Francia y Alemania se enfrentan otra vez, esta vez en un desinhibido pueblo fronterizo.
Un nuevo negocio se ha puesto en marcha en la ciudad de Saarbrücken, en el oeste alemán, prometiendo establecer casi 100 trabajos y atraer a visitantes de la cercana Francia. Uno podría pensar que el Alcalde y los vecinos estarían felices, pero estaría equivocado. Esto se debe a que dicho nuevo negocio es un burdel, operado por una empresa denominada The Paradise (El paraíso). Un mega- burdel, a decir verdad.
“No hay nada como esto en Saarbrücken”, presume Michael Beretin, el director de relaciones públicas y mercadotecnia de The Paradise. “Tendremos de 40 a 50 mujeres trabajando aquí”. Y otras tantas personas trabajarían en puestos como cantineros y encargados de la limpieza.
Y no es que a los alemanes les molesten los burdeles en general; estos son legales, y una ley federal aprobada en 2002 clasifica a las sexoservidoras como trabajadoras autónomas, pero los peces gordos locales de Saarbrücken han empezado a pensar que esto ha ido demasiado lejos.
El problema es que esta población se encuentra en la frontera con Francia, donde las actitudes hacia la prostitución no son tan liberales (a pesar de lo que uno podría haber leído acerca de Dominique Strauss-Kahn). Recientemente, la Cámara Baja del Parlamento francés votó a favor de imponer una multa de US$2060 a quienes paguen por sexo por primera vez, y de US$5150 a los reincidentes. Gracias al Tratado de Schengen de la UE, que entró en efecto en 1995, los franceses solo tienen que cruzar la frontera con la liberal Alemania si quieren pagar por sexo legalmente.
Saarbrücken, una tranquila ciudad de 177 000 habitantes, la cual cuenta con dos restaurantes con estrellas de Michelin, ya aloja varios burdeles, así como a un creciente número de trabajadores sexuales. La Policía del estado de Sarre, del que Saarbrücken es la capital, afirma que en este estado, de un millón de habitantes, existen entre 1500 y 1700 personas dedicadas al trabajo sexual.
“[La prostitución] es un gran problema aquí, no cabe duda”, declaró a Newsweek Peter Strobel, presidente de los Demócratas Cristianos del Consejo de la Ciudad de Saarbrücken. “Es una pena que la reputación de la ciudad se reduzca a la prostitución. Saarbrücken tiene mucho que ofrecer. Es una ciudad sobresaliente con una gran ópera y un gran teatro, caminos para hacer excursiones y festivales internacionales”.
Alexander Kuhn, un trabajador del servicio de ayuda social de Aidshilfe Saar, una sociedad benéfica enfocada en la prevención de las enfermedades de transmisión sexual, dice que es necesario tomar lo bueno junto con lo malo. “Saarbrücken es una ciudad fronteriza, y los franceses vienen aquí como parte de su vida cotidiana: salir de compras, ir al restaurante. No podemos decirles, ‘Vengan aquí durante el día, pero por favor no vengan a visitar a las trabajadoras sexuales”.
El turismo sexual fronterizo no es nada nuevo. “La gente ha ido a Alemania, Bélgica, España y los Países Bajos desde que cerramos nuestros burdeles en 1946”, señala Grégoire Théry, Secretario General de Mouvement du Nid, una organización francesa antiprostitución.
De acuerdo con Maud Olivier, un miembro francés del parlamento que desempeña una función clave en la redacción de la nueva ley de prostitución del país, el enfoque de Alemania es el que tiene que cambiar.
“Todo el mundo puede ver que las políticas para regular la prostitución en lugar de combatirla, como es el caso en Alemania, han fracasado”, declaró a Newsweek. “Hay 400 000 trabajadoras sexuales en Alemania, comparados con 20 000 en Francia. Y sabemos que nuestra legislación, que es muy estricta con respecto al comercio sexual, está siendo pasada por alto: los alcahuetes de Alemania usan internet para organizar redes de prostitución en Francia, y lo hacen con una total impunidad”.
La Policía Federal de Alemania no revela ninguna cifra relacionada con el número de trabajadoras sexuales. Hydra, una organización de apoyo para trabajadores sexuales, señala que existen 400 000, aunque otros grupos dicen que la cifra se acerca más a 200 000. Teniendo en cuenta la situación legal de Francia, podría ser más difícil hacer un recuento completo de trabajadoras sexuales en ese país, pero 20 000 es la cifra más mencionada.
En febrero, el Parlamento Europeo, cuya sede se encuentra parcialmente en Estrasburgo, cerca de la frontera de Francia con Alemania, votó a favor de criminalizar la contratación de trabajadoras sexuales. Aunque no es vinculatorio, el voto del Parlamento europeo hizo historia como el primer esfuerzo paneuropeo para regular el comercio sexual.
