como Falcao. De tal forma que el Doyen Group decide cuándo es momento de hacer caja con Falcao y lo vende al primer ruso (Dmitry Rybolovlev) que ponga 60 kilos de los que el Atlético solo verá el 10 por ciento por concepto de alquiler. A cambio se queda con los goles y recuerdos de su ídolo.
El Mónaco, un equipo recién ascendido que no juega ni Champions ni Europa League, es solo otro cliente del Doyen Group que puso la plata para hacer de este futbolista un negocio con ratios sobre inversión del 700 por ciento. Si el Tigre se enamoró del Atlético y la afición lo volvió ídolo, allá ellos; su trabajo, como el de un minero que descubre vetas, era desenterrar goles y títulos donde no había. El gol para accionistas del Doyen Group es otro mineral por el que reciben dividendos.
Los últimos días desataron otro escándalo, que tan solo por su exposición en prensa ha dañado la pulcra imagen del FC Barcelona y su academia de futbolistas. La FIFA, siempre con doble moral, señala que el Barça ha incumplido el reglamento de transferencias internacionales en lo que se refiere a menores de edad. Hace unos meses el FC Barcelona es alertado por la Federación Catalana, que recibe un comunicado de la FIFA, en donde le prohíbe al Barça alinear a Lee Seung Woo, delantero coreano y, según especialistas, una firme promesa de la cantera del Barça, por incumplir con el artículo 19 del Reglamento sobre el estatuto y la transferencia de los jugadores.
Según este reglamento, y en particular el artículo citado, la FIFA expone: “Las transferencias internacionales se permiten solo cuando el jugador alcanza la edad de 18 años”. Pero permite “tres excepciones: 1) si los padres cambian su domicilio al país donde el nuevo club tiene su sede por razones no relacionadas con el fútbol; 2) si la transferencia se efectúa dentro del territorio de la Unión Europea (UE) y el jugador tiene entre 16 y 18 años; 3), si el jugador vive en su hogar a una distancia menor de 50 km de la frontera, y el club de la asociación vecina está también a una distancia menor de 50 km de la misma frontera”.
El espíritu de este reglamento tiene su causa en lo que hemos hablado, las interminables y lúgubres cadenas y organizaciones que sin ningún escrúpulo arrancan a niños y jóvenes de sus hogares a cambio de unos dólares, con la promesa de probarlos en Europa. La FIFA, aunque en la forma se equivoca con el Barça, en el fondo tiene razón. La Comisión Disciplinaria de la FIFA subraya que el organismo se toma muy en serio la protección de los menores en el fútbol, cuestión que representa uno de los pilares incluidos en el acuerdo entre la FIFA, la UEFA y la Comisión Europea en 2001. La Comisión Disciplinaria es consciente de que, sin los controles adecuados, los futbolistas jóvenes pueden ser vulnerables a explotación y abusos en un país extranjero. Por este motivo, los órganos rectores del deporte, y en especial la FIFA, consideran aún más importante la protección de los menores en el fútbol.
La sanción para el FC Barcelona le impide durante dos períodos de mercado, verano e invierno, la contratación de futbolistas de cualquier liga y categoría. Es decir, el Barça que buscaba un portero o un central, por ejemplo, para completar su plantilla, tendrá que jugársela con lo que tiene en casa. Una contradicción, ya que justamente es ese modelo de cantera el que la FIFA está cuestionando.
En su respuesta y defensa, el Barcelona emitió un comunicado donde algunos puntos son realmente contundentes frente al problema real del tráfico de futbolistas juveniles en el mundo. El Barça explica que la norma supuestamente infringida, tiene como finalidad la protección de menores ante las actuaciones de clubes deportivos que incorporan a menores sin garantizar los derechos de formación y atención que el Barça sí desarrolla en el modelo de La Masía. El modelo de La Masía incorpora programas de formación educativa, estancia, manutención, asistencia médica, atención a las necesidades de los menores y planes de desarrollo deportivo. El Futbol Club Barcelona forma personas antes que deportistas, cuestión que no ha sido considerada por la FIFA, que aplica un criterio sancionador ignorando la función educativa de su programa de formación. No se ha incumplido ninguna legislación civil y todos los menores que disfrutan de ese centro formativo son residentes legales en el país.
El Barcelona ha planteado a la FIFA desde hace tiempo y en diferentes ámbitos, la necesidad de revisar los reglamentos que pretenden proteger a los menores, a fin de hacer esta protección más eficaz. El modelo del Barça siempre ha recibido el reconocimiento expreso de la FIFA, y La Masía siempre ha sido utilizada como ejemplo de buenas prácticas que ayuda a las familias de muchos jugadores a su integración y su crecimiento social. La Masía acoge a 278 niños de las categorías inferiores provenientes de 18 países distintos. La FIFA ha puesto en entredicho una organización ejemplar. Revisando el álbum familiar del Barça, podemos encontrar la foto de unos “críos”. Messi, Piqué y Cesc Fábregas con apenas 12 años. Tres rapaces lampiños, “cracs” prematuros, genios precoces, adolescentes heroicos. Sus orígenes se remontan hacia 1702, cuando campesinos catalanes construyen piedra sobre piedra La Masía. Una finca rural que los caprichosos aires del Mediterráneo fueron tallando en cantera. Siglos después, el FC Barcelona compra el caserío con la fortuna en taquilla que le deja un húngaro fugitivo de guerra llamado Ladislao Kubala. Con el tiempo, el predio fue cedido a Hendrick Johaness, hijo mayor de un gueto en Ámsterdam. Nacido en un equipo judío, Cruyff es educado en la doctrina del alquimista Marinus Jacobus Hendricus Michels, inventor de las fórmulas del fútbol total. Rinus Michels, con su heredero en el campo, da al juego una nueva dimensión en Barcelona. Con los años, Cruyff dirige un cuadro diseñado entre sueños, el “Dream Team”, donde destaca un recogepelotas criado en la vieja casa que lo campesinos levantaron en su tierra siglos atrás. El pequeño Pep lleva el oficio en el apellido, y se convierte desde entonces en el guardián de La Masía.
A partir de Guardiola, crece una dinastía en la finca del FC Barcelona que llega hasta Puyol, Xavi e Iniesta. La roca sobre la que se levantó el mejor equipo de la historia y que es la piedra filosofal del Barça se llama cantera. Nada malo hay en ello.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo es periodista, escritor y director de operaciones de Publicidad y Clubes de Fútbol en CANAL+ España.