“Los estados miembros de la UE deben uniformar sus leyes relacionadas con la prostitución, adoptando el modelo nórdico, que incluye la prohibición del alcahueteo, la despenalización de las trabajadoras sexuales y la prohibición de la compra de actos sexuales, como se señala en el proyecto de ley del Parlamento Europeo”, afirma Olivier. “La aprobación de mi proyecto de ley en Francia reducirá la prostitución. Pero para que pueda reducir eficazmente la prostitución y disminuir el tráfico de personas, necesitamos que nuestros vecinos nos sigan”.
Alemania ha dado algunos pasos moderados en esa dirección. El nuevo gobierno de coalición Demócrata Cristiano-Socialdemócrata, que llegó al poder en diciembre, prepara una prohibición de la prostitución forzosa, la cual se espera que entre en vigor a finales de este año. De acuerdo con el Ministerio de las Familias, Adultos mayores, Mujeres y Jóvenes, la mayoría de las trabajadoras sexuales del país nacieron en el extranjero, y el número de búlgaros y rumanos aumenta particularmente rápido. Así como no hay ningún recuento oficial de trabajadoras sexuales, tampoco existe ninguna cifra oficial que indique qué proporción de ellas son víctimas del tráfico de personas. Los investigadores penales entrevistados por el periódico Die Zeit afirman que la mayoría de las trabajadoras sexuales de Alemania han entrado a ese país debido al tráfico de personas.
Luego de una propuesta de Sarre, el Bundersrat, que es el organismo que representa a los gobiernos estatales de Alemania, solicitó este mes al gobierno más restricciones sobre la industria sexual, proponiendo programas coordinados para las trabajadoras sexuales que quieran salir de ese negocio, más apoyo para las trabajadoras sexuales víctimas del tráfico de personas y un requisito de registro para los establecimientos relacionados con el comercio sexual.
Las medidas actuales han enfurecido a Juanita Henning de Dona Carmen, un grupo de cabildeo de las trabajadoras sexuales. “En toda Alemania, podemos ver un retroceso de tinte conservador en la forma en que consideramos la sexualidad adulta”, dice.
A falta de una prohibición federal, algunos políticos locales exasperados están tomando la iniciativa. Charlotte Britz, alcaldesa de Saarbrücken, ha anunciado que prohibirá la entrada a las trabajadoras sexuales a la mayor parte de la ciudad. A partir de abril, tendrán solamente dos calles y un camino en el bosque para ejercer su comercio, y podrán hacerlo solo entre las 8 p.m. (Las 10 p.m. en los meses de verano) y las 6 a.m.
Y el mes pasado, en Sarre se aprobó una ley que exige que las trabajadoras sexuales usen condón. Aunque el objetivo oficial de la ley es proteger la salud de las trabajadoras sexuales, los legisladores esperan que también controle la demanda.
“En teoría, el requisito del condón parece bueno, pero ¿de qué sirve una ley que no se puede verificar?”, pregunta Anne Schuhmann, trabajadora sexual de Renania del Norte-Westfalia, otro estado en la frontera francesa. “¿Van a instalar cámaras en las habitaciones o mirillas en las puertas? Y si no se usa el condón, la mujer es quien será castigada”.
De acuerdo con la primera ministra regional de Sarre, Annegret Kramp-Karrenbauer, el estado no tiene ningún plan para seguir el ejemplo de Bavaria, donde los oficiales de policía encubiertos se hacen pasar por clientes para verificar el acatamiento de la ley del estado relacionada con el uso del condón.
Kuhn, que se mantiene en contacto con trabajadoras sexuales masculinos y femeninos en Saarbrücken, pronostica que la ley no conseguirá mejorar la salud pública mi reducir la prostitución. “El cliente dice, ‘no quiero usar un condón’. La mujer dice, ‘pero está en la nueva ley’. El hombre responde, ‘no me interesa’. ¿Qué va a hacer la trabajadora sexual? Tiene que ganar dinero”, dice Kuhn.
Kramp-Karrenbauer también quiere introducir un impuesto a la prostitución en Sarre, así como ampliar las zonas sin prostitución de Saarbrücken al resto del estado.
Varias ciudades de toda Alemania ya se toman grandes molestias para recaudar el impuesto que las trabajadoras sexuales, como trabajadores legalmente reconocidos, están obligados a pagar. Colonia, la famosa ciudad de las catedrales en Renania del Norte-Westfalia, emplea a la policía y a investigadores fiscales para identificar a los trabajadores sexuales. De acuerdo con Josef-Rainer Frantzen, portavoz de la ciudad, Colonia recauda alrededor de US$1 004 000 cada año con este tipo de impuestos.
Por ahora, sugiere Kuhn, los burdeles deben estar bajo un escrutinio al menos tan estricto como el de los puestos de salchichas. “En Alemania, un puesto de salchichas tiene que cumplir con incontables requisitos antes de que se le permita abrir, pero un burdel no tiene que cumplir ni uno solo”, dice.